Notas sobre la cultura escrita en el Puerto Rico contemporáneo a partir de Sobre un animal muerto de Joel Cintrón Arbasetti.
Joel Cintrón Arbasetti. Sobre un animal muerto. Puerto Rico y Filadelfía: La Impresora y Antípoda, 2023. 68 páginas
“Escribir y conversar en movimiento, a 70 millas por hora. Nuestra relación se ha hecho a fuerza de viajes de aire y de cuatro ruedas. El roadtrip y las caminatas son nuestro hogar. El sofá y la cama no son más que un espacio onírico de placer carnal y literario en anticipo a la movilización próxima. Dormir en parques metropolitanos, con el zumbido somnífero de los aviones que cruzan el cielo y el chillido oxidado de los columpios que se balancean en la tierra. Dice Benjamin [me gusta llamar a los autores y autoras por un solo nombre, como si fueran amigas y amigos conocidos de mucho tiempo, mis panas: Clarice, Chris, Benjamin, Lalo, Adorno, Fucó, Bolaño, Sontag o Susan] que quien acaba de despertarse sigue bajo el hechizo del sueño”
Un libro puede ser muchas cosas. Podría ser un objeto, la versión final de un manuscrito. Quizás pudiera catalogarse como un artefacto cuya superficie es el soporte de un discurso. También el signo que compendia la labor escrita, portadora de sociabilidades e intercambios que se transmutan continuamente. Asimismo, la encarnación de un texto en una materialidad específica que invita a los lectores a construir diversas interpretaciones y comprensiones. En resumidas cuentas el libro es una pieza cuya publicación es producto de una bitácora de gestación cuyo compás, la mayoría de las ocasiones, no opera de manera lógica ni lineal. Sobre un animal muerto de Joel Cintrón Arbasetti, es un libro que nos invita a reflexionar sobre las aludidas premisas y de igual manera sobre las revoluciones de la cultura escrita en el Puerto Rico contemporáneo.
Una de las primeras impresiones que localizamos al sostener en las manos uno de los ejemplares de Sobre un animal muerto es la materialidad particular que el libro posee. Su cubierta, una fotografía panorámica que atraviesa tanto la portada como la contraportada, es un diseño producto de una cooperación entre dos sellos editoriales de suma importancia para el Puerto Rico isleño como diaspórico. Antípoda en cooperación con La impresora, en un viaje colaborativo desde Filadelfia hasta Isabela, ofrecen un libro con una encuadernación original y unas páginas cuya materialidad varía en colores. El lector, en su pose de admisión pasiva en vías de comenzar a leer como un acto de recepción activa, se topará con un objeto desnudo. Es decir, un libro cuya envoltura es carente de frases promocionales, de comentarios, de información biográfica y reseñas. Detalles que convierten al lector en una especie de turista, ofreciéndole una guía, informándolo y orientándolo antes de desembarcar en dirección a un lugar desconocido. Antes de ejercer el acto lectivo.
Desde esta particularidad podemos deducir que las cubiertas, en este caso en particular respecto a Sobre un animal muerto, constituyen una geografía distinta, un paisaje inconfundible. Si es altamente constatado gracias a diversos pensadores, críticos y gestores culturales, desde diversas tendencias teóricas o andamiajes analíticos, que en un libro aguanta lo que sea podemos inferir pues una portada también lo sobrelleva. Las cubiertas pueden ser objeto de admiración como también de reflexión y estudio. Porque la cubierta, como sugiere Jhumpa Lahiri, no es solo el vestido que el manuscrito engalana sino su primera interpretación. La cubierta de Sobre un animal muerto no es una que constituye la marca de una colección editorial. Tampoco el sistema en el cual es posible organizar un gran conjunto de libros producidos por Antípoda. Sobre un animal muerto y su cubierta es parte de los síntomas de la revolución de la cultura escrita en el Puerto Rico contemporáneo.
Las identificaciones de ese síntoma se encuentran contenidas en un detalle ubicado dentro de esa fotografía panorámica que opera como cubierta de Sobre un animal muerto. Me refiero, para ser más preciso, al auto-retrato de Joel Cintrón Arbasetti. Este auto-retrato, uno producido en el contexto de la industria digital donde el régimen post-fotográfico, en el sentido que lo define Joan Fontcuberta, comienza a operar como un parteaguas entre los valores fundacionales de la fotografía y la era de la masificación, viabiliza tanto una marca biográfica que atestigua el viaje como también la emergencia de novedosos cambios en la cultura editorial de Puerto Rico. El fotógrafo que por medio del auto-retrato ejerce un acto introspectivo de igual forma busca crear un testimonio del desplazamiento, representa una gama de perfiles de diversas prácticas y procedencias. Joel Cintrón Arbasetti con la cámara sujetada en sus manos, apretando el disparador, y frente al espejo personifica el rol de autor, editor e impresor de igual modo que aparece en Sobre un animal muerto como personaje y narrador.
Es constatado que la cultura escrita en Puerto Rico ha estado atravesando por transmutaciones continuas en su quehacer, provocando que el aparato editorial quede relegado a un conglomerado reducido de personas o en ocasiones a un solo individuo. La precariedad económica, algunos proyectos de ley que fueron propuestos y no se concretizaron, la crisis del mundo universitario y el declive de Río Piedras como centro urbano del libro cuya operación garantizaba una permanencia institucional y de mercado respecto a la lectura, así como también la coexistencia con mejor o peor fortuna a la sombra de grandes multinacionales editoriales, producen que la industria editorial puertorriqueña, tanto la isleña al igual que la de la diáspora, sea limitada en recursos, pero muy ilimitada en posibilidades de creación editorial. En la década de 1970 y 1980 podríamos nombrar a Ediciones Huracán a cargo de Carmen Rivera Izcoa. En un pasado inmediato cabe recordar la labor de la Editorial Vértigo desde los alrededores de la Librería La Tertulia. En nuestro presente es de importancia mencionar Ediciones Callejón como también Ediciones Laberinto, Folium, Editora Educación Emergente, La Secta de los Perros, La Criba, Colectivo Editorial Luscinia, entre otros sellos editoriales.
