Juan Carlos Quiñones reseña el poemario ‘Mermar’ de Efe Rosario (Puerto Rico)

Despellejarse para nombrar el desastre: estética ósea y ética de la depuración en Mermar de Efe Rosario

Efe Rosario. Mermar. Premio Nacional de Poesía del Instituto de Cultura Puertorriqueña: Puerto Rico, 2025.

Vivimos tiempos que nos obligan a existir bajo el signo del desastre. ¿Quién lo duda? A nivel global, somos testigos de la catástrofe ecológica y un genocidio perpetrados por las instancias humanas más perversas. Nuestra isla, subsumida en una relación injusta y desigual a un imperio en decadencia, se halla hoy colonizada, amenazada por el espectro de la guerra, además de víctima de un desgobierno negligente y criminal. Es mucho el desasosiego que nos embarga y magro el alivio que encontramos.

            Consciente de que somos rehenes de un “siglo que no pregunta” (parafraseando el título de la primera parte del libro Mermar) Efe Rosario se arriesga con valentía inusitada a formular las preguntas más urgentes. ¿Qué hace la literatura ante la injusticia y el descalabro moral? ¿Qué significa escribir literatura en un contexto de desastre? ¿Cuáles son las condiciones de posibilidad de una literatura que sea capaz de “leer el desastre” y de “ser legible” en tiempos catastróficos? ¿Qué subjetividades emergen como capaces de enunciar un discurso poético y literario en contextos atravesados por el pasmo, el desaliento y el horror?

Mi trabajo crítico más reciente me ha llevado a postular la siguiente hipótesis: la mejor literatura imagina mundos, escenarios y contextos ficcionales (interiores, exteriores y de lenguaje) y articula subjetividades que habitan activamente dichos “espacios literarios” (siguiendo el concepto de Maurice Blanchot) transformándolos. A su vez, estos “mundos poéticos” afectan a dichas subjetividades en una relación de recíproca transformación. Sospecho que esto podría decirse de todo texto literario eficaz, o que al menos todo texto literario es susceptible a ser leído de esta manera. ¿Cuáles son los escenarios ficcionales que emergen de Mermar y cómo es el sujeto escritural que los habita e interroga?  Los siguientes esbozos intentarán sugerirlos. Recae en el lector, completar el trabajo arduo y amoroso al que conmina este libro de dura y exigente belleza.

Estética ósea y ética de la depuración: los polos del péndulo

Tienes suerte

Nadie te sacará del olvido.
Ningún agente
llenará con gritos tu teléfono.
No serás descubierto
ni recordado
Tampoco sueñes
con bustos, estatuas, estatuillas.
Mucho menos con los lectores festivos
que esperen por ti en los parques.
Tienes suerte
si te leen los amigos.
Incluso ellos te ignorarán.
Te aseguro que no habrá editores
durmiendo bajo tus ventanas.
Jamás vendrán a tu puerta
con preguntas sin lunares
y arreglos de primavera

Has nacido como has podido:
sin que pesaran tus palabras.

Estás libre de compromisos
Escribe desde ahí.

Conjura el encanto y el destrozo. (55)

En vez de presentarse como una subjetividad dada, la persona poética de este libro se manifiesta en el drama mismo de su constitución. Este drama (manifestado principalmente en el poema “Tienes suerte”) consiste en una intransigente apropiación imaginativa del fracaso que implica escribir la poesía incómoda y necesaria. El poeta renuncia a los agentes, los editores y los críticos literarios, y reconoce que su trabajo escritural no le deparará el éxito, la fama y el reconocimiento que parecerían ser la razón de ser de la actividad literaria en boga. En un acto de renuncia radical, está dispuesto a que su literatura sea leída meramente por “dos amigos”, y quede relegada finalmente al olvido. “Has nacido como has podido:”, se apalabra a sí misma (y a nosotros los lectores) la voz poética. “Sin que pesaran tus palabras./Estás libre de compromisos./Escribe desde ahí.”, demanda el poema. Solo desde ahí, desde esta condición “mermada”, y por lo tanto, libre (ya que no se debe a nadie) la persona poética será capaz de realizar su misión, que es la misión última y cabal del oficio poético: “conjurar el encanto y el destrozo”.

