Sebastián Antezana reseña a Carlos Velázquez (México)

Carlos Velázquez. La marrana negra de la literatura rosa. México: Sexto Piso, 2012 

Hasta hace algunos años lo que puede denominarse como literatura de shock seguía siendo un producto considerado menor. Algunos de sus exponentes, Stephen King y Chuck Palahniuk, por nombrar un par, eran leídos concierta mirada irónica, casi siempre paternalista, una mirada que los alejaba de un centro literario pretendidamente superior y excluyente. Eso, claro, hace algunos años. Hoy esos escritores –podríamos nombrar alguno más, de varios considerados políticamente incorrectos, como el francés Michel Houellebecq, tildado de misógino, retrógrada e intolerante religioso– son abiertamente reconocidos, festejados y premiados con algunos de los galardones más importantes de la literatura occidental –Houellebecq, por ejemplo, acaba de ganar el Premio Goncourt por la novela El mapa y el territorio.

Esto dice algo sobre nuestras percepciones, sobre el estado de la cultura. ¿Somos más receptivos? ¿Más abiertos? ¿O será que nuestros días tienden a ver con buena cara los extremos, la vocación por traspasar siempre la próxima frontera? Lo cierto es que ese tipo de literatura, aquella que hace del escándalo su medio, de la provocación su meta, y de la lectura casi una prueba de resistencia para el lector, cada día gana más adeptos y más practicantes. Como se imaginará, por supuesto, dentro de esta categoría hay escritores y obras con mayor y menor grado de sofisticación, de compromiso intelectual y de propuesta estética. Veamos a un buen ejemplo de ello.

La marrana negra de la literatura rosa (2010, Sexto Piso), el tercer libro de cuentos del mexicano Carlos Velásquez (Coahuila, 1978) también podría haberse llamado algo como Elogio del mexicano estridente o El secreto escándalo de la clase media. En cinco cuentos hace alarde de una de las imaginaciones más inquisitivas e interesantes de la actual literatura en castellano, que hace de los espacios individuales, de la privacidad, de la intimidad, rincones vulnerables a la degradación que se crea en las grandes masas. Alejado de la solemnidad con la que se ha tratado continuamente los espacios privados en este principio de siglo, La marrana negra… encara las particularidades del habitante de esta post-postmodernidad con una escritura que sorprende e incluso repele, pero que para hacerlo se vale de un humor absolutamente sensible, que se entremete en los resquicios de nuestro tiempo para retratar mundos desquiciados, escenarios que son el resultado del choque de diversas subculturas, personajes que habitan inframundos que mueven a la risa y al espanto a la vez.

“No pierda a su pareja por culpa de la grasa”, el relato que inaugura el libro, es la historia de un gordo cuya mujer –tentándolo con sexo y fustigándolo con variopintos insultos– lo pone a una dieta de cocaína para que baje de peso. Eso no es todo, en una escena en que se mezclan incredulidad y sadismo, la esposa, embarazada y colmada de cocaína a su vez, acuchilla a la madre ciega del gordo para que pueda heredar una cuantiosa herencia. En “El alien agropecuario” un adolescente con un avanzado síndrome de Down se convierte en la estrella de una banda punk, Los ornitorrincos blancos de la cultura gris. Tras algunos meses de giras y relativo éxito, la banda se descompone, entre escándalos publicitarios, traiciones y sexo utilizado como arma entre sus miembros. En “El club de las vestidas embarazadas”, Damián, un clasemediero mexicano, infértil y cansado de la minucia cotidiana, se une a un club secretamente homosexual en el cual los miembros se reparten los roles de madres y bebés, y en el que se caga a placer ante la mirada y el beneplácito de otro compañero de club, quien lo limpia, lo cambia y termina enamorado de él. Eso no es todo. En un movimiento paródico, mitad homenaje y mitad burla, que Velásquez hace a El club de la pelea, de Palahniuk, Damián emigra de club en club –Alcohólicos Anónimos, Sociedad de manipuladores de cerámica, Club de enfermos terminales, Club de hombres golpeados, etc.– para escapar de su mujer, quien lo atosiga continuamente con el deseo de inseminarse artificialmente, ante lo que Damián se une al club y adopta la personalidad de un bebé. Finalmente, en “La marrana negra de la literatura rosa”, cuento que finaliza y da título al libro de Velásquez, una cerdita completamente negra y con aires de diva, hot, bitchy e inventiva, le dicta en sueños a su dueño, un homosexual cuarentón y reprimido, novelitas rosa y novelitas gay, que le conceden rápidamente un considerable éxito comercial.

Tales los personajes de este nuevo libro de cuentos del autor de La biblia vaquera (2009) que, a pesar del humor irreverente que envuelve la atmósfera entera del libro y su constante tono de sátira, no dejan de mostrase frontales y brutales a la hora de actuar y resolver las tramas de sus historias particulares. En ese proceder, en esa dinámica algo salvaje en la que se inmiscuyen constantes anglicismos y recuerdos de la permisiva cultura pop que habitamos, las personalidades y los trayectos individuales parecen abandonar el centro del escenario y ceder el primer plano a un complejo aparato reproductor de violencia y de una sexualidad masculina que se configura como un espacio sofisticado y digno de estudio. No es éste, sin embargo, un libro que privilegia una mirada antropológica, no es un estudio sobre minorías sexuales en el norte de México, ni tampoco un aparato reproductor de las modas violentas de la actual sociedad mexicana. La literatura, el hecho de contar historias, salvajes, desenfrenadas, sorprendentes, originales, es el motor puro y duro de un libro que, como se ha dicho: “está llamado a cambiar la recepción y la percepción de la literatura mexicana y sus aires de altísima cultura”. Eso, por si alguien todavía necesita confirmar que la literatura culta ya no es el centro de la cultura dominante. O, como le dicta la marranita negra una noche a su dueño: “Big man, pig man, charade you are…/ What do you hope to find/ when you’re down in the pig mine?”.

Sebastián Antezana (México-Bolivia, 1982) nació en el D.F. pero se trasladó muy temprano a La Paz. Es Licenciado en Literatura latinoamericana por la Universidad Mayor de San Andrés (Bolivia) y Maestro en Literatura inglesa por la Universidad de Leeds (Reino Unido). En agosto comienza un doctorado en Lenguas Romance en la Universidad de Cornell (Estados Unidos). Fue editor del suplemento literario Fondo Negro del periódico La Prensa y actualmente es columnista del periódico digital Oxígeno. Su obra ha sido recopilada en antologías como Conductas erráticas (Aguilar, 2009), y es autor de las novelas La toma del manuscrito (Alfaguara, 2008; X Premio Nacional de Novela de Bolivia) y El amor según (El Cuervo, 2011 – 2012).

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