Julio Ramos y Malena Rodríguez Castro reseñan ‘4645’, la crónica de Christopher Powers Guimond (Estados Unidos / Puerto Rico)

Christopher Powers Guimond. 4645: Crónica del Verano Boricua (con Coda añadida). Traducción de Ana Portnoy Brimmer y Jocelyn A. Géliga Vargas. Puerto Rico: Editora Educativa Emergente, 2023.

*Nota del editor: Este dossier reúne las presentaciones de Julio Ramos y Malena Rodríguez Castro así como un diálogo intergeneracional con Chris Powers Guimond, cronista de 4645, Malena Rodríguez Castro, Edgardo Rodríguez Juliá, Natalia Olivero Hoffman y Beatriz Llenín Figueroa.

La ternura amotinada: 4645 de Christopher Powers Guimond.

Julio Ramos.

(Presentación del libro en RUM, 14 de septiembre de 2023).

Photo de Christopher Powers

El libro que comentamos hoy, 4645: Crónica del Verano Boricua, desafía las formas habituales de sentir, pensar y apalabrar la experiencia política. Me refiero a la traducción de la singular crónica de Christopher Powers Guimond signada por la memoria de los 4645 muertos del Huracán María y la indignación general provocada por el descuido rampante y la denegación estatal que motivaron las protestas masivas durante julio de 2019, el Verano Boricua. 4645 había sido publicado anteriormente en inglés por la Editora Educación Emergente a fines de 2020. La traducción ágil al español a cargo de Anna Portnoy Brimmer y de Jocelyn A. Géliga Vargas, en colaboración con el autor, capta la intensidad verbal y conceptual de Chris.

Nunca es fácil la traducción de una escritura estremecida por la urgencia del presente, por el llamado de la vida nueva que irrumpe y saca todo de sitio, dislocando incluso el orden de la lengua. Tal vez por eso la traducción de 4645 al flow del español boricua contemporáneo me produce la impresión de ser, más que una mudanza o traslado entre lenguas, el regreso al país natal de una escritura que vuelve de otros tiempos y mundos. La traducción suspende la gramática universal del anarquista en el instante singular de la conmoción que le provoca la proximidad física y afectiva de una humanidad del futuro: los nombres singulares que habitan, mejor que nadie en el libro, Ámbar y Sol, las hijas del cronista y de Jocelyn, su traductora y compañera, quienes también participan en las protestas. Les diría que la traducción colaborativa ensaya una “escena familiar” si no fuera porque uno de los hilos fuertes de esta crónica insurrecta altera también lo más íntimo y familiar de la institución familiar. En la deriva de esta escritura abierta a la fuerza de una multitud que se rebela, leemos la transformación de los roles normativos, particularmente de

la figura paterna y el drama histórico de la masculinidad que la paternidad acarrea en el orden simbólico de la ley. La ternura amotinada de este libro que impugna las formas o estructuras de un orden político vacío, atascado en su letal parálisis afectiva, desborda asimismo la familiaridad (cis)normativa de la familia como dominio que reparte y jerarquiza el poder entre los cuerpos, los sexos y las edades.

La versión traducida, ahora con una coda importante que relaciona la revuelta con el legado de la huelga general y el estado de emergencia o excepción, vuelve a aparecer en la colección ReVoluciona de la Editora Educación Emergente, el sello editorial que dirigen Lissette Roldón Collazo y Beatriz Llenín Figueroa en Cabo Rojo.  Esta colección es un punto de referencia indispensable de las nuevas formas del pensamiento crítico y de los actos de la imaginación radical de las últimas décadas en Puerto Rico.

 ¿Diremos entonces, con la misma sonrisa irónica y las palabras de Chris, que se trata del testimonio ––lo cito–– de “un extranjero, de autenticidad cuestionable”? Asocio la vida, convivencia y participación de Chris en Puerto Rico ––donde ha sido profesor de literatura comparada y estudios culturales en Mayagüez por casi dos décadas–– con las historias extraordinarias de varios intelectuales extranjeros quienes por rutas diversas han llegado y convivido en el archipiélago, participando de proyectos fundamentales.  La residencia y trabajo de algunes de elles sacuden las expectativas y prejuicios sobre la distancia y jerarquía entre los centros y las periferias del coloniaje.  Algunes, como Jack e Irene Delano, se integran al horizonte de las representaciones de la cultura boricua con tal ahínco afirmativo que, a pesar de sus acentos cosmopolitas, no sería posible considerarles ya como extranjeres. De hecho, sus trabajos y representaciones han contribuido paradójicamente a las lógicas del reconocimiento y a los mitos de la cultura puertorriqueña, tal como confirman las imágenes nostálgicas de lo rural en la fotografía documental de Jack Delano.  A Chris le ha tocado un desafío, un reto semejante ––el pasaje a otra cultura, a otra lengua y sensibilidad–– aunque ahora en tiempos marcados por el colapso del ELA. Sin embargo, en su crónica el traslado se manifiesta, más que como un exilio o separación de un origen, como la llegada a un horizonte de participación colectiva, la creación de una comunidad del porvenir, que Chris identifica con el “devenir Pueblo” (de resonancia deleuziana) y el “futuro anterior” de otro mundo en éste.  La experiencia conjuga tiempos pasados y futuros en el proceso del duelo de los muertos alborotados, cuyos deseos y sueños persisten en el presente. Hay incluso momentos de 4645 en que el cronista experimenta en la revuelta una alteración sensorial, un estremecimiento que hace temblar el principio instrumental de la realidad. En esos momentos el cuerpo queda transitado por el éxtasis de la revuelta que el cronista vincula con el alcance sublime de la marcha en su magnitud y en la variedad de cuerpos y vidas reunides en el conjuro del poder y de su tiempo vacío.

