Guillermo Saccomanno. Un maestro. Planeta, 2011. 264 págs.
La existencia, en tanto humana, no puede ser muda, silenciosa, ni tampoco nutrirse de falsas palabras sino de palabras verdaderas con las cuales los hombres transforman el mundo. Existir humanamente es ‘pronunciar’ el mundo, es transformarlo.
Paulo Freire. Pedagogía del oprimido.
En su misma etimología la palabra ‘educación’ contiene la noción de desplazamiento, de movilidad, de cambio. Un maestro, el relato del maestro Orlando Balbo, el Nano, – con quien el propio Saccomanno se reencontrará recién en 2008, después de haberlo dado por detenido y posteriormente desaparecido durante la última dictadura cívico-militar en Argentina – encierra y delinea esa trayectoria, entre un estado inicial de des-conocimiento y otro de saber, en la que Nano y el lector comparten una progresiva revelación: la de un sujeto – actor y lector – que se ‘educa’ histórica y políticamente. ¿Cómo es que las formas literarias confluyen en la representación de la educación de un maestro neuquino, secretario parlamentario de una diputada provincial por Neuquén del Partido Auténtico, militante en la JP, detenido y torturado, exiliado en Italia por intervención de monseñor De Nevares y a su regreso educador en comunidades mapuches? Guillermo Saccomanno recupera una persona y una voz que creía perdidas y lo hace desde la construcción ficcional de lo verídico, en una tradición donde la escritura registra un tono que interviene y traduce en la página escrita, a lo Capote, a lo Walsh, a lo Bonasso. Perfecta analogía textual antídoto para lo que Paulo Freire llamaba en su Pedagogía del oprimido la “bancarización” de la educación, el relato de Balbo, educador formado en lo que Freire proponía como “dialogicidad” para una educación como “práctica de la libertad”, permite que oscile, o vacile, entre la ficción y la no-ficción. Publicada en junio de 2011, Un maestro despliega una recurrente tensión literaria, la forma y el contenido, el cómo y el qué, los medios y fines textuales, que alcanza también esa necesaria dualidad: lo ficcional que se revela en las formas, en las convenciones, en las decisiones estilísticas con las que se pone en palabras la no-ficción del relato de la vida de Orlando Balbo. El propio Saccomanno aparece más o menos nítidamente como narrador de la “historia de lucha”, la “lección de vida” del Nano Balbo, a quien conoció cumpliendo el servicio militar en Junín de los Andes, en 1969 y de quien volvió a saber en 2008, para luego reencontrarse y producir este texto. Porque Saccomanno hábilmente hilvana entre sus páginas – y esta es la primera emergencia de una forma ficcional, la de ciertos recursos que construyen la narratividad – la confluencia entre su propia voz y escritura y la memoria de la experiencia de Balbo. En una temprana reseña en el suplemento “Radarlibros” del periódico Página/12, Fernando Bogado anotaba:
Saccomanno ha escrito, sí; y Orlando Balbo, sordo, ha relatado: la ventaja con la que corre el texto es que al mismo tiempo que funciona perfectamente entre la (auto)biografía y la crónica, puede levantar una primera persona cercana a la que podemos encontrar en cualquier obra de las ‘literaturas del yo’, que hasta no hace mucho constituían el panorama de los nuevos trabajos a tener en cuenta dentro del ámbito local, para hacerla funcionar en otro sentido; estamos frente a un yo constituido entre dos, la responsabilidad del escritor que presta oídos para hacer de la historia del otro una denuncia: viaja, se traslada, investiga, motivado por la urgencia de una injusticia antes que por la apuesta al artificio literario.