A partir del aludido contexto de producción editorial, tanto Antípoda como La impresora ofrecen un libro al público lector que se distancia de una formalidad técnica creando un nuevo soporte textual. Soporte que permite al lector otros usos, manejos e intervenciones infinitamente más numerosos y democráticos que cualquiera de las formas normativas que el libro puede ofrecer. Porque si el autorretrato de Joel Cintrón Arbasetti escenifica las transmutación entre autor, personaje y narrador, de igual forma, como editor, impresor y distribuidor, Sobre un animal muerto representa, en el sentido de Roger Chartier, una revolución de la cultura escrita provocando nuevos entendidos entre la autoridad y la apropiación. El pacto lectivo entre el autor y la persona que lee en el libro de Cintrón Arbassetti excede la firma autoral. Imponiendo al lector una redistribución de los roles en el marco de la economía de escritura concerniente a la cultura editorial en Puerto Rico.
Cabe destacar que si la exterioridad que circunda un ejemplar de Sobre un animal muerto es rica en contenido, entiéndase, su materialidad y la imagen panorámica que engalana el libro, su estructura textual lo es también. El texto articulado por Cintrón Arbasetti podría ser apreciado como la crónica de un viaje, de un desplazamiento, de igual manera como la manifestación de una pulsión documental que anhela tamizar una experiencia. Sobre un animal muerto documenta las incidencias de un viaje, entre dos personas, por varios puntos geográficos de la costa este de los Estados Unidos y parte de Canadá. Las inaugurales dos palabras de la primera oración del texto operan como la materia poética que sintetiza la totalidad de la obra. El “Nos movemos” presente en la inicial oración ofrece constancia del comienzo de un viaje. La inauguración de un desplazamiento donde dos cuerpos, Joel y Heather, se embarcan en una travesía entre cafeína, sour patch kids, música y fotografías.
El moverse para Joel Cintrón Arbasetti implica adentrarse, gracias a la guía de Heather en un Geo Prizm del 1997, a zonas desconocidas. Autopistas, gasolineras, concesionarios de comida rápida, en fin parte de las entrañas de los Estados Unidos en el contexto de la presidencia de Donald Trump. Porque si Joel Cintrón Arbasetti narró en su primer libro El Local (Editorial Instituto de Cultura Puertorriqueña, 2016.) la energía de una juventud contra-cultural que coexistía en un espacio alternativo ubicado en uno de los barrios de la capital de Puerto Rico, en el contexto del “Bicijangueo” y la presencia del colectivo SANTURCE NO SE VENDE, en Sobre un animal muerto relató, inconscientemente, el desplazamiento de esa misma juventud expulsada de la isla luego del Huracán María, mientras San Juan se convertiría en un punto cardinal del paraíso fiscal por medio de la ley 22, la invasión de los Airbnbs y la compra y venta especulativa asociada a las criptomonedas. El movimiento de Joel por esas zonas recónditas podría ser una alegoría del tránsito de la juventud puertorriqueña por los Estados Unidos luego del 2017.
Sin embargo, la pulsión documental que palpita en las páginas de Sobre un animal
muerto es una que se manifiesta desde diversas formas cuyo propósito, podría ser, constituir un archivo del viaje. Un mapa, seis imágenes cuya composición parecería las de un collage, una fotografía que busca emular la producida por una cámara Polaroid, el recorte de una noticia del New York Times, fragmentos de un diario, transcripciones de conversaciones y un playlist de música son algunos de los materiales preservados en este libro de la autoría de Joel Cintrón Arbasetti. De ahí que Sobre un animal muerto podría ser considerado el archivo que custodia el material efímero del viaje o un umbral lingüístico y mediático. En el cruce entre la imagen y el relato toma forma una tecnología textual capaz de ofrecer constancia de la experiencia del tránsito, del mismo modo un sistema operativo idóneo que sustenta la permanencia del material recolectado durante el viaje. Desde esta pulsión archivística Joel atestigua en Sobre un animal muerto, “Viajar por la autopista es viajar en el tiempo, el territorio se hace irrelevante, desaparece”.
La forma del libro que obra como soporte del manuscrito de Sobre un animal muerto opera como una ramificación del cuerpo de Cintrón Arbasetti. Sobre un animal muerto es una extensión de su vista, de las voces escuchadas, de la memoria y de la imaginación. En esa literalización del tránsito, del desplazamiento, del viaje, Sobre un animal muerto es un artefacto que invita al lector a contemplar el libro desde otros ángulos, de distintos prismas lectivos. Sobre un animal muerto pone en evidencia una revolución que viene desarrollándose en la historia de larga duración de la cultura escrita tanto en la isla como en la diáspora. La transformación de la coexistencia original entre los antiguos objetos y nuevos gestos, entiéndase el libro en su formación normativa, y las novedosas técnicas, prácticas y modos de apropiación en nuestra contemporaneidad. No cabe duda que nos encontramos ante un objeto que nos invita a reflexionar sobre la ontología del libro en Puerto Rico. Porque si un libro puede ser muchas cosas, Sobre un animal muerto lleva este enunciado hasta las últimas consecuencias.
Rodney Lebrón Rivera (Las Piedras, 1991) es historiador por accidente y estudiante graduado en literatura hispanoamericana por la Universidad de Princeton.

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