Photo de Christopher Powers

 De ahí que no sea nada casual que en el centro de esta crónica de los días incandescentes del verano boricua y de la marcha grande, a Chris y a Jocelyn los acompañen sus dos hijas. Tal vez sean Chris y Jocelyn, más bien, las figuras de apoyo que acompañan a las niñas en una experiencia de iniciación formativa a la que llegan de modo algo azaroso.  La proximidad de Ámbar y de Sol, su parte en el acontecimiento, pone sobre la mesa una pregunta insoslayable sobre la vida política de la infancia, la relación desigual entre la minoridad de edad, el destino de la infancia subordinada al tiempo acumulativo o evolutivo de la llamada madurez. Si para la filosofía política moderna (desde Kant y la Ilustración europea) la infancia marca el límite de la conciencia ciudadana “madura”, en la crónica las niñas singularizan la fuerza virtual de otra política basada en una ética infranqueable, radical, del cuidado de la infancia, su fragilidad, pero también su potencia. Las niñas son vida sensible al mismo tiempo que figuras de una minoridad inasimilable por la narrativa del poder, minoridad que encuentra un lugar expresivo en el centro del junte alternativo de la revuelta. Su presencia en la crónica me recuerda la referencia algo enigmática de José Martí a “sus niñas” en la dedicatoria del Diario de campaña que escribe durante la guerra de independencia cubana, ya encaminado a la muerte sacrificial en 1895. Pero las “niñas” de Martí, si bien se identifican como una correctora presencia femenina, estética, permanecen en la antesala de los diarios de guerra, a la espera del regreso del héroe épico, el Padre de la Patria. En cambio, en la crónica de Chris, las niñas participan de la impugnación del orden patriarcal desatado por la energía de la revuelta que asume el cumplimiento de un duelo diferido o vedado. Lejos de la lógica sacrificial del “morir por la patria”, en la conmoción de la revuelta se vive la patria del porvenir, mediante intervenciones que integran al duelo la deriva juguetona, festiva, del cuerpo político, la experiencia sensible y su conjugación colectiva, un aspecto carnavalesco de la revuelta de 2019 que ha sido explorado por Arnaldo Cruz Malavé en otra reflexión indispensable que dialoga críticamente, por cierto, con la crónica de Chris.

A cada paso la crónica de la revuelta explora la dimensión sensible de la experiencia política. Aquí no tenemos el espacio necesario para comentar la historia de la crónica como un género heterónomo, a caballo entre la literatura y el periodismo desde fines del siglo 19.  La crónica es un taller de formas susceptibles a las modulaciones del sensorio bajo el impacto de las transformaciones de la vida material y social. De ahí se desprende su potencial empirismo heterodoxo, correlato de su atención minuciosa al tiempo presente. Basta por ahora recordar que en 4645 es clave la referencia a la clásica crónica de Edgardo Rodríguez Juliá sobre el entierro de Cortijo, un punto de referencia que, de hecho, conjuga la escena del velorio con la sobrecarga sensorial del duelo. Pero en 4645 no hay un observador perplejo o distante como el cronista de El entierro de Cortijo. En cambio, la crónica de la revuelta relata los efectos de la proximidad de la multitud en el cuerpo del cronista y su sentido, es decir, la transformación de la política en una experiencia encarnada, una corpo-política.

Photo de Christopher Powers

Por otro lado, la nueva edición incluye una coda donde notamos un cambio importante de registro y de tono. Aunque Chris no deja de lado el estilo narrativo, fragmentario, de la crónica, en la coda la reflexión opera en un registro conceptual, alejándose del materialismo sensorial de la crónica. En un tono más programático, la coda plantea el vínculo entre la revuelta y la discusión teórica sobre la huelga general y lo que Werner Hamacher, interlocutor de Chris, ha llamado la “huelga a/formativa” en un intento de distanciar o salvaguardar el acontecimiento de su asimilación o traducción en la lógica de la instrumentalidad política.  Esta discusión histórica sobre la huelga general (a partir de G. Sorel, R. Luxemburgo, L. Capetillo y W. Benjamin a comienzos del siglo 20) está puntualizada por el riesgo de la descentralización anárquica de la revuelta, su deriva en acción no-fundante, es decir, una energía violenta que desborda las formas de la representación política (i.e. el partido, el sentido institucional, la conciencia de clase, etc.). En parte, la pregunta tiene que ver con lo que ocurre después de la revuelta. Si pensamos, por ejemplo, en los resultados electorales apenas un año después de la revuelta, y la presencia destacada de Ricardo Roselló entre los cabilderos de la estadidad en Washington D.C., tal vez se nos ocurriría concluir que la revuelta no dejó una marca profunda en la política del país, o que el cuerpo-político volvió a la condición normativa de su insensibilidad.  ¿Diremos entonces que la revuelta es tan solo una interrupción, un paréntesis excepcional de la vida política? ¿Tendremos siempre que “medir” los efectos de un acontecimiento como el del verano de 2019 en términos de sus efectos ideológicos, o peor, de sus contrasentidos electorales?  La reflexión de Christopher Powers Guimond abre caminos para repensar el futuro de la revuelta, su alteración del sentido, fuera de las lógicas de una historia reducida a las formas consabidas de la representación política.

Julio Ramos es autor de varios libros de critica literaria y cultural. Recientemente editó En mi celda: Escritos desde la carcel de Martin Sostre, intetectual anticarcelario afroboricua, nacido y formado en Harlem, publicado por la Editorial Educacion Emergente en Cabo Rojo, Puerto Rico.

 

Escribir en terremotos callejeros.

Malena Rodríguez Castro

(Presentación en Epicentro de Espacios Abiertos, Río Piedras, 26 enero 2024).

Arte de Zuleira Soto Román para Editora Educación Emergente

De inicio mi agradecimiento por esta invitación a dialogar con Chris y con ustedes. También a Editora Educación Emergente, a Beatriz y a Lissette, por este proyecto de debate y de educarnos a partir de otros presupuestos y prácticas como son las publicaciones y traducciones en la creencia de que otro país es posible y que lo archipelágico desvanece fronteras territoriales y de lengua en tanto espacio que se contrae y distiende como su cultura.

