Juan Carlos Quiñones reseña ‘Lacónicas pesadillas’ de Pabsi Livmar (Puerto Rico)

Breve galería de horrores diminutos.

Pabsi Livmar. Lacónicas pesadillas. Puerto Rico, 2022. 57 páginas

La casualidad no existe. En estos días, cuando me ocupo de terminar algunas breves que acompañarán a modo de libro nuevo la publicación conmemorativa de los 20 años de mi primer libro “Breviario”, recibo este libro tan breve él mismo como estremecedor e impresionante. Lacónicas pesadillas comprende 25 “microficciones” (como prefiere llamarlas Pabsi Livmar, su joven y arriesgada escritora) que atraviesan un espectro de géneros cuyo denominador común es el horror profundo. Por estas páginas intensas transitan diversos seres humanos y sobrenaturales, feroces organismos microscópicos, fantasmas, monstruos y entidades incatalogables que a veces practican y otras veces son víctimas de la maldad, el sadísmo y la crueldad extrema. Estos escritos participan del horror en sus diversas modalidades de género: el horror sobrenatural, la ciencia ficción, el horror psicológico, la literatura fantástica en su expresión latinoamericana, el género gótico fantasmal, el detectivesco y el género del asesino serial, entre otros. Participando de lleno en algunas ocasiones de estas tradiciones de la literatura de terror, sorprenden por su capacidad de desencajar y problematizar dichos géneros llevándolos a lugares aún más insospechados e impredecibles. La brevedad de los relatos (cuando lo son), que por un lado me dejó con las ganas de conocer más pesadillas de esta joven, queda compensada con la necesidad que imponen los textos al regreso y a la relectura. Deshice el paquete de correo en la puerta, abrí el libro y al llegar a la mesa ya había leído varios cuentos entre fascinado, encantado y confieso que algo envidioso. Como toda la gente que está envuelta en esta locura de la escritura, me hallo sumamente ocupado en otros proyectos. Pero no puede soltar este libro desde que lo tuve en las manos hasta par de horas después, cuando ya lo había leído al menos cuatro veces corridas, en orden y en desorden, buscando claves que me hicieran “comprender” algunos relatos que me resultaron demasiado enigmáticos. Así de cautivante es el libro.

Hay varias cosas que agradezco a esta escritora, pero como practicante de la escritura de textos breves, creo que lo más agradable es que en algunos textos violenta las espectativas de comprensión cabal que el “género” tiende a exigir (coloco “género” entre comillas porque difiero de la escritora en aquello de que la brevedad sea un género, y esto es una discusión interesante que podría ocurrir en el futuro). En este sentido, algunos textos golpean contundentemente con un impacto de terrorífica comprensión inmediata. A otros tuve que volver a varias veces como se regresa en la memoria a esos lugares de pesadilla buscando los claves de la comprensión hasta que ¡zas!, un detalle, una palabra no bien ponderada antes hace encajar el todo en una súbita epifanía de terrible comprensión. Porque debo decir esto como un asiduo y antiguo lector de horrores: estos cuentos cagan. Aterrorizan no de la manera anticipatoria en la que el porvenir horrible nos atemoriza sino por la magnitud de lo terrible que acaba de ocurrir, que ha ocurrido o que ocurrirá inminentemente. Algunos de estos cuentos son antológicos. Así de bien construídos están. Pero mis preferidos tienden a ser los imperfectos, los que llevan en sus adentros un horror extremo al que se suma la angustia del no poder comprender y descubrir que jamás se podrá comprender. Nada es más espeluznante que esto.

No hay que hacerle mucho caso a la gente que escribe literatura cuando describen lo que escriben. Como los golems, los homúnculos y los engendros de científicos locos, los libros buenos escapan a las intenciones de us creadores. Desconozco si la autora hizo esta operación conscientemente, y en el fondo no importa tres carajos, pero intercalar relatos sobrenaturales con horrores humanos demasiado humanos ha sido una decisión acertadísima. Colocar manifestaciones de la maldad humana demasiado humana en el mismo nivel que la maldad sobrenatural tiene un efecto doblemente eficaz: conjura y repudia el mal humano y el mal social haciéndolo poético sin minimizarlo. Evita incurrir en la falla de hacer una literatura moralista en tiempos cuando el horror mayor es el juicio moralista sobre los hechos estéticos. En este sentido, no hice mucho caso de las palabras de la contraportada donde dice que “la autora usa el shock, lo absurdo y el terror para denunciar injusticias y abusos cotidianos”. Puede que esa haya sido su intención y puede que en algunos casos ese sea el efecto de lectura. Poco importa a mi entender. Algunos de los horrores descritos en este libro nos son harto conocidos. Hacerlos literatura los condena más que denunciarlos desde la moral. En este libro, se describen horrores de todo tipo: social, político, natural, sobrenatural e incomprensible. No se abusa de la inteligencia lectora imponiendo al lector una mirada de juicio. Un ejemplo parcial (para no agotar los contenidos de un libro corto) anunciará la síntesis que alcanza a veces nuestra autora de condensar distintos tipos de horror en un mismo texto. El primer párrafo del relato titulado “Ovarios poliquísticos” reza así:

“Huyendo de Trujillo, nos topamos con otro mal. Gimena no para de sangrar. Debe ser el estrés. Igual le ocurrió la primera vez que nos cruzamos: el amor a primera vista la llevó a derramarse en coágulos.”

Esta apertura virtuosísima nos inserta en una trama pesadillezca en la que los protagonistas comienzan su historia huyendo del terror político para adentrarse en otro mar de horrores de tipo escatológico, de naufragio y de body horror, pasando brevemente por acaso el único momento de ternura en un relato horrorosamente desesperanzador. El resto del texto es una maravilla de la elipsis y del sentimiento ineludible de impotencia y muerte inminente.

Algunos textos son más eficaces que otros y más exitosos. Algunos son excepcionales. La mayoría los catalogo de buenísimos. Este libro me transportó amorosamente en un viaje temporal y me dejó sentirme una vez más como el escritor y lector que yo fui cuando tenía la edad que su autora tiene hoy. Aquél lector voraz de ficciones inquietantes, extrañas y terribles, de Clive Barker, Stephen King, Tomasso Landolfi, ETA Hoffman, HP Lovecraft, Diamela Eltit y Clarice Lispector y nuestros Emilio S. Belaval y Manuel Ramos Otero, sin olvidar nuestra gran Marta Aponte, y a aquél escritor joven y valiente que escribía su primer libro precisamente 20 años atrás, un libro muy similar a este en forma y en contenido. La casualidad no existe.  Como escritor de textos breves, de textos de terror y de ciencia ficción, como apasionado lector de estos géneros y como amante de la brevedad, agradezco a Pabsi Livmar, y con inmenso placer recomiendo la lectura de este pequeño gabinete de inquietantes horrores.

Juan Carlos Quiñones (1972) ha publicado el libro de cuentos Breviario (2002), las novelas Adelaida recupera su peluche (2011), Bar Schopenhauer (2015) la novela juvenil El libro del tapiz iluminado (2009) y el libro de textos Todos los nombre el nombre (2012). Ha merecido los premios Pen Club, Instituto de literatura puertorriqueña y Barco de Vapor. Nació en Río Piedras. Hasta nuevo aviso vive en el residencial Luis Llorens Torres. De próxima publicación: Adelaida recupera su peluche (3era edición), Nuevo breviario (edición veinte aniversario), Cuadernos del deshielo, El misterio de Denise

 

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