Manuel Almeida reseña «Writing Puerto Rico. Our Decolonial Moment» de Guillermo Rebollo Gil

Guillermo Rebollo Gil. Writing Puerto Rico. Our Decolonial Moment. Palgrave Pivot, 2018. 116 pages

El libro más reciente del conocido poeta y sociólogo, Guillermo Rebollo Gil, Writing Puerto Rico. Our Decolonial Moment, tal vez constituya el futuro de crítica social y cultural plenamente comprometida ético-políticamente: una especie de crítica cultural pistolera (gunslinger cultural critique). O mejor, una quick draw cultural critique. Es decir, una crítica que a pesar de su urgencia inmediata y situada (de ahí su necesaria rapidez en el tiro), tiene la habilidad de dar en el blanco. Digo esto plenamente consciente de cuán torpe pueda sonar, pues la crítica rigurosa precisa de reflexión paciente y racional. Pero vamos, este libro es –por el propio reconocimiento del autor– una labor en ser torpe (awkward). No obstante, torpe (awkward) en el sentido que le otorgan ciertas activistas feministas al término, de awkwardness “as a political disturbance” (citado en la p. 7).

De hecho, este libro podría perturbar ciertas acostumbradas y hegemónicas sensibilidades académicas dada su forma compleja. Se mece libremente de discurso disciplinario a discurso disciplinario, bebiendo de cualquier pozo crítico que pueda ayudar iluminar mejor un problema social, cultural, económico o político particular en la coyuntura presente del Puerto Rico contemporáneo. De manera tal, que el autor al principio plantea:

“Thinking” in this book mines sociological, autobiographical, literary, pop cultural, and activist registers. In doing so, it takes the form of chronicle, memory, metaphor, and speculation” (p. 9).

Y podría añadirse el uso de la auto-etnografía, entre otras formas. En este sentido, Writing Puerto Rico continúa con el tipo de crítica cultural y social que vimos ya comenzada en sus dos libros previos,  Ultima llamada (Carolina: Ediciones UNE, 2016) y Los actos gratuitos (Carolina: Ediciones UNE, 2018).

Pero la urgencia de este libro no es un chiste. Puerto Rico, una colonia estadounidense por 120 años, está actualmente bajo acecho, dada la ley federal PROMESA (Puerto Rico Oversight, Management, and Economic Stability Act), que reinscribe la naturaleza colonial de la relación territorial con los Estados Unidos. PROMESA establece una junta de supervisión no electa sobre el gobierno electo de Puerto Rico que en realidad, más que mera supervisión, es una junta de gobierno y control sobre los puertorriqueños ya puede, de hecho, efectuar cambios en el presupuesto gubernamental (o imponer el presupuesto que ella recomiende), en la política pública, entre otras cosas. Los puertorriqueños llaman a esta junta de supervisión fiscal simplemente como ‘la Junta’.

Aunque PROMESA, la Junta, las políticas reaccionarias y la incompetencia del gobierno de Puerto Rico, así como la violencia objetiva y estructural del capitalismo global permean el telón de fono del libro, su enfoque está en las pequeñas cosas. No pequeñas en el sentido de sin importancia o menos importancia, sino en el sentido de esas pequeñas cosas que, cuando son puestas bajo lupa, ayudan a elucidar dinámicas de poder más amplias y comprensivas. Así, por ejemplo, Rebollo Gil acude a sus experiencias de vida personal como estudiante en una escuela superior jesuita de prestigio para elaborar e iluminar las complejidades y sutilezas implicadas en la construcción y puesta en práctica del privilegio de los blancos.

Hay un acercamiento similar cuando elabora sobre la construcción de la noción y la subjetividad de la llamada clase media en el Puerto Rico contemporáneo. La noción de una clase media es vista en uno de los capítulos del libro como una que se sostiene a través de la construcción de una frontera entre la llamada clase media, que se pretende sentir en su precariedad actual como siendo injustamente la víctima de la supuesta vagancia y falta de productividad de las clases populares que se ven como teniendo la buena vida gracias a las ayudas federales y locales. Rebollo Gil discute sobre estos sectores populares a través de la articulación peyorativa, clasista, racista y misógena del estereotipo de ‘la yal’, “a lower class, dark or darkened young mother whose sexual proclivities, lack of fashion sense, and/or questionable ethics are supposed to symbolize the gravity of our present predicament in socio-cultural terms” (p. 41). La yal puertorriqueña contemporánea es una especie de versión local de las welfare queens del reaganismo de los 1980s. En torno a estos asuntos, el autor inyecta intensidad y politiza lo que bien pudiese ser una obra teatral olvidable. Algo similar sucede cuando Rebollo discute la excelente novela corta de Rafael Acevedo, Guaya guaya (pp.53-62), en donde carga políticamente la trama y sus personajes como una manera de especular sobre el asunto de que el sujeto revolucionario no es necesariamente quien esperamos que sea, sino que bien pudiera ser un fulano cualquiera, un qualunque (un nadie, un cualquiera) que por alguna razón azarosa se encuentra llevando a cabo un acto revolucionario o políticamente relevante.

