Laura García reseña ‘La hoja de mar (:) Efecto archipiélago I’ de Juan Carlos Quintero Herencia (Puerto Rico)

Juan Carlos Quintero Herencia. La hoja de mar (:) Efecto archipiélago I.  Leiden: Almenara Press, 2016

Lo archipiélago es una experiencia. Una experiencia sensorial, el archipiélago es un modo de exposición del cuerpo a los traspasos del mar en la tierra, del cuerpo de la tierra ante y sobre los efectos de la mar (Quintero Herencia, 2016)

Pareciera que, en la crítica académica, la razón pesase más que el cuerpo. No obstante, como si de un cambio de marea se tratase, a veces aparecen libros que activan la totalidad del aparato sensorial e intelectual, colocando al sensorium en el centro de la crítica. Así, Juan Carlos Quintero Herencia publica en 2016 La hoja de mar (:) Efecto archipiélago I, reaccionando a una larga tradición académica que celebra la racionalidad y minimiza la experiencia sensorial dentro de la crítica. El océano y sus corrientes inducen, en este caso, a los cuerpos literarios a donde la razón no puede llegar, asumiéndose entonces un análisis que denuncia la epistemología europea de la racionalidad para ubicar a las tradiciones de las sensaciones en el centro de los objetos de estudio.

La hoja de mar (:) Efecto archipiélago I es un libro que nace de la colección de diferentes ensayos literarios y críticos que se sumergen en metáforas marinas para adentrarse en la discusión de un efecto de lo archipiélago en la literatura y la política del Caribe insular.

Juan Carlos Quintero Herencia nos dice que “la hoja de mar propone una teoría metafórica. Una teoría de la imagen surgida de cierta experiencia literaria que se aproxima y trabaja con lo Caribe” (10).

En esta propuesta, Quintero coloca a su texto y a sus análisis literarios en una brecha, un espacio que viene introducido entre paréntesis (:), en donde los cuerpos literarios (y caribeños) se asoman entre islas y océanos. En esta brecha, o falla (-), nos dice Quintero, hay también una abertura ( ), y aparecen una serie de Relaciones que producen un efecto archipiélago. El efecto archipiélago es una experiencia de los sentidos relacional que tiene base en las relaciones de Glissant.

La introducción de La hoja de mar (:) Efecto archipiélago I es una enunciación archipelágica de cuarenta y tres páginas en donde rebotan definiciones constantes de una experiencia sensorial que ocurre entre islas y océanos, de aquello que será comprendido como el efecto archipiélago. Las definiciones de este efecto, sin embargo, no se abandonan en la introducción, y continúan llegando a lo largo de todo el libro, dividido en ocho secciones. Como las olas, el efecto archipiélago se recoge y vuelve a aparecer en diferentes ocasiones a lo largo del texto con definiciones que despliegan un océano de metáforas marinas en un intento de trasladar al agua al centro del Caribe:

“La exposición archipielágica es lo que registra por primera vez el trabajo inconsciente de las aguas sobre los pueblos del Caribe” (40).

Esta forma de colocar el agua en el centro nos devuelve a una Relación archipelágica y horizontal, donde las islas precisan más del mar, que el mar precisa de islas:

“sin el cuerpo marino la isla no es, la isla no aparece” (111).

De esta manera, el Caribe deja de ser isla para ser islas. Es decir, eliminando esa idea de fracciones de tierras aisladas, todas las islas del Caribe se activan en el movimiento de las mareas y se tocan las unas a las otras donde retumban las influencias rizomáticas de Deleuze y Guattari.

En este espacio, Quintero observa con una pupila archipelágica a importantes teóricos y críticos, fundamentales para los pensamientos caribeños, como Benítez Rojo, Pedreira, Ortiz o Glissant. Destacan, sin embargo, sus lecturas de Lezama Lima, Julia de Burgos, Palés Matos y Virgilio Piñera, pues a partir del capítulo 2.A, cada sección en La hoja de mar (:) Efecto archipiélago I es un análisis crítico y literario de las obras poéticas de estos artistas caribeños. Los análisis de Quintero en estas secciones parecen no tener un interés por representar a la identidad cultural caribeña. Más bien es una lectura cercana, una inmersión poética que descubre las características archipelágicas detrás de los objetos de estudio. Estas características archipelágicas aparecen en la forma en la que los autores fusionan poética e imágenes caribeñas. Los análisis de Quintero vienen de un espacio entre ( ) mar y tierras y explora oceánicamente un efecto diferente. Digo oceánicamente, porque a pesar de hacer énfasis en un paréntesis espacial, en esta colección de análisis literario el efecto del agua tiene un peso sustancial. En una escritura de la resaca, como define el autor puertorriqueño en el capítulo 2.B, nos adentramos a un mar lezamiano, posicionándonos en la lectura del cubano Lezama Lima. La poesía de Julia de Burgos, por otro lado, aparece escrita desde el agua: “la intimidad colonial es el dolor, el duelo que sostiene en flujo la voz de Julia de Burgos en ‘Río Grande de Loíza’; el llanto que surca la geografía de la isla. ‘Río Grande de Loíza’ termina una vez topa con la fuente subjetiva, histórica, de donde emanan sus aguas” (221). Así continúa en análisis con Palés Matos en el siguiente capítulo, donde Quintero nos dice que “Palés nunca le niega el cuerpo, con sus pelos, olores y señas, a la reproductibilidad estética marina” (300). La experiencia sensorial de Palés Matos, además, nos acerca a los sentidos del sabor, una gastronomía poética que alimenta el efecto del agua sobre el cuerpo literario del poeta puertorriqueño. En un ensayo literario, que no puede terminar si no con el agua por todas partes de Piñera, Quintero nos recuerda siempre lo que significa leer desde la condición archipelágica:

Un poema en condición archipielágica (cualquier texto ahí) puede ser el quiebre que sobre el lenguaje ejecuta una descarga negativa, parecido al promontorio de escombros o emanaciones que generan esta exposición sensorial. Lo literario en avatar archipiélago podría sentirse en el litoral como una reacción y un trabajo perceptivos, como un crepitar del lenguaje ante el efecto corrosivo del archipiélago. El silencio no es su enemigo (72).

En esta cita observo la manera en la que la brecha de Quintero se convierte, además, en un quiebre sobre el lenguaje que expone una serie de percepciones sobre las poéticas caribeñas. Es decir, las manifestaciones literarias que se envuelven del efecto archipiélago se producen desde un lenguaje que genera una exposición sensorial.

Las palabras de La hoja de mar (:) Efecto archipiélago I y la avalancha de metáforas recuerdan a un estilo barroco que nunca sale del Caribe. En un barroco que se extiende hasta Quintero Herencia y que se fusiona con una reacción anticontinental, la sensibilidad poética de este libro es transoceánica y es una experiencia que alumbra a un Caribe que fluye entre literatura y metáforas. Con reacción anticontinental, me refiero a una corriente reaccionaria a las practicas imperiales que establecen centros de poder en continentes. En tanto esta no es una reacción geográfica si no más bien geopolítica, esta corriente observa desde una mirada crítica también a aquellos territorios que, si bien no entran en la descripción geográfica de continente, actúan como tal en cuanto a sus relaciones de poder y control sobre otros territorios.

Lo híbrido, la fluidez, nos dice Quintero, es algo propio incluso de un lenguaje caribeño, donde el mar se convierte en la mar y viceversa, rompiendo cualquier binario establecido. En esta idea, advertimos además un espacio, no solo desde el lenguaje, si no desde el agua donde la transculturalidad fluye.El Caribe y sus manifestaciones literarias se presentan aquí como ese lugar de herencias coloniales en donde procesos de transculturaciones transformaron las poéticas caribeñas, un espacio de movimientos constantes donde se gestan fenómenos de hibridaciones raciales, étnicas y culturales. No obstante, como mencioné anteriormente, Quintero no se preocupa por una lectura de identidades caribeñas, ni siquiera culturales. Lo identitario pareciera que estuviera en un segundo plano, quizá, me atrevo a decir, en un intento de puntualizar que la cuestión de la identidad en el Caribe es siempre fluida, caótica y cambiante. En este caso, lo que importa es el cuerpo y su relación con el paisaje caribeño, y no la definición propia identitaria del cuerpo. Por eso es por lo que Quintero escribe desde el cuerpo, desde el sensorium, y desde una falla que insiste en una experiencia de lo archipiélago donde las imágenes y las metáforas importan. El lenguaje, en tanto práctica filológica, no es el foco de Quintero y traslada el interés de un conocimiento lingüístico a un conocimiento sensorial:

“Más que un saber, lo sensorial es una disposición significante del cuer­po y sus sentidos hacia aquello que lo rebasa y se abre ante sí. La incor­poración de lo sentido será siempre luego asunto de interpretaciones, de absorciones, degluciones, de saboreos, de repasos” (53).

En un proceso involuntario de coordinación sensorial, el archipiélago Caribe se presenta como un conjunto de relaciones que está en constante movimiento.

Las teorías académicas, así, se diluyen en el efecto archipiélago para que los cuerpos que experimentan el Caribe sean la posibilidad de estudio del efecto archipiélago. Utilizando a escritores canónicos caribeños, Quintero enseña al lector a modificar las lecturas sobre obras que son extensamente analizadas, haciendo de los objetos de estudio una herramienta que cuestione los conocimientos académicos sobre crítica literaria. La hoja de mar (:) Efecto archipiélago I es un texto que debe de colocarse en el campo de los estudios archipelágicos y filosofías anticontinentales, pues este libro proporcionaría, en mi opinión, nuevos conceptos teóricos que identifico como el efecto archipiélago, o incluso, como la brecha.  Estos conceptos servirían para estudiar no solo trabajos caribeños, sino de una forma más extensa, trabajos isleños que se ven afectados por sus experiencias como territorios sujetos a continentes imperiales, devolviéndonos, entonces, a pensar en una isla que se repite.

*Una versión reducida de esta reseña fue publicada en Voces del Caribe. Volumen 14, Número 1, Otoño 2022*

Laura García García (Islas Canarias, España 1990) se graduó con la maestría de Modern Languages con especialización en español y estudios étnicos por la Universidad de Nebraska-Lincoln (UNL) en 2020. Actualmente, es estudiante doctoral también en UNL. Sus líneas de investigación se enfocan en teorías archipelágicas y decoloniales, estableciendo un diálogo transatlántico entre el Caribe y Canarias a partir de análisis literarios y culturales.

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