Esta “ética de la depuración” exige una forma particular de apalabrar la relación con el mundo y el lenguaje. Esto es: propone poniendo en práctica una “poética ósea: Puede más el hueso pulido/en el coral/que el nado en el estanque/de la herida”, leerán algunos versos del poema “Sensorio común”, añadiendo como bono una crítica hermosamente mordaz al victimismo rampante en mucha de nuestra poesía actual. Proliferan en el libro las imágenes óseas: huesos, médulas, cráneos despellejados, y un epígrafe de Cesar Vallejo que equipara a la Muerte con el poeta, ambos cantantes descarnados.

            Igualmente, esta ética de la depuración se torna implacablemente hacia el sujeto que la practica: la mirada a la propia interioridad es tan desgarradora como la mirada al mundo y a los otros. “Biopsia” es el nombre que le asigna la persona poética a su método de disección figurativa en el poema del mismo nombre. El diagnóstico de ese examen centrípeto y centrífugo no es alentador: halla cáncer en el tejido social y político, el tejido moral y el tejido de la interioridad.  Esta negatividad no se debe meramente a una angustia existencial, sino más bien a la voluntad de coherencia ética que se impone a sí misma y al mundo.

Apoyándome en propuestas de Slavoj Zizek y Giorgio Agamben, (que el tiempo no permitirá elaborar en esta reseña) propongo que en Mermar se despliega una singular “dialéctica negativa” (por usar el concepto de Theodor Adorno) entre lo apalabrado y lo silenciado, en la que “lo ausente” a lo que alude el discurso no “falta” por superfluo o por irrelevante, sino al contrario: lo que “no se escribe por su nombre” es precisamente lo esencial y lo político, que “brilla por su ausencia” por obvio. La desigualdad, la carencia, el racismo, el capitalismo desalmado, el desgobierno, el fraude y el fiasco electoral, etc. no aparecen apalabrados literalmente porque nosotros deberíamos saberlos. La responsabilidad política cae sobre nosotros, los lectores. No por estar manifestada en un dispositivo sofisticado de efectividad poética es menos mordaz la dimensión de la denuncia.

Hay una lógica pendular en el poemario, en la que la atención de la persona poética oscila entre la mirada crítica a los mundos interiores, sociales y políticos en los poemas más largos, y la contemplación del lenguaje en su efectividad estética más hermosa en los poemas ultrabreves, como si la poesía buscara “descanso” del horror interior y el horror del mundo en el goce estético de la palabra. La poesía se “cansa” de esa labor crítica que los tiempos le imponen. Valgan dos ejemplos de poemas breves que considero perfectos: El poema II de el tríptico «Tres fuegos». (La definición de poesía más hermosa y terrible que he leído):

«Cuando tiemblan las luces

sé que aparece un escondite

y un prófugo besa un arma

y es eterno.» (37)

Y «Derrame»:

«Mécese la ola.

Merma el mar.

Marcha y maremoto.» (83)

Cada poema corto está colocado estratégicamente para dialogar con su entorno, y funciona como salvavidas entre desastre y desastre. Yo leo el libro dramatizando la relación entre literatura y mundo mediante la subjetivación la poesía, que se presenta hastiada de tener que apalabrar el desastre.   Mermar es, de hecho, el despliegue de una serie de estrategias no solo de sobrevivencia existencial, sino un método poético de despellejar y abrir para permitir una raja por donde asomarse a lo que está oculto o a lo que no se dice, pero debería ser evidente.

Comisión de vacío: un ejercicio de lectura

“Perderme, así, en cualquier calle,

dormir a la intemperie

                 buscando estrellas,

creer que los carros

                 son las estrellas,

entrever ángeles

en los charcos.

Perderme, así, en esta noche,

sabiendo que nadie estafa,

que el hambre está detenida

             muy lejos del pan,

que el panadero aún se arropa

              y estira los dedos.

Perderme ahora

Sílaba a sílaba,

pero solo.

Muy solo.

Basta ya de palabras“(90)

Cada una de las estrofas del poema que “cierra” el libro, nos ubica en cada uno de los mundos habitados por la persona poética. Estos mundos se hallan ya mermados, sometidos al proceso de decantación que los hace inteligibles desde la poética ósea que describimos antes. La primera estrofa describe el paisaje interior de la persona poética a la intemperie, ante la desnudez del cielo, imaginando el mundo exterior -natural y social- que se presentan depurados y dispuestos en su vacuidad a recibir los actos imaginativos de la persona poética. Esto se da en dos actos de ficcionalización: “creer que los carros/son las estrellas” y “entrever ángeles/en los charcos”.

