José Miguel Curet. Revienta. San Juan, Puerto Rico: Atarraya Cartonera, 2011; 40 páginas.
En el 2002 tuve el honor de presentar en Nueva York De visita, simples rutinas, primer poemario de José Miguel (alias “Jomi”) Curet (San Juan, 1976). Se trataba de un libro rumiante y nómada como el poeta mismo, que en aquel entonces se desplazaba entre Nueva York, París, Madrid y la isla– la diáspora como periplo vanguardista. Tras los puntos de referencia tipicamente curetianos–el ’27 o Miguel Hernández o la primera vanguardia latinoamericana–había un flâneur, un poeta citadino (por no decir en vano «poeta urbano»), asediando los downtowns como el Apollinaire de “Zone.” Estábamos buscando la ciudad imposible: cosmopolita pero con hermosa costra de isla, con sonrisas, a escala humana, un oasis en pleno hubris global. En el fin de milenio, cuando comprábamos CDs importados de musica post-global, la poesía circulaba y los que nos creíamos poetas apenas estábamos de visita.
Pero como bien dijo el Subcomandante (o alquien igual de post-global), el problema con la globalización es que los globos explotan. “Revientan”, diría Curet. Si los noventa fue la época de la visita, del promenade por el buffet global, los dos mil fue la década del reventón: post-utopia, terror global, colapso y todo eso.
Hay en Revienta deslumbrantes giros antipoéticos (¿post-utópicos?). El poema «Detrás de la pared» recuerda a Pablo de Rokha en su hermosa enfermedad: «me saco los mocos como si fueran tesoros» y «repito y repito / como psicópata que lucha por relumbrar / entre carbones.» Ahora la ciudad global de la vanguardia se diluye entre los hologramas mediáticos:
Todo vuela
todo retransmite
todo se ve en televisión
tu cara se ve en la pantalla
se ve por la ciudad levadiza
de suspiros cósmicos por donde pasas»
(27)
Pensándolo bien, no sorprende que en el reventón poético de Curet haya ritmos de rokhanrol, ya que Pablo de Rokha es también sujeto de su tesis doctoral. El caso es que aparece un paisaje póstumo donde, como dice uno de los poemas de Revienta, «el mar se come la ciudad».
Pero entre la violencia y desilusión hay siempre otra cosa en la poesía de Curet. Algo alentador en el barroco compartido. Algo que nos acuerda en algo a José María Lima (1934-2009), gran poeta boricua que también entendía a la ruptura en su doble acepción: las rupturas formales y políticas de la vanguardia pero también el romperse (véase Arcadio Díaz Quiñones) de la memoria colectiva. Entre la memoria rota y la forma rota rotaba Lima, y por ahí también orbita Curet. That’s what poetry does: reventarnos los sesos. Pero revienta también por lo que se viene abajo. ¿Cómo hacer una selva lírica que no pierda de vista lo social, lo compartido en pleno reventón, sin social network? He ahí la dura tarea curetiana.
La mini-épica de Revienta se llama «la Isla de foam.» Curet no le teme a la moral social, pero a diferencia del plástico de Rubén Blades, en Revienta toditos/as estamos hechos de foam. ¿Polis polímera? ¡Qué seríamos en el trópico sin neveritas playeras! El detritus que nos asquea también nos constituye. Por eso la publicacion de Revienta en edición cartonera le va perfecto. Ser desechable pero somehow todavia artesanal (véase De visita, simples rutinas, también libro no objeto– como lo es, por ejemplo, La casa de la forma (1986) de Che Melendes– sino audazmente casero). He ahí la apuesta de la poesía para Curet, no como gesto conceptual sino en la mano de obra. (O “mano de ogra,” como le puse a mi presentación de su primer poemario, evocando uno de sus más memorables poemas: “La ogra”.) La poesía como maniobra, la movida que nos queda, pero también como un candor monstroso. Tan sencillo y aterrador como eso.
En la isla del foam, todo populismo es “manos a la ogra”. Hay una sabia modestia en estos versos sin mayúsculas, levemente sincopados, cartonerizados, un elegante laborar, un laboratorio de espacios compartibles. Que yo sepa, Revienta no se parece a nada publicado recientemente ni en la isla ni en la diáspora; tal vez, en su apuesta a una lírica que recorre (espacios, tradiciones), encaja con aspectos de la obra de Mara Pastor (otra astuta lectora de Lima). Pero hay de todo un poco en los versos volubles e insolubles de Curet, desde la economía formal y existencial de Edwin Reyes hasta las hipérboles y los barrecampos de de Rokha.
Impresiona aquí el no-darle-breik a la poesía. Queda el barroco de De visita, así como la exigencia de que somehow en la encerrona la poesía siga siendo vaso comunicante. Pero en Revienta también se abraza al fracaso y se brinda por la duda compartida. Es la única manera, nos sugiere Curet. Para sobrevivir hacemos poesía y para que la poesía sobreviva tenemos que hacer y deshacer. Nutrirnos de todo lo que nos permite y a lo que nos condena esta ciudad-isla que habitamos (foam inclusive): sus playas y sus flatscreens. Como dice Curet al final del libro: «un preludio de otra existencia omnívora.» Tomad y comed. Hasta reventar.
Urayoán Noel (San Juan, 1976) es poeta y profesor en la Universidad de Albany, SUNY. Entre sus poemarios figuran Boringkén (2008) y Hi-Density Politics (2010). En la actualidad es becario postdoctoral de la Ford Foundation en el Centro de Estudios Puertorriqueños (Hunter College, Nueva York), donde está terminando un libro sobre poesía Nuyorican.
buenísima reseña. a leer a Curet!
Gracias Ura!!!
yeeeahh! Gracias Ura!
pd me encantó el rokhanrol.