            La primera imagen que 4645 me suscita es la de un terremoto callejero que trasvasa acontecimientos, sensorios y emociones en dos lenguas y dos latitudes. El español boricua aprendido y vivido en su tierra adoptiva y el inglés de muchas de sus referencias culturales y experiencias de protesta y reflexión que antecedieron a su llegada y al pacto de amor y amistad con Jocelyn, Sol y Ámbar con quienes comparten el protagonismo de la multitud en el Verano del ’19. Su, sus crónicas, posibilitan, a la par que una avalancha de otros testimonios, la conversión de aquel acontecimiento en evento en tanto saberes de brecha y resistencias en el arte, el amor y la política en el espacio público y en otros modos del estar y del entendimiento desde la singularidad catastrófica archipelágica.  Su contexto fue una violencia y precariedad generalizada, materia ya de lo cotidiano y no de lo excepcional, como reveló un huracán categoría cinco y los posteriores terremotos, pandemias y desastres del estado y del capital neoliberal. Su respuesta, armada en lo urgente y lo inmediato transitó simultáneamente de la denuncia a la esperanza, del ensayo a consignas y mensajes virtuales, de la canción al cacerolazo, de la instalación o performa efímera a videos y fotografías como las que, incesantemente, toma Powers cuando, en vez de posar para el ojo, el paso de la multitud y los espacios ocupados imponen la captura rápida de su imagen en un teatro vivo que improvisa escenas y lenguajes. La crónica, uno de ellos, en tanto transcripción que busca emular la inmediatez de lo que allí sucedió y en su incorporación de un yo afectado y que afecta. Las de Powers se sumaron en complicidad a otras contramáquinas que incluyeron lo residual y lo emergente, saberes a la mano, así como la versatilidad de nuevos medios de información y de circulación en la globalización. En las mismas se pregunta cómo dar cuenta del cuerpo indignado que protesta mediante otros dispositivos creativos frágiles, intermitentes, fragmentados e improvisados, desplegados para resistir, visibilizar, sumar o restar poder en el cual la sociedad es su actor, no el estado o un liderato personal o gremial. Reflexiona el cronista: “Sentí la carencia de un lenguaje adecuado para el momento. Todo sonaba clichoso.” (63) De ahí la conversión de una cifra, 4645, en el vagabundo espectro de las muertes de María:

…una imagen revolucionaria, en una marca de resistencia, en un llamado a la acción. Una metáfora: escrita en pancartas, grafitada en los edificios coloniales del Viejo San Juan, duplicada con plantillas sobre barricadas en la Calle Fortaleza y circulada virtualmente (13-14) …se había convertido en el símbolo para un haunting justiciero, la cifra de la pérdida generalizada que se había vuelto desencadenante de la acción colectiva. Sin palabras y sin saberlo, las muertes de María estaban reuniendo a quienes sobrevivimos en la colonia de los horrores (26) …Pero ahora 4645 cogió una fuerza popular indisputable: activó una máquina de duelo y un ansia de dignidad (32).

Protestas mínimas y masivas, convocadas e improvisadas, incorporaron amplios y heterogéneos sectores sociales con debates y operativos propios del milenio mediante una participación intergeneracional en las islas y sus diásporas en la cual descollaron jóvenes, mujeres y la comunidad LGTBQ.  Al temario ambiental, de género y sexualidades, de clase y raza, lo escoltó, además, una mudanza notable en tonos y expectativas. A la crítica y recelo de narrativas de la modernidad (de derecha e izquierda) y de sus relevos posmodernos melancólicos o apocalípticos, la catástrofe sistémica habilitó el conjuro de los cuerpos vivos y muertos. Ante la ansiedad de orígenes y promesas, de los mitos fundadores de la nación y su destino providencial, los temblores callejeros sondearon una futuridad posible. Powers es, quizás, su más asombrado y conmovido espectador, emancipado al estilo que lo propone Jacques Ranciére en su postulación de un repertorio alterno de creación y recepción. En el mismo el juego de transferencias participativas fusiona autor y espectador, contexto e imaginación emplazando entendimientos dependiendo dónde, cuándo, quiénes. Emancipado el espectador, en este caso el cronista, se convierte en agente de una práctica colectiva de conocimiento al abolir la fijeza y jerarquía de una partición de lugares, funciones y posicionamientos. A partir de ello es posible constituir un sujeto político, no en la comprensión de un proceso final, si no en la colectivización de capacidades singulares en escenas de disenso como la multitud que marcha y su cronista.

            Me gustaría interpolar en esta presentación de la traducción de 4645 con Coda mi recuerdo del primer encuentro con Chris. No fue personal, sino a través de estudiantes que llegaban a la maestría en Literatura Comparada en el Recinto de Río Piedras, así como por otros que hoy se destacan en la docencia, la literatura y la gestión cultural tras haber sido sus discípulos en Mayagüez. De ellos conocí de su inteligencia y compromiso con el país y de la huella indeleble con que los había marcado. A su crónica llegué, también, de soslayo. Escribiendo sobre María y el Verano del ’19, leí una columna de Edgardo Rodríguez Juliá que le atribuía haber ejercido la mejor reflexión sobre aquellos acontecimientos. Su lectura, afín a la que ya había bosquejado, fue crucial. Entonces, yo también me sentí su alumna a pesar de no habernos cruzado una mirada o una palabra. A diferencia de la escena pedagógica arielista, tan presente en la ensayística canónica, en la cual el Maestro instruye e influye sobre aquellos que luego diseminarían su lección, la experiencia de saber sobre, y de leer a Chris, ha sido más de contagio e invitación a percibir y ensayar otros modos diferenciales de capturar lo que Giorgio Agamben reclama como lo contemporáneo; la opaca luz que, en travesía desde presente al pasado, y viceversa, ilumine la paradójica “sonrisa demente” de nuestros tiempos. Estar aquí hoy es, pues, un honor. Como es constatar la constancia del cronista y su regreso, en un nuevo contexto, a aquellas escenas en las cuales, entre la dignidad y la insolencia, el silencio y el estruendo, lo solemne y lo lúdico, agudizó sus sentidos y anotó las alteraciones de sus entendimientos. Percibimos el desvío de la mirada fija a la distraída ante el lleno y el desarreglo; el oído que discierne sentidos en el ruido; el olfato que anticipa en el lechón descabezado frente a Fortaleza en la calle rebautizada Resistencia al luego asado a la varita en la celebración de la renuncia. Sobre todo, en guardia para registrar, apasionadamente, y no empecé el cambio lingüístico, el diferencial de formas y contenidos que se dio cita pre(sintiéndose) en los cuerpos, en la imaginación, en la escritura.