La segunda estrofa nos muestra la plena conciencia del poeta de que el mundo se halla en su más cruenta y cínica depuración moral: “sabiendo que nadie estafa/que el hambre está detenida/muy lejos del pan,/que el panadero aún se arropa/y estira los dedos.”

La última estrofa dramatiza el mundo del lenguaje como un mundo en movimiento de merma y de depuración tan radical que se halla -en apariencia- a punto de desaparecer. “Perderme solo/sílaba a sílaba/pero solo./Muy solo.” Ignoremos por un instante el patetismo que matiza este drama (es precisamente eso: un drama) y prestemos atención a ese paulatino mermar de sujeto y lenguaje “sílaba a sílaba”. ¿Qué queda luego de esta erosión radical del mundo, del sujeto y del lenguaje? Una frase lapidaria y contundente, pero a la vez imprecisa en cuanto su receptor y a su estatuto lingüístico: “Basta ya de palabras”. ¿A quién se dirige la persona poética en este enunciado? ¿A sí mismo? ¿Al mundo? ¿O al lector? ¿O es la poesía misma subjetivada la que enuncia? Y, ¿cuál es su intencionalidad? ¿Es una orden? ¿Una petición? ¿La expresión de una decisión? ¿Un deseo pasivo en espera de que el mundo lo satisfaga?

Parecería que en su decepción del mundo y el reconocimiento de su impotencia, la voz poética decide callar. Exeunt. Algo de este pesimismo y este desaliento hay, ¿cómo dudarlo? Pero más allá de esta “puesta en escena”, hay aún otra manera de leer esta aparentemente rotunda, pero en el fondo muy enigmática última frase.

Según el Speech Act Theory [Teoría de actos de habla] de John Searle, “Las locuciones declarativas son actos de habla que efectúan un cambio en la realidad social, al hacer que el contenido proposicional se convierta en verdadero simplemente con su enunciación”. En este sentido (y aquí se manifiesta algo maravilloso), dado el contexto correcto, el acto de habla es capaz de “transformar” el mundo para que el enunciado en cuestión sea verdadero. Este es el efecto más poderoso (y más político) que puede tener la literatura: dramatizar desde la ficción su potencial de transformar el mundo. Así es como se logra, a fuerza de palabras que paradójicamente demandan el cese de la palabra, “Conjurar el encanto y el destrozo”, que es la misión última y principal de la poesía. “Ya se acabó el alboroto/y ahora vamos al tiroteo”, leen unos versos de Lorca. Más que una conminación al silencio, el verso puede leerse como un llamado al lector a actuar más allá de las palabras para cambiar el estado de las cosas. Así leen los últimos versos del poema “El aparecido” (45).

“No podemos soportar

que nos salve una oración

si el golpe no es maleable:

mejor mermar.»

Juan Carlos Quiñones (alias Bruno Soreno) es un artista de la palabra, crítico literario, traductor y editor puertorriqueño. Conforma la mitad de la díada colaborativa Elvira/Soreno. Ha publicado los libros Breviario (cuento, 2002), El libro del tapiz iluminado (novela juvenil, 2009), Adelaida recupera su peluche (novela, 2011), Todos los nombres el nombre (híbrido, 2013), Bar Shopenhauer (novela, 2015) y El libro de las apariencias (cuento, 2025, Premio Nacional 2023). Bajo la editorial del proyecto colaborativo Elvira/Soreno ha publicado los siguientes títulos: Almanaque Indestructible (poesía/imagen, 2023), Calendario carmesí/Libro de cuentas (prosas/imagen, 2023) y La isla de las salamandras (relato/imagen, 2025. Sus libros han sido premiados por los certámenes del Pen Club, El barco de vapor, Instituto de Literatura Puertorriqueña, Instituto de Cultura Puertorriqueña y recientemente ganó la beca Letras Boricuas de la Mellon Foundation y la Fundación Flamboyán. Estudió literatura y filosofía en la Universidad de Puerto Rico. Sus textos han sido publicados en revistas y antologías puertorriqueñas, latinoamericanas, españolas y norteamericanas tanto en papel como electrónicamente. Es colaborador regular de la revista 80 Grados+, la Revista Plenamar (República Dominicana) y fue co-editor de la revista literaria electrónica latinoamericana Letralia. Las revistas Rialta, Puerto Rico Review, y Journal of Architectural Education han publicado textos suyos recientemente.

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