Por una poética de la no-fundación:
A propósito de From the Founding of the Country, de Cristina Pérez Díaz
Cristina Pérez Díaz. From the Founding of the Country. Puerto Rico: La Secta de los Perros, 2022.
La primera vez que leí el manuscrito de lo que sería el poderoso libro de la escritora puertorriqueña Cristina Pérez Díaz, fue durante la pandemia, hace casi dos años. En aquel momento estaba leyendo a varios poetas del patio por motivo del lanzamiento de la revista Distrópika, y porque varios amigos me habían mandado sus manuscritos, práctica que aumentó durante aquellos días de encierro. De modo que cuando recibo el manuscrito, que ya lucía ese contundente título, From the Founding of the Country, fue inevitable para mí comparar el trabajo de Cristina, quien es poeta, traductora, y editora, con el trabajo de sus pares. De algún modo estaba tratando de buscarle una comunidad a Cristina y a su libro, ver con quién dialogaba, cómo se insertaba a la tradición, o al diálogo sostenido entre escritores. Pero From the Founding of the Country es un libro diferente. Desde el primer poema se sienta la pauta, el tono, el tema, el ritmo, y la razón de ser de libro. A partir de “The Garden of Limbs,” Cristina se desliza por estas páginas con pasmosa naturalidad, alejada de las trampas que seducen a los novatos, segura en su apuesta de poetizar y problematizar el proyecto de fundar un país o un poema, casi da igual. Comparto el poema en su versión original, junto a mi traducción en español, para establecer desde ya en dónde reside la diferencia de este libro que arrastra, sin ninguna presunción, el peso de un clásico:
1.
Limbs of each other.
Limbs to be remembered by no one.
We alone.
We grew a garden.
Every dead Sunday we grew a garden of limbs.
Every dead Sunday a garden of daggers in our thighs.
Not to be remembered.
That every Sunday we neglected this labor.
Of founding a country
And stayed in bed.
Each growing limbs inside the other.
And not only on Sundays.
All week long, for years.
We neglected the task repeatedly.
Even now, to be honest.
We are really just lying in bed.
2.
But the grass will forgive us.
And the sun will forgive us.
And the cow and the horse and the seagull.
And the sea more than anything will forgive us.
In fact, they’ll be pleased.
And the multiple islands at which we didn’t arrive.
They too will forgive us.
1.
Extremidades de cada uno.
Extremidades para ser recordadas por nadie.
Nosotros solos.
Nosotros cultivamos un jardín.
Cada domingo muerto cultivamos un jardín de extremidades.
Cada domingo muerto un jardín de cuchillos en nuestros muslos.
Para no recordar.
Que cada domingo negamos esta labor.
De fundar un país.
Y nos quedamos en la cama.
Cada uno creciendo extremidades dentro del otro.
Y no solo los domingos.
Toda la semana, por años.
Negamos la tarea una y otra vez.
Incluso ahora, para ser honestas.
Seguimos, ciertamente, tirados en la cama.
2.
Pero la yerba nos perdonará.
Y el sol nos perdonará.
Y la vaca, y el caballo y la gaviota.
Y el mar, más que nadie, nos perdonará.
De hecho, se complacerán.
Y las múltiples islas a las que no llegamos.
Ellas también nos perdonarán.
From the Founding of the Country es un libro diferente no sólo porque esté escrito en inglés, con excepción de la última parte, sino porque es un libro escrito, entre otras cosas, a partir de la experiencia de la lectura y del estudio. Hace poco alguien se quejaba en las redes de escritores que no leían. De cómo se notaba cuando alguien que escribe y publica, no lee, y de la tortura que implicaba meterse en esos libros. Cuando leí aquel comentario pensé de inmediato en el libro de Cristina, de cómo contradecía de rabo a cabo la posición ocupada por el escritor no lector, dado que From the Founding of the Country es, a todas luces, el libro de una estudiante y de una estudiosa de la lengua y de la literatura. No obstante, no se trata de un libro-ladrillo, tampoco es un libro de poemas académico, aunque la biblioteca de Cristina (que es la biblioteca ambulante de una estudiante) esté muy presente. La autora logra, al evocar puntualmente la tradición mediante el homenaje o anti-homenaje a figuras de gigantes, como lo son Walt Whitman, Virginia Woolf, y nuestro Manuel Ramos Otero, entre otros, crear una pieza que sentimos como un clásico de bolsillo. Anclado, pero aéreo, From the Founding of the Country se diferenciaba de los demás manuscritos que estaba leyendo en aquel momento, precisamente, por la interpelación tan directa a la tradición, y a la figura de autor que la incluía a ella, quien habitaba el libro no sólo como autora, sino también como personaje.