            Son múltiples las lecturas que se han hecho del ingenio y la diversidad de lo que allí aconteció, de las mínimas gestiones y escaramuzas sumadas hasta culminar en el Paro Nacional y la marcha del 22 de julio de 2019, apretujados bajo la lluvia y el ardor veraniego para llegar a la isleta, así como de su cobertura y exposición mediática global.[1] En un intento de proveer un hilo que vertebre lo tumultuoso de lo vivido, Powers nombra y fecha inscribiéndose, a la vez, como miembro en propiedad de la tribu:

La Marcha de les Maestres; lunes 15 y miércoles 17, las Marchas de la Juventud; la Marcha de les obreres desde el Puerto el viernes 19; la Marcha de les niñes en la tarde del domingo 21… De la euforia de un pueblo-devenir en movimiento en un San Juan reivindicado por un sonido boricua y resonante, regresamos al San Juan aséptico y emperifollado del consumo y del turismo…Todo me parecía plástico, falsificado, inauténtico. Nos envolvió otra circulación de valores. Sonreí, irónicamente, también extranjero y de autenticidad cuestionable, por querer estar allí atrás, donde estaba el país real, en estas calles, nuestras calles. (22)

            Nosotros. El pueblo. Nuestras calles en vórtice de contagios. Afectados y afectando en capacidades relacionales que donan y reciben intensidades más allá de la razón y de las emociones.  Avecinando un palimpsesto de energías en alianzas, en interrupciones y en movimiento recíproco cuya superficie son, sobre todo, los cuerpos singulares y colectivos, una fuerza vital que induce a cambios de estado y que, similar a un huracán categoría cinco, se arma desde lo más simple a lo más complejo en procesos variados de composición o descomposición:

Un traslado sencillo de cuerpes desde el Punto A, el sitio de nuestra congregación, hacia el Punto B, el blanco de nuestro coraje; caminando, rodando, siendo empujade o cargade, todes lentes y confundides al comenzar… Empezó la marcha. Entonces, se activaba el espíritu político del todo a partir de alguna química invisible (20-21).

            En la contingencia de voces y cuerpos, en la multitud que no pide la palabra asumiéndola como bien común, los afectos se activaron en la acumulación y estallido de un capital de fatigas, conflictos y ansiedades. Formaron un campo de batalla de efectos inmediatos y de estímulos en cadena abriendo un espacio participativo en acciones y reflexiones agrietando e infiltrando las brechas de las catástrofes (aún en los riesgos que conlleva) en la sospecha de que puede, y existe, otro mundo que subsiste a, y excede las expectativas de, lo asignado y nombrado:

The People, We, Nosotros ya no es un enfrentamiento entre una vanguardia de activistas radicales y los que imponen la violencia de Estado… otro “nosotres”, un Pueblo reinventado, liberado de camisas de fuerza binarias y la miopía de la ideología nacionalista heredada… este “nosotres” es más… (61).

The People, el pueblo, una multitud peligrosa, una tribu de conjurados que se pregunta quién era yo, quiénes éramos nosotros antes de la devastación. Un espacio y un tiempo en los cuales los excluidos de la escena pública, los que no cuentan en su distribución de participaciones ni en la jerarquía de lugares y funciones asignadas, se unieron a nombre de un daño y formaron un corillo im(político) de protesta y demanda en un evento que excedió las promesas de voto y representatividad, de derechos y fiscalización.[2]  Tomaron la calle y la palabra en el gesto acuñado de la reiteración Somos más y no tenemos miedo en una ciudad cuyo perfil arquitectónico saliente habían sido fuentes, corderos, cruces e ilustres figuras conectando fuertes, palacios y morros. El encuentro es aquí y ahora. ¿Cuándo, cuándo, cuándo es? ¡Ahora, ahora, ahora es! En 4645 la vibración aural y las escenas mutantes adquirieron una cualidad estética, fluidos cuadros vivos que documentaban la violencia previa y posterior a María energizando vivos y fantasmas en la indignación.  Cincelados en la crónica andariega de Powers, contrario al flaneur -el paseante de la ciudad- se transforman en cuerpos enmochilados caldeados y zapatos calzados marchando, danzando, abrazados y en tarimas improvisadas, grafitis, letreros, banderas y puestos de agua: Enchumbaos, enchumbaos, pero nunca arrodillaos. La lluvia huracanada fue, entonces, afectiva, refrescando el paso hacia la cabeza de puerco que esperaba al final del recodo para ser repartida a los asistentes engullendo y expulsando el fármaco que nos había anestesiado en las promesas.

Photo de Christopher Powers

           Los ciudadanos infelices de la colonia se congregaron y marcharon en costas y montañas, en ciudades y pueblos, en la isla y en la diáspora, rindiéndose a un nosotros para quien identidad y diferencia no es lo mismo que equidad y diferendo. Escribe Powers: “Hoy el pueblo de todo el pueblo se ha trasladado a este escenario, que se ha convertido en la encrucijada que conecta el camino más remoto en las montañas de Utuado, donde aún hay gente sin luz después de María, con las playas de Vieques, hasta la mansión asediada en Fortaleza.” (74) En colisión con otros pactaron el exceso impertinente del voceo y la imputación, aunque fuera coyunturalmente, desde la solemne misa al perreo combativo e incluso en las pausas del silencio. Cito:

… (los fantasmas) Habían escuchado el llamado de nuestro silencio. El agarre firme de nuestra memoria… (una espectralidad como) la bioluminiscencia caribeña…la incorporación cariñosa de les que ya han pasado a la próxima etapa del continuo…la energía recorre toda la escena, la indignación y la furia abonan la multitud ahora revitalizada, más unificada aún tras sincronizar…en proximidad y en solidaridad (78).

            Como tal, tributaron a un milenio con una mayor disposición a lo abierto, a un malestar acumulativo que de repente, emerge, desaparece e insiste más allá del acontecimiento inicial entre cuerpos dispares y disensos. Para Powers, lector de Walter Benjamin, se trata del tiempo propicio de la historia de iluminar e intervenir el pasado desde la acción del presente:

La magnitud del Más era proporcional a una reserva de indignación acumulada por siglos… les sin número perdides por el colonialismo y la esclavitud de siglos, les sesenta millones y más, los ecos que resuenan y resuenan…(70-71)

Filtrado lo vivido entre la afirmación y la conjetura, abandonándose a los reclamos del evento, no en nombre del paraíso perdido o recobrado, la nación inconclusa, el pueblo del populismo o del proletariado, sino a nombre de la propia multitud sin un liderato verticalizado, un pliego de demandas o de calendarización de eventos fijos, Ricardo Roselló no era ya el interlocutor intencionado. En renuncia de deudas fiscales y simbólicas, culpas y vergüenzas, Powers afirma su desobediencia al pago material y simbólico y de legar o asumir la consignación del trauma colonial como herencia generacional. Medita Powers “¿Qué pasa cuando el dolor, la herida que manoseamos ansiosamente, el trauma original sobre el cual melancólicamente rumiamos, de repente es aliviado? ¿Qué pasa cuando, en vez de la resignación deprimida, lo que hay es la acción real de un pueblo que siente su propia potencia como protagonista político? (31).” ¿Y, ahora, cuando el Verano del 19 comienza a distanciarse en la devastación del presente: de quién es la memoria? ¿para quién se ejerce? Dicha interrogación persigue el itinerario del cronista:

“Y podríamos hacer otra pregunta más, ¿quién soy yo, nacido en otras tierras, para estar aquí, participar, tener una opinión sobre lo acontecido y lo que acontece? ¿Tengo el derecho a atestiguar tanto amor si mi presencia está marcada por tantas ironías críticas? …O será mi pregunta: ¿en qué nos hemos convertido?” (63-64).