Esa ‘construcción’ de un yo entre dos, personaje y autor, alternativa, recíprocamente narradores en una instancia mayormente dialógica, se demora por la primera entrada en la sostenida narración de Balbo por medio de su propia voz narradora, que domina buena parte de Un maestro. Pero la posterior irrupción del narrador en tercera persona en el presente de la “espera” del Nano, certifica el dúo narrativo, para finalmente retornar a la voz del Nano en “Campo”, la quinta y última sección del relato. En la línea conceptual de Bogado, el escritor ha prestado sus habilidades de traductor narrativo para precisamente construir la narración de Balbo. En un primer momento Saccomanno, el escritor se infiltra a través del lenguaje, algo así como una simultánea variación entre la construcción de un ‘yo’ narrativo que recuenta la vida de Orlando Balbo, que es en cierto modo una emulación de su autobiografía (“Cuando se acercaron las elecciones con mi padre salimos a cazar”). Desde la primera oración, que acabo de citar, la primera de la sección “Aprendizaje”, pero no la del libro, ya que antes ha sido un señalamiento paratextual el que ha dado entidad a ese escritor que se deja vestir de sus propias palabras para ‘traducir’ lo que Nano le ha contado, las palabras de la novela son los recuerdos de Balbo, es el relato de su pasado hasta llegar a su espera presente. Antes de esto, ha avisado Saccomanno en “El origen de la historia”, las primeras oraciones de su texto, ahora sí:
Al salir de la colimba el Nano y yo, como tantos pibes que habíamos compartido aquel año y medio de confinamiento en un cuartel de la Patagonia, nos perdimos. En los años de la dictadura alguien me comentó que el Nano estaba desaparecido. Y eso creí. Que estaba desaparecido (11).
Son dos. Con la primera persona del singular, desde el mismo punto de vista, pero separados por su inequívoca identificación con dos sujetos empíricos perfectamente distinguibles. Y por tres secciones claves en el texto en las que la primera persona de Balbo prevalece, con tres sustantivos fundamentales como título por cada caso: “Aprendizaje, formación y enseñanza”. La recuperación de una relación, una vez que supo en San Martín de los Andes, en una feria del libro, hace tres años, que el Nano Balbo vivía, permitió la escritura de este ‘yo’ en su propia voz, como si no se debiese otra vez intentar traducirlo a una tercera persona, sino tenerlo ahí, cerca, con la intimidad de la primera persona del singular. El Nano cuenta su historia hasta que en la cuarta sección del libro, “Espera”, Saccomanno pasa a contar la génesis de este proyecto, el reencuentro y los encuentros con Balbo en Buenos Aires y en Neuquén, entrevista, grabaciones, marchas, caminatas juntos. A su regreso del exilio en Italia, y hasta mediados de la década de 1980, Balbo trabajó como maestro de adultos en comunidades mapuches en Huncal, Neuquén, hasta que vuelve esa experiencia objeto de estudio en la Facultad de Ciencias de la Educación, una vez reincorporado a la Universidad Nacional del Comahue. Hace ya un tiempo, en su célebre “tratado sobre la patria” dedicado al género gauchesco, señalaba Josefina Ludmer que “…la literatura, cuando trabaja a dos voces…las politiza de un modo inmediato. Funde lo político y lo cultural porque funde los lenguajes con relaciones sociales de poder” (11). Si, como dice el propio Balbo, y anota Saccomanno, “la educación cobra vida sola y se le escapa de la mano a los poderosos”, este relato confirma que la narración del maestro trabaja como parte significativa de esa pulsión animista, la de contar a dos voces para que muchos otros, dialogando con el texto, sepan, aprendan.
Juan Ariel Gómez (Villa Gesell, Argentina, 1974) obtuvo en 2007 una Maestría en Literatura Comparada (SUNY, Stony Brook) y por estos días es alumno del programa doctoral en Estudios Hispánicos en la Universidad de Pennsylvania, Filadelfia, EE.UU. Entre muchos otros intereses, Juan indaga acerca de la representación (literaria, cinematográfica, televisiva) de identidades LGBT en los últimos cuarenta años en Argentina y Chile.