Siempre que escribo reseñas literarias trato de dar con un adjetivo que me ayude a ordenar mi texto. Al leer From the Founding of the Country no podía dejar de pensar en la palabra “elegante.” Y aclaro: no es un libro pretencioso, ni inaccesible; no pretende humillarte o aleccionarte. Es, diría yo, de una elegancia que conmueve, porque Cristina no improvisa, ni crea a partir del impulso. Sus poemas no parten únicamente de su experiencia personal, sino de la experiencia del estudio (que claro, es personal, pero siempre termina trascendiendo a la persona), de la investigación, de su trabajo como traductora, experta en literatura clásica, entrenada en griego y en latín, etc. Estamos ante una trabajadora de las palabras, y éste es, sin duda, el fruto de su labor. No es orgullo lo que mueve a Cristina a escribir, no es orgullo de ser o de haber estudiado esto o aquello, por el contrario, es un acto de humildad y amor dar fe de la lectura, saber que importa no sólo lo que una tiene que decir, sino que importa rescatar lo que ya se dijo: repetirlo, pulirlo, revivirlo en un contexto nuevo. En otras palabras, el amor por la lectura sobrepasa el afán de escribir, lo que desemboca naturalmente en una poética madura, evidente en este libro.
From the Founding of the Country es un libro que escucha, y esa escucha ocurre de muchas formas. Por ejemplo, en el plagio deliberado de Whitman, Woolf, Ramos Otero. La misma Cristina me confesó que había intentado corroborar ciertas partes que había plagiado y que no las encontró, de modo que no se sabe muy bien en donde empieza Cristina y en donde termina Woolf. Esta escucha y atención a la tradición es evidente también en la inclusión de traducciones de poemas de Ramos Otero en el texto. De hecho, Cristina ha dicho que este libro comenzó como un proyecto de traducción de la obra del poeta puertorriqueño, proyecto que se vio hermosamente interrumpido para darle paso a la voz de la nueva poeta que es Cristina Pérez Díaz.
Este libro debutante se soñó en un tren, en un trayecto que no sólo recorre la ciudad de Nueva York, sino que se trata del viaje interno de una muchacha de 27 años (edad cabalística en este libro) agarrada siempre del libro, la libreta, la ventana (el paisaje); es un libro (y esto me parece palpable y hermoso) escrito en una intensa soledad, (así lo confirma ella en los agradecimientos), la soledad del estudiante que sabe rodearse de libros, soledad que, también nos cuenta Cristina, la hizo pensar en multitudes. Por supuesto que se escribe en comunidad, si entendemos como comunidad a esa biblioteca portátil que nos acompaña.
La fundación del país, del poema, y de una tradición es una necesidad, un deseo, un impulso, un deber y una voluntad que recorre el libro de principio a fin. Hay una erótica, una poética, una teoría, y, una crítica de lo que implica y significa fundar. From the Founding of the Country bien puede leerse como un poema largo, dividido en 7 partes –“La cena de la víspera,” “The Garden of Limbs,” “Sunday Expeditions,” “The future of Dust,” “Parenthesis,” “To Sail!” y “Canto Primero”). En “La cena de la víspera”, se da, no un diálogo, sino un encuentro entre Platón, Ramos Otero, Whitman, Woolf, Baldwin, Derrida, y Cristina traduciendo a Ramos Otero. Desde esta primera intervención tenemos las inquietudes, las preguntas que organizan el libro, y que incluyen: la división de trabajo entre los fundadores de un país, de un estado, y los fundadores de una poética, de una tradición literaria, la seducción de las islas, el éxodo, la búsqueda de una acción (la fundación de una nueva acción) que es enfrentada en la página como la búsqueda de un verbo nuevo que satisfaga las expectativas de lo que puede ser un nuevo país (Cristina nunca habla de nación, sino de país), y de las nuevas fundadoras de este país. Se evoca también el tema de la colonización, de los efectos de la colonización en la formación intelectual del ser colonizado que, al rebelarse contra su colonizador entra en inevitable contradicción, porque lo que se rechaza es también lo propio, en tanto somos irremediablemente parte de la historia, de la realidad, de la sensibilidad, de la cultura de quienes nos colonizan.