Como el dolor y la muerte, las memorias se graban intransferibles: cada uno arrecia con la suya. También son capital para un nosotros ya convocado en espera del próximo despacho. Para el cronista, los zapatos en marcha sepultan los muertos compartidos de María, no en cripta clausurada, si no en heredad viva del norteamericano, profesor de letras y confeso anarquista, a The People y, sobre, todo, a sus hijas caribeñas: en apuesta de futuro, en una ética política que no proscriba al amor:

Pero el Verano Boricua cimentó nuestra convicción de que el único imperativo que vale, la única manera de ser encargades responsables, es empoderar a Ámbar y a Sol. Su participación en las protestas era una lección, no una clase de civismo sobre la política constitucional y los colegios de votación. Era una práctica con pies en las calles del epicentro de la acción directa de ciudadanes construyendo un pueblo nuevo (56).

Para ellas (y tus discípulos y para nosotros, WE, The People y sus lectores) y en el lenguaje de tantos puertorriqueños afiliados, no por sangre, sino por los afectos y lealtades compartidos, sospecho que se tramó esta traducción. Gracias, Chris.

Malena Rodríguez Castro es ensayista de crítica cultural y literaria y fue docente de Literatura Comparada de la Facultad de Humanidades de la Universidad de Puerto Rico. Cuenta con ponencias y publicaciones en Estados Unidos, América Latina, Europa y el Caribe. Coeditó Nacionalismo y populismo, cultura y política en Puerto Rico, Escrituras en contrapunto: estudios y debates para una historia crítica de la literatura puertorriqueña. Desplazamientos: espacio, tiempo y cultura y Cuaderno: Debates culturales en Puerto Rico (1995-2015). Colabora con las revistas virtuales 80grados, Siglo XXII y Categoría Cinco. Publicó en 2022 el libro Poéticas de la devastación y la emergencia: María y el Verano del 19.

 

 

 

 

Diálogo con Chris Powers Guimond. Malena Rodríguez Castro, Edgardo Rodríguez Juliá y Natalia Hoffman (editado).

Epicentro de Espacios Abiertos, Río Piedras, 26 enero 2024

MRC:  Lanzo varias preguntas para iniciar la discusión. Las puedes contestar o no. Hacer ruta directa o atajar. De ello, sabe el cronista de 4645.

 

  1. La primera es sobre la traducción. Confieso que, aunque no es mi lengua, me conmovió de modo más poderoso en inglés. No sé si por la propia elaboración lingüística como la sintaxis, la oración corta y el uso de compuestas y subordinadas que implica otro ritmo. Creo que fue, más bien, como reclamo y toma de un derecho de habla y pertinencia que pluraliza el lugar donde se está. Que se haya escrito en inglés el recuento más íntimo y colectivo de un evento nacional me parece extraordinario. Como lo es también que la traducción fuera un ejercicio a varias voces -con Ana Portnoy Brimmer y Jocelyn Géliga Vargas- asumiendo el nosotros de ambos textos. ¿Cómo se dio ese proceso? ¿Qué implicó para ti, afectivamente e intelectualmente escribir en una y otra lengua? ¿Hacer el traspaso?
  1. A seis años de María y cuatro del ’19 ¿cómo calibrar esa gesta desde este presente? La agudización de la crisis fiscal y económica, el aislamiento de la pandemia, la agonía de espacios de debate y participación como la Universidad de Puerto Rico, el empobrecimiento del espacio público del cual son cómplices los medios de comunicación han agrietado la fuerza utópica de los reclamos, sus contramáquinas de denuncia y acción o han posibilitado que aparezcan otras, como las pequeñas historias y lenguajes menores de los que escribe, por ejemplo Marta Aponte en sus ensayos y narraciones, que Beatriz Llenín Figueroa estudia en Affect, Archive, Archipelago y Julio Ramos en Luisa Capetillo y Martin Sostre? ¿Estamos ante nuevas políticas creativas, críticas y políticas intergeneracionales y mileniales que aún no calibramos, entre ellas una mayor atención al lugar del anarquismo en nuestra historia intelectual como hace Jorell Badillo? ¿Cómo afectaría tu memoria de entonces y tu mirada del presente y del futuro?

 

  1. Respecto a la Coda: Sobre la excepcionalidad del verano boricua. Nueve tesis en las que redoblan los largos truenos de aquel evento. Podrías comentar cómo, en tu citación de Benjamin, el verano no fue un reflejo de la tormenta del progreso, si no su suspensión repentina. ¿Cómo compara la restitución simbólica, la interrupción carnavalesca del flujo con las demandas del capital? ¿Cómo trascender el ángel justiciero y vengativo por una espada real que arreste la subasta del país y amplíe los saberes? Ofreces algunas estrategias en tu tesis VI y VII: acción directa autogestionada, la recuperación de historias de insurgencia e insumisión. ¿Podrías comentar al respecto y cómo se puede integrar a una educación que exceda el salón y los limitados e independientes espacios públicos como éste?

 

  1. A propósito de las intervenciones de Edgardo Rodríguez Juliá, Natalia Hoffman, Malena Rodríguez Castro y Beatriz Llenín Figueroa. ¿Cómo se dieron los procesos de registrar la experiencia inmediata y la de hacer memoria y armar la crónica: fuentes como fotos, apuntes, grabaciones, la perspectiva o filtro de otros como la de tus hijas y Jocelyn, documentos de consulta, cartografías otras? ¿Cuáles priorizaste, recortaste, desechaste, ordenaste?

