Giselle reseña a Francisco Ángeles (Perú)

Francisco Ángeles. La línea en medio del cielo. Perú: Revuelta, 2008

Poética del Nebuleo

Imaginemos que el cielo se cubre de nubes y que difícilmente percibimos la continuidad de un rayito de sol. De pronto,  ese cielo se despeja, y ahora es tanta la claridad, que tampoco se puede ver bien lo que hay. Y luego la noche, la oscuridad, las estrellas y un astrólogo que intenta descifrar el juego de los dioses. El astrólogo, impotente ante tanta nebulosa, decide dejar de mirar al cielo y asentar los pies sobre la tierra. Entonces cambia de profesión y se convierte en detective. Este astrólogo de lo terrestre encuentra que el acontecer prosaico no es menos confuso que la bóveda celeste.

            La línea en medio del cielo, de Francisco Ángeles, demanda lectores que también tengan vocación detectivesca; lecturas atentas que puedan recoger los trazos de sentidos posibles, a riesgo de contagiarse de la paranoia de los personajes, e incidir, como con gusto me ha sucedido a mí, en la exquisita sobre-lectura.  Lo cual supone un éxito en la conspiración que es más bien una competencia por marear al lector ante la proliferación de historias que se rozan, se solapan, se tapan y se destapan. ¿Pero, quiénes son los contrincantes? La propuesta surge de un grupo de jóvenes disidentes para quienes lo sospechoso es lo no sospechoso: «Crear una noticia, algo que les sirva a ellos, pero también a nosotros. Una             noticia que recubra lo real, una historia que se cuente sola que llegue por sí misma a la población. Una historia que no sea narrada por el gobierno.  Aunque ellos crean que sí.»

            La historia se escribe. Descubrir al autor de la historia tras la voz que narra, requerirá un poco de investigación, sin garantías. Pero puedo adelantar que alguien acepta el reto y muestra que él también no sólo puede escribir, sino llevar a cabo una historia atractiva que compita por la atención. La novela abre con una crónica roja: «Los exámenes practicados a los cuerpos revelaron una intensa actividad sexual previa; por la posición en que se encontraron los cadáveres, no fue posible asegurar que dicha actividad hubiese sido suspendida después de efectuados los cortes». ¿Para qué tal conspiración? Y la respuesta es inquietante: «para quitarle ese poder de gran narrador»,  por puro juego, porque  «Su propósito se seguirá cumpliendo, pero más allá de su dominio.» Pero el autor de la conspiración no es un simple imitador de crónicas policiales, nos muestra que sí es capaz de producir este tipo de narrativa, pero que en realidad es capaz de mucho más… Leo y quiero saber más, quiero saber de quiénes son esos cuerpos que yacen ensangrentados, y lo que encuentro es otra historia, que dobla la apuesta, más confusa que el crimen. Y encuentro un viejo que quiebra el orden temporal con tal intensidad que  vuelve a realizarse en su  juventud-adulta, que a mí me parece más bien adolescencia: demasiada ansiedad invertida en un juego, en una conspiración cuyo fin está en sí misma y que es tan tonta como grandilocuente, como inteligente y respetable. Un viejo que juega al horóscopo o algo así. Puro nebuleo, del malo, de «cuando están buscando pelea y están como tramando algo, mirándote mal y eso» (definición sacada de internet) y, sobre todo, del bueno (de más lúdica maldad, mirándote bien y eso).

Giselle Román se graduó de la Universidad de Puerto Rico en el 2005. Estudió Universidad de Buenos Aires y actualmente es una estudiante doctoral en UPenn.

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