Laura reseña a Eve Gil (México)

Eve Gil. Sho-shan y la Dama Oscura. México: Suma de letras, 2009.

El orientalismo mexicano desde el modernismo ha estado relacionado con el interés por explorar el vínculo entre la literatura y otros medios artísticos, sobretodo aquéllos asociados con las artes visuales. Pienso en José Juan Tablada escribiendo sobre el ukiyo-é, o en Salvador Elizondo y Mario Bellatin explorando a partir de referentes asiáticos las capacidades de la fotografía como artefacto literario. Es dentro de esta tradición que me gustaría leer Sho-shan y la Dama Oscura de la escritora norteña Eve Gil. La novela está narrada desde la perspectiva del manga y el anime japonés, y la escritura busca configurarse de acuerdo a las reglas ficcionales específicas a estos géneros visuales de la cultura popular nipona. El libro aspira a cumplir las expectativas de recepción de los más exigentes aficionados al manga. A nivel literario, el proyecto combina elegantemente una gama de géneros populares como la literatura juvenil, fantástica y de auto-ayuda, y está propuesto como una serie en tres entregas por lo que ha generado en su audiencia la emoción expectante del folletín. Sho-shan tiene una página web, fans de todas las edades, diversos playlists, un tráiler y ha inspirado distintas intervenciones cosplay entre sus admiradores. El libro se ha convertido en el punto de encuentro de una subcultura más amplia, y ha sabido articular una serie de relaciones y prácticas culturales alternativas a su alrededor. Sho-shan es un ejemplo singular de cómo el orientalismo mexicano contemporáneo se asocia con lo que podría llamarse lo global-popular, o con la configuración, a partir de los nuevos medios, de identidades culturales post-nacionales.

Sho-shan está narrada en primera persona por el personaje de Violeta, una famosa mangaka “mexicana con apariencia de china y pseudónimo japonés: Murasaki Fujita” (15). Violeta (Murasaki) decide contar desde el anime una experiencia familiar profundamente traumática: la historia de su hermana menor Lu, quien sufre de síndrome de Asperger y es acusada a los cuatro años de matar a su mejor amigo en la escuela. El suceso desencadena una catástrofe familiar que culmina con el violento asesinato de la madre de ambas niñas, Dagmar. Dagmar, que sufre de amnesia desde el nacimiento de su hija mayor –motivo cardinal del manga– es una escritora de literatura infantil, y una aficionada a la cultura nipona tradicional. Poco a poco se van revelando distintas versiones aparentemente contradictorias sobre el misterioso pasado de Dagmar que la identifican como una ex agente de la policía secreta japonesa –legado del fascismo– o como una estudiante brutalmente agredida durante la masacre de Tiananmen en la China maoísta.

Sho-shan es de cierta forma una novela autobiográfica; Eve Gil además de ser escritora, bloguera veterana y una reseñista comprometida con la difusión de la literatura escrita por mujeres (véase el ya legendario blog La trenza de Sor Juana), tiene una hija con síndrome Asperger. El uso de la autobiografía y la teorización literaria de la “discapacidad” me recuerdan a las novelas del autor japonés Kenzaburo Oé, y por momentos al mismo Mario Bellatin. Es como si sólo el espacio de la ficción pudiera dar cuenta de ciertas formas de alteridad física o social. El animé parecería representar el mundo alterno del Asperger; la lógica ficcional del género buscaría metaforizar los patrones de comportamiento o las formas de causalidad asociadas a esta condición. Por esta razón, las particularidades del personaje de Lu, y de su hermana, se explican en el texto por su condición “mestiza … mitad humana mitad anime” (104). (Resulta interesante el uso post-nacional que hace Gil de los debates culturales mexicanos). Como Oé, la autora construye un original proyecto literario a partir de la diferencia mental o social. Como en Oé, Gil explora literariamente los límites de la dignidad humana con una mezcla de crudeza y afecto.

El libro también contiene una serie de dibujos hechos por la hija de la escritora. Las ilustraciones funcionan como una especie de índice de visualización; nos sugieren cómo imaginar las texturas, los volúmenes y las expresiones de los personajes. La escritura, por su parte, es ágil, y la lectura se dispara, se consume velozmente. Creo que la velocidad impuesta por la fluidez de la prosa es uno de los mayores logros de la novela: el texto se lee ávidamente con la misma voracidad con que la imagen del animé parece por momentos devorar al ojo …

Laura Juliana Torres (San Juan 1984) es estudiante de doctorado en el Departamento de Lenguas Romances de la Universidad de Pennsylvania. Actualmente cursa el quinto año en dicha Universidad, y no hace otra cosa que escribir su disertación, Mexican Orientalism: Building a Nation on the Edge (1904-1968).

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