 

CPG:  Sobre las preguntas hay un pasaje de tu libro Poéticas de la devastación y la insurgencia que había marcado y que, con tu permiso, voy a leer: “…en la contingencia de voces y cuerpos de una multitud que no pide la palabra, pues la asume como bien común. Los efectos se activaron en la acumulación y el estallido de un capital de fatigas la cual, con los efectos y ansiedades, formarán un campo de batalla de efectos inmediatos y de estímulos en cadena, abriendo un espacio participativo en acciones y reflexiones, agrietando e infiltrando las brechas de las catástrofes, aún en medio de los riesgos que conlleva y en la sospecha de que existe otro mundo que subsiste y excede las expectativas del asignado.” Y, luego, sigue “…la multitud peligrosa, desobediente a seguir siendo la fuente legitimadora de un poder político que lo prescribe, determina y desconoce en sus deseos y necesidades fue encuentro de cuerpos, gestos, movimientos, vocalización, acciones y efectos en común, en amistad pactada en tanto comunidad de conjurados.”

Yo siento que capta algo que asumí como tarea porque tuve la suerte de presenciar muchos de los momentos claves de esas dos semanas de protestas en la segunda y tercera semana de julio de 2019. Y cuando digo suerte pienso en la contingencia de poder ser testigo, también, de algo inédito y que ameritaba su registro. La crónica de Edgardo Rodríguez Juliá, El entierro de Cortijo, menciona como el pueblo no posa. Quiere decir que la tarea que el cronista se puso en ese momento hace ya cuarenta años atrás, fue retratar un pueblo que no se deja retratar—por su heterogeneidad, por el conflicto entre la mirada del cronista y el deseo de retratar la colectividad como si fuera algo coherente. Y, por otro lado, la imposibilidad de plasmar, de fijar algo como un rostro, de congelar el momento, de sacar una foto. Pero, de cierto modo, sentí en julio de 2019 que el pueblo, en un momento de interludio, sí asumió una coherencia transitoria que se dejó retratar. Como los fotógrafos, decimos que la mejor cámara es la cámara que tienes en la mano, no importa si es la tecnología imperfecta. A mi asombro, a mi sorpresa, resulté ser yo esa tecnología imperfecta. La escritura, entonces, de la crónica en las semanas después de las protestas fue para mí una experiencia muy nueva, algo cuasi automático en que me sentí más como un vehículo que un agente.

Voy a llegar a la primera pregunta ahora. Julio Ramos—también presente—nos visitó en Mayagüez en septiembre del año pasado para presentar la versión en español del libro y en esta ocasión dijo algo muy provocador que he pensado mucho. Dijo: “Nunca es fácil la traducción de una escritura estremecida por la urgencia del presente, por el llamado de la vida nueva que irrumpe y saca todo de sitio dislocado, incluso el orden de la lengua. Tal vez por eso la traducción de 4645 al flow del español boricua contemporáneo me produce la impresión de ser más que una mudanza o traslado entre lenguas: el regreso al país natal de una escritura que vuelve de otros tiempos y otros mundos.” Lo que Julio no dijo es el “regreso al idioma natal de una escritura”: dijo el regreso al país natal de una escritura que vuelve de otros tiempos y otros mundos. Y, en la medida en que no fui autor del texto, entonces la versión en español es otro libro y de otro tiempo y quizás excede o se difiere de la versión que escribí en inglés. Me interesa que preferiste el inglés. Como aprendí el español como adulto, hablo con acento, hablo con errores, escribo lo mejor que puedo y aspiro a escribir y a publicar en español. Sin embargo, la rapidez que exigía la redacción del texto me obligaba a escribir en mi primer idioma. Tampoco me crié bilingüe y otros idiomas que también manejo, los he aprendido como adulto. Regresé, quiero decir, al primerísimo de mis idiomas para escribir el texto y, quizás, tiene que ver con lo que notas en la redacción. De todos modos, estaba convencido que tenía que existir una versión en español del texto, y la trabajaba, pero, como todo el mundo se acuerda, había una pandemia en el 2020 y 2021 que dificultaba el proceso. Yo hice una versión, una auto traducción preliminar que luego compartí con mis colaboradoras. Ana Portnoy Brimmer es amiga de la familia.  También es un personaje en el libro y nos acompañó durante el Verano Boricua y es poeta, escritora puertorriqueña. Revisó la traducción completa, ayudó especialmente con el lenguaje inclusivo—que apoyo, pero que no, necesariamente, manejo muy bien. La coda que editó Jocelyn fue, también, un proceso de producir una auto traducción y Jocelyn lo editó; un proceso conocido, ya que ella ha editado muchos textos míos en español.

Pues creo que he contestado la pregunta número uno, por ahora, pero lo voy a seguir pensando. La segunda pregunta tiene que ver con cómo pensar en el Verano Boricua desde el presente. Tengo opiniones al respecto que son políticas o que corresponden a posturas políticas que tengo y que comparto. Pero quiero mencionar primero que la crónica original intentó—por lo menos intenté escribirla—como un registro o una contribución a la historiografía de un momento extraordinario. Y, también, en ese sentido, lo hice como una intervención en que intenté no ser demasiado declarativo en la política de la crónica. Sin embargo, en la Coda que añadí a la versión en español hay un tono muy distinto que en la crónica. Como la crónica en tanto género, quizás siempre, tiene que escribirse, se escribe con todo el cuerpo o ante la necesidad de registrar la colectividad nueva en formación. También es muy marcado por otra relación con el cuerpo. La crónica tiene algo de la inmediatez de los sucesos y la química de la colectividad que surgió. Sin embargo, luego, a un año, o año y medio del Verano cuando la añadí, estaba escribiéndola en el contexto después de las elecciones del 2020 con los resultados que conocemos y, también, a la luz de la desmovilización y la ausencia de movimientos populares masivos como fueron las protestas del 2019. ¿Cómo se entiende, entonces? ¿Cómo se interpreta el legado o las posibilidades del momento el cual, para muchos de la izquierda, era un—por fin—un momento de reivindicación de una política radical y decolonial que históricamente ha sufrido más derrotas que victorias y que no gozaba del apoyo masivo de gran parte de la población de Puerto Rico? Medio quería en la Coda discutir la manera en que se enmarca el pensamiento sobre el legado político del momento de irrupción que es el Verano Boricua. Y, entonces, la coda es muy político, más analítico, teórico, y se escribió en forma de una serie de tesis. Intenta desligar la presunción de un progresivismo y por eso cito a Benjamin. Hay muchas referencias a sus tesis sobre el concepto de la historia que quiere deconstruir un concepto de la política—aún uno de la izquierda revolucionaria—basada en el progreso lineal. Planteo que, menos que lamentar el hecho de que parece que las protestas del 2019 no se convirtieron, por ejemplo, en una victoria electoral para partidos más de la izquierda, que se aprecie el momento como una suspensión repentina de la tormenta del progreso. Arnaldo Cruz Malavé también publicó un ensayo sobre el Verano Boricua y se presentó hace un par de meses. Durante la discusión dijo algo que me gustó: simplemente, que yo estoy feliz que pasó, que tuvimos nuestro momento. Que es importante simplemente celebrarlo y claro, también recordarlo y, pues, espero que mi crónica haga una contribución, entre otras, al registro de un momento que en un posible futuro—que no sabemos cuándo es y mejor que no—en un momento futuro puede servir como modelo. Lo que me impresiona de las dos semanas de protesta es que asumió formas espontáneamente anarquistas, o que corresponden a muchas de las propuestas del anarquismo histórico: la autogestión, la ausencia de un liderazgo centralizado, la organización horizontal, la acción directa en vez de esperar para procesos institucionales, y claro, la movilización masiva a través de la toma de espacios públicos. Todos estos elementos me parecen maravillosos: increíble que, espontáneamente, en un momento cuando la normalidad se interrumpió, cuando había una salida de las celdas de la interioridad, del ensimismamiento mediático, de la brega, de la rutina del trabajo, que en ese momento de liberación colectiva se vislumbró una posibilidad colectiva, social otra, que para mí es revolucionaria y que puede servir de modelo en algún momento futuro de ruptura. Yo creo que contesté tanto la número dos como la número tres…

