Isabel Cadenas Cañón. Irse. España: Ediciones Vitrubio, 2010
en 15 horas he dejado mi vida
en 2 aviones
1 coche
algunas cajas
no tengo llaves.
Hace poco me propuse leer literatura escrita por autores muy jóvenes, sobretodo poesía, guiándome por la intuición, la afinidad y la amistad, y, aunque a veces quiero gritar con Gombrowitz “muerte a los poetas!”, ha sido un ejercicio divertidísimo y productivo. Así llegué al poemario Irse, opera prima de Isabel Cadenas Cañón. Este poemario utiliza lo que me parece es una posición de autor muy común en la literatura joven contemporánea. Y es la posición del escritor como una especie de improductivo social que ha perdido sus territorios y que anda por el mundo buscando más territorios para perder (los cuatro libros que he reseñado en El Roommate repiten más o menos esa posición). ¿Influencia de Bolaño? ¿Quién sabe? También puede ser porque el capitalismo, al destruirnos las posibilidades laborales de la clase media educada de nuestros padres, nos convirtió en improductivos sociales, desempleados con aspiraciones culturales, y nos puso a escapar. Éste es el punto de partida de Irse. Luego, Cadenas Cañón nos muestra cómo ese punto de partida (el escritor en fuga) implica una problemática ética en tanto presupone un corte constante con las colectividades y una aparente afirmación de individualidad, como si la voz lírica tuviera que constantemente explicar su singularidad, que se va desgarrando en la péridad de colectividades sucesivas , “que marcharse es cada vez un desgarre nuevo / en una parte de mi cuerpo / que sin embargo antes no existía”. Es decir, el escritor-en-fuga va perdiendo colectividades, y hay un fallo ético en eso en el que se le va fragmentando su propia individualidad.
En Irse esa pérdida comienza en la casa materna, el olvido de esa primera colectividad que es la familia, y a la vez cómo la familia lo empieza a olvidar uno, como sucede en estas dos bellas citas complementarias de distintos momentos del poemario que nos ocupa.
mi hermana
me dice
bajito
sabes
hay días
en los que no me acuerdo de mamá.
Y más hacia el final encontramos a la casa familiar olvidando a la voz poética, así como antes la hermana olvidaba a la madre ausente.
no quiero que el mío sea un no lugar / que Nora piense en mí / como esa prima que viene de visita / una vez por año / y siempre se olvida de traer regalos / no tener una silla definida a la hora de comer / que mi sola presencia implique / repetir conversaciones / aclarar nombres
Pero éste es sólo el comienzo de ese horror del individualismo que presupone el punto de partida de ese escritor en fuga. Lo que sigue es el distanciamiento en cuanto al dolor del otro, como si uno ante tanta pérdida de territorio y colectividad no alcanzara a identificarse con el dolor del otro. Y así me gustaron mucho los momentos en este poemario en que la autora nos enseña no sólo como se van perdiendo las colectividades que antes se tuvieron, sino cómo en los nuevos lugares a los que se llega, nos topamos con otro que sufre pero con quien, terriblemente, no nos podemos identificar, en lo que son momentos desesperantes de este poemario. Cito dos.
en el octavo piso de la biblioteca / a mi lado / un hombre llora / en otro lugar mío / me giraría apenas / lo suficiente para susurrar / ¿estás bien? / bajo este techo extraño / temo ser indiscreta / […] / si esto no es desarraigo / entonces qué.
y el otro, en la frontera de Tijuana con San Diego.
más policías empujan / a un grupo de deportados / uno de ellos / se gira lento / y me pulveriza los ojos / sabiendo que / mañana.
Es decir, ese escritor-en-fuga de Irse no es que se avergüence de sí, pero está constantemente problematizando esa especie de fallo ético mediante el cual en la noble resistencia a entrar en la lógica mercantil del capitalismo comete el fallo ético de perder territorios, colectividades y hasta la habilidad de comprender el sufrimiento de los otros. Es bastante terrible esto, y sin embargo, Irse, es un poemario con un tono casual, que nos muestra este horror con un esmalte de humor y auto-ironía que lo hace raro y lindo. Así, los dejo con este poema que creo que ilustra tanto el tono del libro como su problema principal, esa singularización tan fuerte de un yo ante la pérdida de los otros. En este poema tenemos el contraste entre el título con sentencia revolucionaria y ese yo sumido en su vanidad estética, pero también riéndose un poco de sí, mostrando su soledad, y al mismo tiempo aceptando su cotidianidad también como una suerte de revolución, una forma de vida revolucionaria. Y son todas estas cosas al mismo tiempo. El escritor-en-fuga es un idiota, un héroe y un revolucionario al mismo tiempo, y éste poemario nos las enseña todas en lo que es un perfecto tema para un primer libro.
La verità è sempre rivoluzionaria
Antonio Gramsci
Cuando me estoy pintando las uñas
y cae una sombra sobre el pie derecho
y el esmalte parece repartirse
tan uniforme
tan nítido
-esa especie de il
usoria felicidad
en la que una es conciente
de que si aparta un poco el dedo
quedará al descubierto
la gran impostura-
y aún así decido
bajo mi propio riesgo
moverlo
y en efecto
sin ningún tipo de piedad
la chapuza empieza a emerger,
la verdad desnuda no me deja otra opción
que el acetato
Luis Othoniel Rosa (Bayamón, 1985), está terminando una tesis doctoral en la Universidad de Princeton titulada Anarquismos literarios: Las políticas de la vanguardia en Macedonio y Borges. Su novela, Otra vez me alejo saldrá próximamente en Entropía (Buenos Aires).
Estimado amigo:
Sigo su publicación y admiro la forma de hacer y decir clara y directa de sus reseñas. Me pregunto si sería posible enviarle un ejemplar de mi nuevo poemario, «Donde mueren las mujeres» por ver si sería posible reseñarlo. Con este poemario me fue concedido en el mes de junio el Premio Internacional de Poesía Rivas-Covibar. Le estaría muy agradecida.
Un saludo.