Pedro Mairal. Salvatiera. Barcelona: El Aleph Editores, 2010
Lo que es bello es simple, con toda la fuerza de la equivalencia. Duele reconocer, entonces, que hoy en día hemos olvidado practicar el arte de la sencillez y es por eso que Pedro Mairal brilla. El argentino ha entendido que la forma debe responder únicamente a lo que se susurra desde el fondo, que una obra verdaderamente completada es aquella que funde sutilmente lo que se dice con la manera en que se dice, y que lo demás es adorno. Mairal respira y escribe sobre un pintor llamado Salvatierra.
Tan transparente que se le puede ver en su proceso creativo: Salvatierra nace, según relata el mismo Mairal, como contraparte de Pollock, pintor estadounidense que se llega a paralizar en su actividad como pintor por exceso de exposición (una imagen suya en la portada de revistas es de culpar). Salvatierra en cambio es un pintor desbloqueado, que no para de pintar, sin el deseo de exposición. De ahí que no produzca cuadros individuales, unidades, bloques. Cabe pensar que un pintor desbloqueado, como lo ha pensado Mairal, pinta lienzos continuos, sin interrupción. Cabe pensar que el pintor es autodidacta porque necesita de la vastedad del arte amateur. Cabe pensar que un pintor desbloqueado no pare de pintar porque su tema es constante e inevitable, como en efecto lo ha considerado Mairal al hacer que Salvatierra pinte sobre su propia vida, dejando en lienzo una especie de autobiografía que durara muchísimos metros, y se extenderá sesenta años. Lo demás es lo de menos: obviamente Salvatierra tiene que expresarse visualmente porque es mudo, pero entiende la importancia del poder expresivo precisamente porque no siempre lo fue. Hubo un accidente de caballo que lo deja mudo porque vive en la provincia en donde puede trabajar ininterrumpidamente en su lienzo, y porque en la provincia se monta a caballo desde chico. Esta de más decir que su trabajo es la expresión de una vida interna activa que contrasta con su vida de bajo perfil como empleado de una oficina de correo de la ciudad. Por supuesto que su pintura es privada.
Lo que no es tan obvio es que tuvo dos hijos y que Salvatierra ya está muerto. Pero aquí ya nos tiramos al cómo se dice, que en el fondo sigue respondiendo al qué se dice porque empezamos a entender que hay en la historia dos intuiciones que corresponden a la muerte del pintor y al nacimiento de sus hijos. Primero, cabe recordar el oscuro adagio Romano nemo ante mortem beatus esse dici potest, que se traduce, según dicen incorrectamente, nadie puede llamarse feliz hasta el día de su muerte. En cualquier caso lo que expresa es la idea de que un sujeto se completa o se revela por completo, como dice Arendt, hasta el día de su muerte. La revelación según la autora se da en acción y en habla, de tal forma que la persona misma es incapaz de observarla por si sola porque se cristaliza en historia representada a partir de su huella dejada en la red de interacciones humanas. En el caso de Salvatierra, obra y vida han quedado fundidas, y el arco de su historia ha quedado representado en pintura. El mismo Mairal insiste en la importancia de la muerte del artista para la finalización de su obra, lo que queda evidenciado en la incomodidad de críticos al estudiar a artistas o escritores activos. Mairal mata a Salvatierra para poder enmarcar su obra.
Es aquí donde entra la segunda intuición correspondiente a la necesidad de los hijos. El sujeto, el pintor es incapaz de reconocerse a sí mismo porque es ciego a su propia revelación (genialmente Mairal ha hecho que Salvatierra pinte y narre los eventos de su vida sin representarse a sí mismo en los lienzos). Pero hay que esperar a que se muera para ver quién es, y el gran problema es su privacidad. Es por ello que el libro en primer plano echa a andar no desde la historia del pintor, que es el plano central, sino desde la revelación de su obra. Es fundamental, sin embargo, que los que vayan a descubrir y revelar a Salvatierra sean sus hijos, no solo por la necesidad de encontrar quien busque preservar la obra con tanto ahínco, sino por los efectos que la obra misma tendrá en ellos.