BLlF: Tenemos unos minutos para conversar con Malena y con Chris, hacer comentarios, preguntas, inquietudes. Nos gusta por lo general en EEE tener un ratito de conversación como cierre que es apertura de las presentaciones de nuestros libros. Y a veces se obedece y a veces no, es así que lo dejo a disposición de la acción directa anarquista del público; sí, que se abalance con sus preguntas o comentarios. ¿Edgardo?

ERJ: Es una pregunta un poco técnica. ¿Cómo organizaste el material? En un momento determinado mencionaste que obviamente se te hizo más fácil escribir en inglés porque era el instrumento que tenías a la mano, pero aparte de eso–que me parece muy auténtico—como organizaste los materiales, ¿tuviste notas, apuntes …? A mí me pasó, cuando escribí el Entierro de Cortijo, que entre las reflexiones que estaba haciendo en ese momento y lo que estaba recibiendo de mi alrededor, llegué a unos estados casi alucinatorios, de ser avasallado por el tema y me tomó tiempo organizar los materiales. Pero, luego, hice unos apuntes. No sé si tú tenías manera de apuntar cosas que veías que te llamaban la atención, porque a la vez que estabas observando de forma intensa, lo que es muy evidente en la crónica—porque, coda o no, allí hay unas reflexiones hechas en ese momento que son la semilla de la obra. Comparando con lo que hiciste con lo de Torres Gotay—también muy impresionante—es como la diferencia entre un reporte periodístico muy bien hecho y lo que es una crónica, de la semilla de esa reflexión, la participación reflexión desde que estabas en la actividad. ¿Como lograste organizar los materiales en tu mente desde ese momento, o más adelante, en las noches que estabas pensando en redactar la crónica?

CPG: Pues, tenía unas notas de julio, tenía una libreta conmigo que pude tomar algunos apuntes, pero…

ERJ: …en la misma actividad…

CPG:  …sí, pero no había tanto tiempo, porque estaba saliendo diariamente desde temprano, hasta tarde para participar. Solo eran apuntes, pero a partir de finales de julio/agosto empecé a escribir con cierta—en un estado alucinatorio, como tú dijiste—o por lo menos con cierta intensidad…

ERJ: …es una intensidad…

CPG: …sí, una urgencia. Y no sabiendo, necesariamente, lo que iba a salir, ni tampoco que iba a ser una crónica. No me dije “voy a escribir una crónica”, pero en el proceso se hizo evidente, claro que la crónica sería el género indicado. Pues tiene su historia, tiene su tema, desde el siglo XIX—lo que Julio Ramos describe en Desencuentros de la modernidad en América Latina—como un tipo de genealogía del género de la crónica que es sumamente apto para captar eventos masivos públicos y que mezcla o permite una multiplicidad de registros que la hace ágil.

NH: Quería preguntar: Mencionas que eres fotógrafo. ¿Hasta qué punto hiciste, también, una crónica visual? O sea, cuánto tu fotografía te apoya dentro de esa narración y hasta qué punto pudiste haber hecho una crónica de fotos. ¿Lo pensaste?

CPG: Ojalá. Sí. Hice muchas fotografías y, más que lo normal, salieron mal, por la prisa. Incluí las que pude rescatar en el libro. Hay otras, pero no serían suficientes como para hacer una exhibición o crónica visual.

NH: Pero te ayudaron en ese proceso de redacción, como tenías las fotos, recuperar ese momento, que lo que se retrata visualmente se reproduce textualmente.

CPG: Sí, mucho

ERJ: ¿Cuántas fotos, qué cantidad?

CPG: De los cientos que tomé servían unas 20 o 30. Pero también había amplio material en línea disponible que me ayudaba. Y sí, hice una organización minuciosa de los eventos y días, lo que pasó en cada día para tener una cronología con muchas, muchas notas, sobre los sucesos.

ERJ: Cuándo ibas a sacar, ¿qué era: detalles, rostro, panorámico? Lo que veo es que, en algunos momentos, es lo panorámico, verdad, para captar la multitud.

CPG: Lo cual es difícil, la fotografía de captar una amplia toma que sirve. Una—la que queda en el centro—es la que más logró representar lo que se veía el día del 22 de julio.

ERJ: La personalidad de ese día.

MRC: Y me gustaría preguntarte por otra fuente. Estoy pensando es la insistencia todo el tiempo en que no estás marchando solo. ¿Verdad? Que hay ahí una pequeña tribu que está contigo, sobre todo tus hijas que aparecen ahí, constantemente. Varias veces, por lo menos en el texto, como si fuera casi una focalización en la cual el lente son ellas. Esto es, entrar en la mente de Ámbar o en la mente de Sol. Tratar de ver cuál es su percepción y la manera en que se les presenta algo tan desconocido y para lo cual no tienen para nada el conjunto de experiencias ni de referencias que tienes tú. Me parece que le da a tu crónica un carácter muy particular, no solamente público sino de tu intimidad, de esas preguntas que te estás haciendo todo el tiempo, de quién soy yo, a partir de la óptica filtrada por dos niñas de cuatro y ocho.

