Alberto Fuguet. Aeropuertos. Chile: Alfaguara, 2010 . 189, páginas
Conocemos a Álvaro y Francisca—los personajes principales de Aeropuertos—como adolescentes, esperando su vuelo de regreso de Cancún a Santiago. En ese momento, no están “en ninguna parte,” como se encarga de recordarle ésta a aquél: ya tramitaron su salida de México pero a Chile no han vuelto, y están en un no-lugar lleno de cadenas internacionales de retail y comida rápida, desprovisto de indicación alguna de su ubicación geográfica en el mundo. Los TGIFriday’s y Burger Kings donde Álvaro y Francisca (y luego Pablo, el hijo que éstos concibieron justo antes de llegar a México) se reúnen (y se enfrentan) a la medida de que van madurando son el territorio que el chileno Alberto Fuguet delimitó en su ya famoso manifiesto (escrito en 1996 junto con Sergio Gómez), “Presentación del país McOndo.” Fue ahí donde Fuguet rechazó la estética del realismo mágico y declaró que Latinoamérica está hecha también de no-lugares: condominios, Macintoshes, y McDonald’s.
Pero el Chile por el que Pablo, Francisca y Álvaro se mueven no es del todo un no-lugar; sabemos donde están—pese a todo lo “McOndo” alrededor—por el racismo y el clasismo peculiarmente chilenos que aparecen en la narración. Pablo, esperando con Álvaro un vuelo a Frankfurt para hacer un intercambio de estudios veraniego, confiesa que su “familia adoptiva” seguramente “espera que llegue con un traje folclórico y diciendo que fui torturado por Pinochet.” Francisca, anteriormente, se siente preocupada cuando Pablo se asocia con chicos, incluyendo una niña “regordeta,” que son “claramente de otra clase social…muy inferior.” Latinoamérica y Chile tendrán cada vez más sitios relucientes donde uno se puede sentir alejado de los signos culturales tradicionalmente asociados con vivir ahí—la pobreza, la gente con rasgos indígenas, y la tortura, por ejemplo—pero aquellos sitios no son para todos. Omitir los camellos del Corán no lo hará menos árabe, pero ni Fuguet se atreve a omitir lo indígena de su retrato del Chile neoliberal, por más marginales que sean sus referencias a ello.
Ahora, Aeropuertos parece estar desafiando al crítico-literario-formado-por-doctorado-estadounidense-en-Español a escribir un párrafo como el anterior. Fuguet sabe cómo los norteamericanos hemos leído sus novelas, por su pícaro guiño a los “cientos de estudiantes de colleges americanos…que…leen biografías de Rigoberta Menchú” en el aeropuerto de Cancún alrededor de Álvaro y Francisca (un fenómeno, en todo caso, bastante inverosímil, pues cualquier lector de Rigoberta que se respeta esperaría su avión no en Cancún sino en Oaxaca, si es que toma aviones y no buses). Al señalar las contradicciones de McOndo, parezco morder el anzuelo de Fuguet, probando su aseveración que a los críticos norteamericanos de literatura latinoamericana sólo nos interesan las abuelas voladoras mágico-realistas y no los personajes que vuelan, como dice el susodicho manifiesto, “porque andan en avión o están muy drogados.”
Pero Aeropuertos es más que una polémica facilona y mediática: constituye una intervención interesantísima en un debate ya muy tradicional en Latinoamérica, entre la “autoctonía” (dixit C. Alonso) de lo latinoamericano, y las historias universales que bien podrían ocurrir en cualquier parte—en este caso, la de un niño que nace de una noche de sexo impulsivo entre dos adolescentes y crece viajando entre aeropuertos para entenderse con un padre al que apenas conoce. Para Fuguet, el no-lugar ofrece un oasis de familiaridad en un terreno alienante, y un sitio neutro que acerca a dos personas entre sí alienadas: algo que un latinoamericanista norteamericano puede entender, aunque con ciertas reservaciones. Es decir: ¿cómo puede constituirse un no-lugar en un sitio donde la posibilidad de entendimiento norte-sur sea factible, sin que sea cómplice con un simulacro pinochetista de prosperidad económica de segunda mano?
Carl Fischer está cursando su cuarto año en el programa del doctorado del Departamento de Español y Portugués en la Universidad de Princeton. Su tesis se trata de la retórica del «modelo» en los discursos sobre la economía y la masculinidad en la literatura y el arte contemporáneos de Chile (Donoso, Neruda, J. Edwards, P. Guzmán, P. Lemebel, Fuguet y otros).