Me explico: Mairal va detrás de una idealización del artista, por lo que la obra no necesita de exposición. Su revelación a partir de la finalización después de la muerte no depende de que aparezca en un museo, sino de la activación del sujeto a través de la inserción en relaciones humanas. Como una perla cayendo en un charco, la historia, y por ende el sujeto, se da a partir del oleaje que produce. La revelación de una vida secreta de un padre es lo que activa al sujeto al afectar al hijo. Se ve una mujer que no es su madre en el lienzo que es una traición que se perdona, unas fiestas que tienen mucho de paganas y que se transforman en la fluidez del cuadro en una batalla sin nombre. Se colapsa la imagen estática y unidimensional de un sujeto mudo y pasivo, para revelarse al verdadero desde la conciencia del hijo.
Lo que falta entonces es algo que posibilite la narración, porque al final de cuentas el lector no puede ver la pintura, y las posibilidades narrativas de sus imágenes quedan filtradas por las limitaciones verbales de un texto que las describa (lo que hubiera constituido un texto aburridísimo). La solución la encuentra Mairal adoptando códigos detectivescos porque se da cuenta que la revelación, en este caso de un sujeto, posibilita historia solo cuando la narración se mueve bajo suspenso. Entonces, el autor encuentra la solución al esconder un lienzo correspondiente a un año de trabajo, cuya búsqueda de parte del hijo de Salvatierra determina el primer plano narrativo. La novela está lista y lo que resulta es una obra precisa y milimétrica, solucionada con elegancia, a partir de sencillez en su concepción y sencillez en ejecución.
Lo que asombra es la posibilidad interpretativa que le permite al lector en su riqueza. Orgánicamente, sin forzar nada, la obra evoca a Heráclito y sus angustiados adagios sobre el rio y su paradójica permanencia en el devenir. Evoca, en la descripción y naturaleza misma del cuadro que presenta escenas continuas conectadas con fluidez, transformadas, a Ovidio y la sabiduría y el misterio del cambio presentado en su . Le da claridad a la idea del destino, tema central de cualquier narración a lo largo de la historia literaria, en su concepción más perfecta: todos los eventos de una historia están implícitas en el primero sin que se puedan predecir. Es ese precisamente el valor estético que presenta la pintura de Salvatierra, la idea de un presente constante en donde no hay distinción entre presente, pasado y futuro como lo hay en el cine que requiere de la aparición y desaparición de cuadros, y en donde cada evento de una vida se muestra necesario y suficiente para el evento posterior sin tener que acudir a una deslucida causalidad.
Todo esto por supuesto desde el lector contaminado por tradición. Pero lo que logra Mairal desde su sencillez es una plática cándida con los viejitos barbudos que la constituyen. Por eso recomiendo a Pedro Mairal y su Salvatierra, porque ofrece café instantáneo al que lo visita en su apartamento en Buenos Aires, detalle que le ha dado un lugar especial en mi memoria.
Diego Azurdia (Guatemala, 1985) reparte su tiempo entre la escritura y una maestría en filosofía en su natal Guatamela, en preparación para su eventual regreso a la academia norteamericana. Estudió Literatura Comparada en la Universidad de Stanford. Lector de Faulkner, de Dostoevsky, de Rulfo, de Pynchon y de Asturias, ha tomado un reciente interés por la poesía y el pensamiento oriental.
Muy buenas las notas. Queria preguntarles donde se consiguen los libros que mencionan, ya que la gran mayoria son de muy dificil acceso. Un saludo
ay, christian, esa es un poco la ambición utópica de este proyecto, que a proyectos como éste que echan luz y crean espacios de diálogo sobre la literatura que se produce hoy en las editoriales independientes (que publican mejor literatura que las multinacionales) les sigan proyectos de distribución más eficiente. Por lo de más, los roommates son lectores viajeros de distintas partes del continente, con buenas bibliotecas.
saludos
O
Hay que pensar en la fotocopia y en el robo. Estoy seguro que Mairal me apoyaria.
Eso, eso, diego. Tenemos que hacer un Nabster de literatura, con PDF’s de todo lo que leemos. Quién se anima?
Apuntame. En epocas no heroicas, lo que nos queda como consolacion es el mandato de librar a la literatura de las terribles dinamicas del mercado. Aveces esas dinamicas resultan en situaciones absurdas. Aqui en Guate, habia que esperar varias ediciones para que llegaran al pais libros de Augusto Monterroso.
Y sí, Luis, ojalá hubiesen formas más eficientes y baratas de distribuir, lo de un Napster lietario suena genial. Si supiera ya lo hubiese hecho. Si saben de algún PDF porfa, avisen. A parte de eso, está buenísimo el proyecto.