CPG: Tenían cinco y diez.

MRC: En esa óptica el mundo se les da de otra manera y yo creo que eso afecta muchísimo el modo en que vas haciendo esa crónica y de cómo ellas entran y salen de la misma. Y ese cuido de las hijas, que también es el cuidado del país y que es el cuido tuyo. Me parece muy fuerte, muy extraordinario en esa crónica. Quisiera añadir, también, un comentario en desacuerdo contigo. Cuando estabas contestando las preguntas decías que te parecía que esto era un legado, un testimonio. Yo lo pienso más bien como una parte del presente también, incorporado, como en el caso de tus hijas, en una suerte de mente colectiva. Voy a dar una apreciación personal. Yo podría estar estado de acuerdo o no de acuerdo con las distintas huelgas que se produjeron en la Universidad de Puerto Rico desde que yo era estudiante.  Pero siempre hubo algo que me pareció totalmente rescatable y era la posibilidad—en un acontecimiento X—de que se politizara una juventud que tiene tan poco estímulo para politizarse más allá de unas elecciones que cada vez nos importan menos y sin contacto con otras gestiones de intervención. Cada vez menos interpelados, esas huelgas y el Verano del 19 permiten que se pueden sentir sujetos políticos, o sea, capaces de agenciar y de pensar, y que eso luego —quizás no en la vida política, pero también en otras cosas—sentirse que no solamente se es parte, sino también actor. Así que, más que legado, yo creo que su sombra es materia del archivo o del repertorio alterno, si queremos—pero creo que está, también ya, en nuestra manera de estar. Hace poco fuimos a una marcha en apoyo a Palestina y mi gran sorpresa fue la cantidad de gente joven y de pequeños grupos que fueron allí. Probablemente tuvieron esa chispa en el Verano del 19. Y, quizás, ahora la mecha es otra, pero hay que seguir creyendo que otro país es posible y que lo es ahora, también. Pues creo que tenemos que hablar un poquito, no sé, como tú y tu lectura de Benjamin estarían de acuerdo, no solamente de iluminar el presente, sino también como de conmoverlo.

CPG: Pues si significa que estoy en desacuerdo conmigo mismo, estoy de acuerdo contigo. Como era en el momento, intenté escribir de forma fiel a lo sucedido, fiel a lo que yo estaba pensando en el momento. Obviamente la memoria falla y cambia, pero intenté, por lo menos, reconstruir con fidegnidad empírica tanto los sucesos como mis impresiones de los mismos y, definitivamente, en el momento lo que yo percibía era una futuridad intensa, si se puede decir, lo venidero anunciándose en la acción. Me acuerdo de un momento en la marcha de las niñas cuando salimos del Parque Muñoz Rivera, en la entrada de la Isleta de San Juan. Iba a ser una fila de niños caminando en el parque, pero se decidió tomar la calle y los niños lo hicieron. Yo estaba al frente intentando sacar la foto y ví el momento cuando eran cientos de niños que se miraron y se dieron cuenta de que la calle era suya. Se había paralizado el tráfico y los conductores en vez de enojarse estaban gritando su apoyo desde los carros y tocando la bocina. Era impresionante.

BLlF: Chris, Malena, gracias nuevamente. Yo creo que en atención al generoso tiempo ofrendado por Espacios Abiertos y por Madeline quien está aquí, quisiéramos ir cerrando la velada, pero aún tenemos por supuesto aquí cositas para compartir un ratito y que, seguramente, les voy a pedir que lleven, que lleven lonchera, porque eso tiene que irse, seguro. Pero, quería decir dos palabras sobre el texto. Así, a modo de cierre y también con el privilegio y el beneficio, también, de haberlo conocido en muchas otras facetas y por muchos años ya. El texto, por supuesto, es una crónica y es, también, un minucioso diario. Creo que lo que tiene es una manera de recrear ese tiempo suspendido que era al mismo tiempo y es, a la vez, una especie de presente absoluto donde realmente todo parecía posible. Y suena bien, clichoso porque todo fue más bien clichoso. Pero, también, a mí me interesó y siempre me ha apasionado mucho del libro, que es otro mapa de una zona metropolitana y que, para alguien que no es de la zona metropolitana y que tiene una relación, por decirlo obviamente, un poco adversa con ella por todo– la agresividad, el tráfico, la construcción del entorno, se lee como si fuera otra capital. Es un otro mapa de San Juan. Y creo que 4645 no es sólo un gran manejo literario del tiempo, pero creo que, también, del espacio, una recreación muy sugerente de esta ciudad, que digamos que, después de conocer este libro y de leerlo, pues uno puede querer a San Juan de otra manera. Y, también decir que siempre me conmueve mucho acompañar a Chris en estos procesos porque he visto su aboricuamiento progresivo. Yo creo que ha siempre alcanzado sus momentos más y más climáticos en procesos de rebelión, en la huelgas, en la de 2010 y 2017, y en el 2019. Así que gracias por tu compromiso con nuestro país y por tu compromiso con aboricuarte todo lo posible. Y gracias a ustedes por acompañarnos tan generosamente.

[1] Como en el vocerío de la multitud, varias de esas lecturas están muy presentes en mi reflexión iniciada en mi libro Poéticas de la devastación y la emergencia: María y el Verano del 19. Editora Educación Emergente, 2022. De Arnaldo Cruz Malavé, Bailando en un encierro: duelo, danza y activismo en las manifestaciones del verano boricua de 2019, Editora Educación Emergente, 2023 y Desplazamientos y memoria colectiva, María y el verano del 19, editores Jorge Lizardi y Malena Rodríguez Castro, FPH y Escuela de Arquitectura UPR, 2022.

[2] Im(político) en el sentido que Julio Ramos implementa en su lectura de Martín Sostre siguiendo el concepto de Roberto Espósito: “Digo vida (im)política porque se trata de experiencias y prácticas que aún no se inscriben en la forma reconocible de la política.  Poco a poco habrá que desmontar esta oposición, reconociendo en la (im)política la contingencia radical y condición de la forma política. (En mi celda: escritos desde la cárcel, Editora Educación Emergente, 2024, 14)

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