Este libro ocurre en un domingo eterno, y abre no con el cuerpo como un todo, sino con sus partes: “limbs,” miembros o extremidades del cuerpo que sirven de abono al jardín que es el país: se funde (no sólo se funda) el cuerpo, las partes del cuerpo con las partes del país en una encomienda inusual: negar la tarea de fundar el país. Por momentos este libro parece un canto a la inacción, una “invitación al polvo” (Manuel Ramos Otero), a desparecer, a achicarse, a dar la espalda, a regresar a la cama. Contemplar la polis, y regresar a la cama…asumir cierta quietud, y fundirse con el paisaje hasta constituir el paisaje. A medida que el libro avanza, vamos descubriendo a la mujer, a la poeta, a la escritora que es Cristina: el sujeto lírico es ahora alguien que se mueve por la ciudad, que interactúa, o que evade a su amante, que resuelve problemas, avanza trámites, y que siempre regresa a la soledad del hogar deshabitado, a la tarea de escribir y traducir.
En la cuarta parte del libro, “The future of Dust,” emerge la duda, o más bien el gran reto de fundar un país a través de la fundación de un lenguaje, de una poética, y de una tradición literaria: “when all this founding of a country starts to resemble the language of bureaucrats, they can always run to bed”. El peligro de convertirse en discurso, de abandonar el deseo real humano, y sustituirlo con la falta de deseo del colonizador, y el peligro de falsear la historia real del cuerpo, de las partes del cuerpo (que es el país): “for how could they ever narrate their limbs keeping it faithful to the reality of their limbs?” Las nuevas fundadoras del país son demasiado consientes de los límites del acto de fundar, son demasiado críticas de este nuevo rol en el que se encuentran de repente y lo que hacen, desde esta nueva posición de poder, es abandonar el poder: ¿qué decirle al país, qué ofrecerle al país que espera atento el proyecto de sus nuevas fundadoras?: “they’ll shout at us, their enthusiasm, at us, the founders of this country, and we will greet them warmly in return, not knowing what else to do in this sudden position and, renouncing to the task of spectacle, we’lll ask them to go home and sleep tenderly and tend to the grass and the roses…” (97).
La última parte del libro, “Canto Primero,” está escrita en español, y esto, inevitablemente, se siente como un regreso. Cristina comenzó este libro en un tren, en un viaje desde esa otra isla (y regresamos a Manuel) que es Nueva York, y lo terminó aquí, en su país (a quien va dedicado el libro) durante la pandemia. En este “Canto Primero” que cierra el libro el paisaje que ha sido tan cuidadosamente cuidado, fundado en la página, se rebela, pierde sus formas, cobra una vida independiente a la voluntad de la poeta, que es la fundadora del país como imagen, como discurso, o contra-discurso.
No puedo terminar esta reseña sin invocar la centralidad del cuerpo a lo largo de todo el texto. Cuerpos enteros y cuerpos fragmentados, cuerpos erectos y cuerpos acostados, cuerpo como hecho ineludible, o como deshecho productivo, alimento de lo que está siempre naciendo. En el último poema, sin embargo, el cuerpo parece desaparecer al finalmente entrar en contacto con el paisaje elegido:
“pero nosotras somos nada/ llegamos y pisar la tierra nos ennada/ pero aquí es todo tan nuevo/ como para presuponer nada/ es lo que está y lo que llega / nosotras mismas, mira/ cómo vamos surgiendo en nuestros pasos…” (125).
Quiero terminar citando algunos versos que me sacudieron, del poema Sunday Song, que comienza con un verso inolvidable: “There are no verbs on Sundays/ But things do happen” (61).
On Sundays, I take the matter of justice in my hands
I
Cut the day, sharp, with neat borders
I
Draw, strict lines, with my black, fine, point
EVERYHERE
THERE IS
A SURFACE
WHERE ONE
CAN INTERVENE.
Y aquí está la labor de fundar en la poesía. Agarrar papel y pluma, saber que se está a punto de tomar la justicia en nuestras propias manos, sabiendo que SIEMPRE hay una superficie en donde podemos intervenir.
Gracias, Cristina, por intervenir con este libro maravilloso, tierno y delicado como la yerba que mece el viento, y contundente como la fundación de un país, de un verbo, del poema, del ser, y del no-ser.
Margarita Pintado Burgos (Puerto Rico), es autora de los poemarios Ficción de venado (2012), Una muchacha que se parece a mí (2016, Premio de Poesía del Instituto de Cultura Puertorriqueña), Proyecto inacabado de la ruina (español- portugués, 2017) y Simultánea, la marea (2022). Escribió junto al poeta cubano Lorenzo García Vega la novela experimental Ping-Pong Zuihitsu. Editó la antología bilingüe (español- portugués) de los poemas de García Vega, Palabras que repito (Ed. Lumme, 2017). Sus poemas han sido publicados en múltiples antologías y revistas. Dirige el espacio de poesía Distrópika. Recibió en el 2022 la beca Letras Boricuas, de la fundación Mellon. Es profesora de lengua y literatura en Point Loma Nazarene University, en San Diego, California.