Y entonces llegamos al momento decolonial, tal como lo podemos ir articulando a través de las diversas propuestas en el libro. El momento decolonial es un momento fugaz, pero es uno que se puede plantear y replantear potencialmente en cualquier momento, particularmente en estos tiempos de –para decirlo en gramsciano– ‘crisis orgánica’, donde lo viejo muere y lo nuevo no puede aún nacer. Los momentos decoloniales parecen ser esos donde, en cualquier punto del tiempo insospechado, actos cotidianos son potenciados o cargados política o éticamente de manera tal que logran, aunque brevemente y siempre tendencialmente avocados al fracaso, interrumpir o quebrantar la normalidad (normalidad siendo el orden social hegemónico, en el que siempre hay opresores y subalternos). Digo en cualquier punto del tiempo insospechado ya que, como plantea Rebollo Gil:

“It [the decolonial moment] could easily be missed. But, though fleeting, it is both worthy and withstands repetition (on stage, in a text, and/or on the street). And it demands of us equal bursts of critical, creative thought” (p.74).

Aunque estos momentos decoloniales tienden a terminar en fracaso, pudieran no obstante servir como importante pedagogía política, como por ejemplo cuando el autor relee una huelga estudiantil universitaria fallida como importante, irrespectivamente de su fracaso, aunque sea para mostrar y poner en evidencia los límites de la impotencia (pp. 91-92). Es en parte estos actos continuos de resignificación, de re-cognition, que no necesariamente se someten a los parámetros de las lecturas e interpretaciones de la modernidad occidental lo que asocia lo que autor describe como decolonial al entendimiento del pensamiento decolonial tal como se plantea en una ya bastante abundante literatura crítica.

Hacia el final del libro Rebollo Gil cuestiona, casi como un afterthought, la supuesta autoridad de quienes, aunque no están específicamente localizados en el espacio y tiempo del autor: digamos, en el Puerto Rico pos-huracán María, en donde su localización no es sólo suya, pues como Rebollo Gil nos recuerda en varias instancias, cuando escribe lo hace desde una posición de complicidad pero manteniendo una perspectiva de un “we and I”. Cuestiona, por ejemplo, a esos académicos o “expertos” que luego de sus breves estadías para investigación, de una o dos semanas (subvencionadas por sus respectivas instituciones o grants federales), pretenden consciente o inconscientemente decirnos cómo debemos sentirnos, cómo debemos organizarnos, cómo debemos resistir, cómo debemos resolver nuestros problemas, cómo debemos entender nuestra coyuntura actual; es decir, pretenden imponer los discursos y códigos epistemológicos y hasta emocionales con los cuales deberíamos entender nuestro lugar y función dentro de la crisis actual en Puerto Rico. Por supuesto, las intenciones del autor al hacer estos cuestionamientos y críticas no nacen de una perspectiva excluyente y boba según la cual ‘si tú no vives aquí, no puedes hablar sobre esto’. Es más bien sobre cómo en la formación hegemónica presente siempre hay un privilegiar de un grupo particular que puede hablar sobre “ellos”; “ellos” (nosotros) siendo en este caso, los puertorriqueños que vivimos bajo el peso de la deuda y las políticas tomadas para atenderla, bajo PROMESA y la Junta, bajo los efectos todavía latentes del paso de María, y así por el estilo.

Esto es un libro importante, tanto por su contenido como por su forma. Ilumina, alumbra, lo que usualmente queda rezagado y marginado en el análisis social y cultural actual sobre Puerto Rico. El compromiso y el tomar partido sin pedir disculpas del autor al respecto de los asuntos sobre los que discute es muy refrescante. Es algo que uno, torpemente, extraña (porque no está) en los reportes usuales y los escritos de opinión sobre la coyuntura actual de Puerto Rico por parte de los supuestos expertos: el sentido de urgencia que la situación reclama, y el sentido de la necesidad de tomar partido para poder comprenderla plenamente.

Manuel S. Almeida (San Juan, PR, 1979), teórico político, es Catedrático Asociado de la Escuela de Ciencias Sociales y Humanas de la Universidad del Este (Carolina, PR). Es autor de Dirigentes y dirigidos: para leer los Cuadernos de la cárcel de Antonio Gramsci (Popayán: Envión Editores, 2010; 3ra Ed., revisada y ampliada, San Juan: Ediciones Callejón, 2017) y Ese idiota llamado Sócrates: teoría política, crítica, democracia (Río Piedras: La Secta de los Perros, 2014; 2nda Ed., revisada, San Juan: Disonante, 2017).

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