Reinaldo Laddaga. Espectáculos de realidad. Ensayo sobre la narrativa latinoamericana de las últimas dos décadas. Rosario: Beatriz Viterbo, 2007. 160 pp.
Hace un tiempo, en una conversación poco más que fugaz sobre literatura contemporánea, Julio Premat dijo, como quien dice “pasame un canapé”, que a la literatura no se la podía interrogar con las preguntas consabidas, sino que era un corpus que requería sus propias preguntas; que la riqueza –y el riesgo– de su estudio demandaba la creación de un aparato crítico acorde. O eso fue lo que entendí o lo que quise entender. Y esa idea así, suelta, me quedó dando vueltas y provocó que empezara a pensar en aquellas preguntas por venir con cierta insistencia. Y además de pensar en qué preguntas podían ser aquellas, en quiénes serían quienes darían el primer paso, tirarían la primera piedra y enunciaran por primera vez aquellas preguntas. Y creo que Reinaldo Laddaga, en Espectáculos de realidad. Ensayo sobre la narrativa latinoamericana de las últimas dos décadas, hace algo de eso.
A partir de una breve serie de libros contemporáneos, señala lo que llama una “confluencia”: “la de algunos de los escritores latinoamericanos centrales (la de escritores que han suscrito algunas de las obras más complejas, novedosas, inventivas del presente) que, en el curso de unos pocos años de comienzos de milenio, han publicado libros en los cuales se imaginan –como se imagina un objeto de deseo– figuras de artistas que son menos los artífices de construcciones densas de lenguaje o los creadores de historias extraordinarias, que productores de ‘espectáculos de realidad’, empleados a montar escenas en las cuales se exhiben, en condiciones estilizadas, objetos y procesos en los cuales es difícil decir si son naturales o artificiales, simulados o reales” (13-14). He aquí entonces, en esta extensa cita, somero trazado de corpus, recorte de circunstancia, hallazgo e hipótesis que moverá el devenir del libro.
Con un sólido aparato teórico, nutrido fundamentalmente de las artes contemporáneas, enumera en la “Introducción” una serie de fórmulas en las que caracteriza algunos aspectos de la literatura contemporánea, siguiendo el modelo que inaugura parafraseando a Walter Pater, que comienza “toda literatura aspira a la condición de…”. Y, tras este pequeño esquema, claro y conciso, formula su contundente hipótesis: “nos encontramos en el trance de formación de un imaginario de las artes verbales tan complejo como el que tenía lugar hace dos siglos, cuando cristalizaba la idea de una literatura moderna” (21). Y lo que va a hacer en los siete capítulos que siguen es, de alguna manera, combinar la exploración de lo estrictamente contemporáneo con una cercana arqueología que contribuye al trazado de “este imaginario en formación”.
Los capítulos, articulados en un continuo fluido, tejen una trama en la que los nombres se suceden y convocan imágenes y producen nuevas conexiones: Borges, Lezama Lima, Pitol, Sarduy, Rothko, Marion, Leiris, Arenas, Vallejo, Lamborghini, Pasolini, Noll, Lispector, Aira, Bellatin, Seghal, Beuys, and so on. Algunas relaciones son más cómodas de entender a la primera y otras, inesperadas y reveladoras.
Uno de los aspectos que más me interesó de su propuesta es el giro que mucha de la literatura que recorre genera o aspira a generar en la posición del lector en relación con la obra o, quizá no sea incorrecto decir, con el libro. Esta profunda alteración del estatuto del lector se instala, me parece, en el núcleo de ese “trance de formación”. Y, si bien asume que el punto de partida es una hipótesis anclada en el escenario concreto de una especie de ahora mismo, creo que no sólo propone algunas claves de lectura para algunos contemporáneos sino que también traza extensiones de estas claves “hacia atrás”, como si estas claves aparentemente circunscriptas a la condición posmoderna, retrospectivamente no dejaran de ser altamente productivas (un ejemplo sabroso es el de Borges, 37-38).
Este libro, que da continuidad a Estética de la emergencia, fue escrito, según el autor, paralelamente con éste y fueron publicados en años consecutivos (posterior a estos libros, Laddaga ha publicado Estética de laboratorio, 2010, donde parece arremeter en la continuidad de sus exploraciones). Tal como explica en la “Introducción”, hay algunos aspectos complementarios entre los dos libros escritos simultáneamente. Asimismo, confiesa que su discurrir se basa en material trabajado para clases que ha dictado, lo cual hace de Laddaga un ejemplar de aquello a lo que la academia aspira, de aquellos que preparan sólidas ideas y las desarrollan en profundidad antes de compartirlas en un aula (adjudicarle la condición de rara avis sería, quizá, excesivo). De ahí el tono por momentos marcado por una oralidad que no peca de simpleza sino que establece constantemente la solidaridad con el lector; las preguntas retóricas o escenas casi dialógicas de las que este texto está hecho invitan a recomponer la puesta en escena de las ideas. Y, tal vez como parte del mismo afán, invita, desde el inicio, a “prolongar las líneas de lectura […] en otras direcciones, agregar otros componentes a esta constelación o familia de escritores” (23).
La sensación de comodidad con la que Laddaga integra variados abordajes en su acercamiento a la literatura contemporánea me hizo pensar en la idea, que algunas teorías lingüísticas defienden, de que cuantos más idiomas habla una persona, más “apertura” tiene para adquirir otros; es decir, que cuantas más lenguas domine, más fácil le será incurrir en otras. Hice esta asociación al leer esta prosa, escrita en un lenguaje que se nutre de muchas fuentes, con preeminencia de la crítica de cine y del arte contemporáneo, pasando por numerosas obras literarias. Laddaga, hábil conocedor de muchos lenguajes, tiene una disposición iluminadora para volver la mirada sobre la literatura contemporánea y hablar, cómodamente, sobre ella.
María Julia Rossi nació en Rosario, Argentina, donde estudió Letras en la UNR y Teatro y actuación en la Escuela Nacional de Teatro y Títeres. Vivió cuatro años en Barcelona, España, donde llevó a cabo diversos trabajos mercenarios relacionados equívocamente con la literatura o –más precisamente– con el mercado editorial y tuvo ocasión de viajar. Ahora vive en Pittsburgh, Estados Unidos, donde trabaja y aspira a obtener su título doctoral en la University of Pittsburgh. Como parte de sus investigaciones allí, actualmente lleva adelante un proyecto de entrevistas a narradores contemporáneos.
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