João Gilberto Noll. Harmada. Traducción de Claudia Solans. Adriana Hidalgo, 2008
Reseño en traducción: no ya por la barreras que la lengua ajena me impone sino porque el nombre del autor siempre me ha llegado en un portugués castellanizado. Muchas veces, un libro es el aura de un nombre: es este uno de esos casos. Un nombre – João Gilberto Noll – que ha tomado, a través de los años, una multitud de inflexiones curiosas: he escuchado su nombre elogiado en acento argentino, en acento puertorriqueño, en acento mexicano, hasta en un castellano con huellas de alemán. Un nombre que ha perdido su origen y se ha enredado en las variaciones de sí mismo. Así que leo y reseño en traducción siempre preguntándome: ¿Qué será lo que va mí lengua a buscar allí, qué será lo que los escritores hispanoamericanos buscan en esos pequeños libros de un autor cuyo nombre siempre les está vedado? Leo Harmada y una respuesta surge: encuentro un escape y un regreso. João Gilberto Noll, el autor y ya no el mero nombre, se acerca más a la novela hispanoamericana actual cuando más se aleja: alejándose de la intimidad de la novela biográfica es cuando más nos enseña sobre ella, alejándose de la obsesión histórica de la novela de la memoria es cuando más descubre sus mecanismos, cuando más se aleja del realismo es cuando más nos muestra su artificialidad. Harmada es el tipo de novela en donde todo una tradición puede llorar sus penas.
William Faulkner indicó la sentencia con una frase de Shakespeare: la modernidad era un asunto para ser narrado por idiotas. De Kafka a Faulkner, de Beckett a Joyce, la novela moderna le pertenece a los idiotas: João Gilberto Noll se inserta en esta tradición sin que la grandeza de los nombres lo asuste. Harmada, novela de un genesis invertido, lo pierde todo para ganarlo todo: un hombre camina por sus páginas despojándose de todo – memoria, historia, familia – para quedarse solo con una lengua y un cuerpo que aún así le son extraños. Como todos las grandes novelas, la novela nos cautiva y el lector, convertido en otro idiota, sigue al hombre en sus periplos sin darse cuenta que no llevan a ninguna parte: “Sí me seguiste por toda Harmada a pie […] y tú resolviste seguirme par a ver a dónde iba, y terminaste descubriendo que no iba a ningún lugar, que yo solo sabía caminar al azar por las calles el día entero…” Como en aquél gran cuento de Onetti Un Sueño Realizado en el que se representaba teatralmente la propia muerte, Harmada funciona como un espectáculo en el que se representa nuestra propia lectura como acto de pérdida. ¿Qué queda entonces en este teatro? Un presente que se vuelve pesado y espeso, una risa muda y un viejo actor retirado que camina por una ciudad sin memoria: queda, como en Onetti, la presencia de una atmósfera que en este caso sin embargo está repleta de humor.
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Harmada es entonces la novela del regreso como pérdida: no se regresa sino que se funda. Novela infantil, juguetona e irónica, sus páginas nos guían con la punzante inocencia de los niños que en ella abundan, hasta esa página final en donde tocando a la puerta nos encontramos con su fundador. Como en Kafka, abundan las puertas en esta novelas – y como en Kafka – en cada puerta se pierde algo: pero es precisamente este espectáculo del despojamiento el que nos lleva al momento del génesis entendido como final fundador. João Gilberto Noll nos convierte en criaturas para luego darnos una ciudad: allí podemos jugar a recobrar la memoria, la historia, el realismo. Mientras tanto, recomiendo esta novela nuevamente en castellano, en mi español que de tanto moverme ha perdido su origen.
Carlos Fonseca Suárez (San José, Costa Rica, 1987) es candidato doctoral en el Departamento de Español y Portugués de la Universidad de Princeton. Obtuvo su bachillerato en Literatura Comparada de la Universidad de Stanford, en donde se dedicó a escribir sobre poéticas de movimiento, ritmo y gracia. Actualmente cursa su segundo año en el programa y se dedica mayormente a definir sus intereses tanto académicos como literarios con miras a localizar su futuro tema de disertación.
Simpática recensión. Carlos ya encontró su tema de doctorado: el idiotismo en la narrativa del siglo XX. Y que mantenga ese desenfado, que no deje que la Academia le consuma los desafíos, la tonalidad desafiante por Harmada, que recuerda al mejor Amado.
José, me alegra de sobremanera tu lectura positivas y tus consejos. Bonito el tema: el idiotismo en la narrativa del siglo XX. Un abrazo.
Nepf4,Estou ficando com o coitcneo de que um dos grandes problemas da humanidade e9 a falta de COMUNICAc7c3O, e incluo agora, para transmitir o conhecimento atual para as gerae7f5es futuras, com o objetivo de chegarmos na Sustentabilidade. Recentemente os Espanhf3is destruedram a cultura INCA e com ela algum conhecimento que hoje ne3o temos. Estes dias derrubaram as torres geameas no paeds com maior tecnologia de defesa ae9rea. Concluo que para a Sustentabilidade precisamos conhecer de forma homogeanea. O que tenho percebido e9 que a evolue7e3o tecnolf3gica tem proporcionado, cada vez mais (oral/escrita/digital) a possibilidade do conhecimento homogeaneo em toda a humanidade. Observe que sem comunicae7e3o passamos a ter ilhas de conhecimento. O povo INCA viveu em harmonia por um peredodo de 1000 anos, sem escrita, e ocupou um territf3rio de cordilheiras com extense3o de 13.000 km, pelo que se sabe, foi o povo que existiu unido por mais tempo com o maior territf3rio, ate9 que a outra ilha espanhola com outra tecnologia a destruiu.