Luis Moreno Caballud reseña a César Rendueles (España)

César Rendueles. Sociofobia: El cambio política en la era de la utopía digital. España: Capitán Swing, 2013. 206 págs.
*Esta reseña fue originalmente publicada en el recién nacido blog del autor (colaborador de El Roommate por varios años) Culturas de Cualquiera*

SociofobiaMil gracias a César Rendueles y a quienes han hecho posible este libro. Son muchas las cosas que me parece que hace bien, con una generosa “prudencia”, con una sabiduría práctica no basada en principios generales sino en la experiencia, como la que, dice, les suele faltar a los “expertos” en ciencias sociales. Mencionaré tres de ellas, que son las que a mi más me han ayudado. La primera, insistir una vez más, como se viene haciendo desde el feminismo y desde otras tradiciones (por poner un ejemplo: Vidas Precarias), en la centralidad de la vulnerabilidad y los cuidados mutuos como lo que constituye al ser humano y da sentido a la ética. En segundo lugar, desmontar la pretensión totalizadora y autoritaria del “formalismo” de las ciencias sociales (y de los proyectos políticos que pretenden “aplicarlas”) en nombre de, como se dice en la última frase del libro, “la cotidianeidad de las relaciones comunes que ni hoy ni nunca alcanzaremos a entender plenamente”. Y en tercer lugar, proponer el diseño de instituciones políticas concretas para un postcapitalismo basado en los cuidados mutuos y en esa cotidianeidad que no cree en las recetas universales de sabios y expertos.

Precisamente porque me parecen estas y otras cosas (desde luego los análisis del neoliberalismo y de la tradición antagonista) que hace el libro tan importantes y atinadas, me preocupan doblemente otras que no acabo de ver tan claras. Con toda sinceridad y con ganas de que haya algo común en juego, más allá del Like or Unlike :-) , quería plantear algunas dudas pensando Sociofobia como un libro que sale en 2013 en el estado español y que está circulando ampliamente en ámbitos politizados, y por supuesto, en medio del huracán neoliberal que sigue y sigue.

Rendueles dice:“La gente siempre necesita comida, abrigo, cuidados y un lugar donde caerse muer­ta. ¿Es razonable someter esas necesidades estables al azar del mercado?”. Por la crítica que hace a las pretensiones de los saberes de las ciencias sociales, me parece que el libro también nos está diciendo algo así como: “La gente siempre necesita, además, pensar y hablar, dar sentido a lo que hace y a lo que le pasa. ¿Es razonable dejar esas necesidades al azar del consumismo intelectual?”. Y ¿qué es el consumismo intelectual? No quiero simplificar, pero entiendo que algo así como el someter nuestras necesidades intelectuales colectivas al espejismo de la preferencia personal, al consumo como satisfacción del deseo de un yo autista, incapaz de percibir que él mismo no existiría sino fuera por sus relaciones de interdependencia. Este sometimiento y esta ceguera no es algo que pase porque sí: el consumismo -el intelectual y el consumismo en general-, es un dispositivo político que forma parte de ese violento proyecto de ingeniería social que es el capitalismo. Un proyecto que se legitima, en gran parte, mediante la existencia de élites intelectuales a las que se les supone una capacidad exclusiva de proveer el conocimiento necesario para esa ingeniería social, y, a las que por extensión, se les otorga la misión de pensar por los demás. El consumismo intelectual, me parece, ya no es la fe ciega en estas élites de Expertos e Intelectuales, pero, ¿no es un poco cómo si la plebe a la que se le había prohibido pensar lo hiciera ahora por fin, pero siempre en los mismos términos del Experto o el Intelectual? ¿no es el consumismo intelectual una interiorización del elitismo intelectual por parte de los excluidos por él?

Me gustó mucho ver que Rendueles decía en una entrevista que la gente hoy no odia a los ricos sino que “se odia a sí misma”, porque “ha interiorizado el odio que las élites decimonónicas tenían a las masas”. ¿No hemos interiorizado también, complementariamente, la voluntad de parecernos a esas élites, a esos seres excepcionales con autoridad excepcional para pensar?

Pues bien, simplemente, si esto es así, me parece que la cultura digital ha sido y es, durante estos años de la crisis neoliberal en el estado español, una herramienta que sirve para contrarrestar ese elitismo generalizado, y por tanto para luchar contra el consumismo intelectual, que está en el corazón del capitalismo. Seguro que no a todo el mundo le sirve para eso, pero, a la gente que se sintió afectada por el 15M y en general a la gente afectada por el clima de politización, ¿no nos ha ayudado Internet a librarnos de la tutela de los Expertos y los Intelectuales elitistas y a dejar de intentar comportarnos como ellos? ¿No nos ha servido para explorar formas de pensar no basadas en la autoridad excepcional de individuos supuestamente superiores? ¿No nos ha ayudado Internet, como dice Marga Padilla, a “confiar en la inteligencia de cualquiera”? ¿Y, precisamente por eso, no se sigue utilizando constantemente Internet como una herramienta necesaria en procesos de deliberación común que intentan contribuir, de forma más directa o indirecta, al diseño concreto de instituciones postcapitalistas (ejemplos: EnRed, Fundación de los Comunes)?

¿Me equivoco? ¿Estoy seducido por el ciberfetichismo? No sé, me parece que quizás en el libro tampoco se acusaría a estas experiencias concretas de ciberfetichismo, porque se reconoce que en el 15M, y una vez la gente ya está en la calle, “Internet se ha convertido en un arma formidable” y que la red “está jugando un papel importante en este movimiento”. Eso sí: “porque hemos redescubierto la fuerza de los encuentros cara a cara y de los compromisos”. Sin entrar en si la red ha ayudado a producir ese redescubrimiento o no, (yo creo que en muchos casos sí; pero sé que es esencial para la explicación del “ciberfetichismo” afirmar que no), Rendueles sí parece reconocer entonces que la red es importante para movimientos que, como él dice, se hacen cargo de “una parte significativa del programa anticapitalista”. Ahora bien, lo que me sorprende es la poca atención que dedica a esta importancia de la red para movimientos de los que puede surgir el diseño de instituciones postcapitalistas, frente al aluvión de argumentos sobre el “ciberfetichismo” que puebla el libro. Sobre todo cuando, como Rendueles no puede dejar de saber, para mucha de la gente afín a estos movimientos (afectada por el “clima” 15M), la red (o más bien ciertas zonas de la red que a menudo no se separan claramente del mundo analógico) son no sólo una herramienta útil, sino algo de lo que están orgullosas y que construyen con honestidad y generosidad cotidiana (generosidad que, a menudo, ellas mismas tratan de convertir en instituciones permanentes, para que no dependa del altruismo).

De verdad que no quiero hacer un canto a la unidad ni a la armonía. Pero a lo mejor si estamos tan “solos en la ciudad” a veces no es sólo por el neoliberalismo, sino también porque tendemos a extremar nuestras diferencias ¿”teóricas”?… ¿Por qué? ¿Por una especie de fidelidad a un análisis de la realidad –en este acaso a un análisis del “ciberfetichismo”? ¿No hay otras maneras mejores de cuidar de la gente con la que estamos tratando de construir instituciones postcapitalistas, basadas precisamente en el cuidado mutuo y la igualdad, que advertirles sobre los peligros de un espejismo que, por lo demás, no parece haberlas seducido? Me parece que el deseo de construir instituciones estables e igualitarias que hagan justicia a nuestra interdependencia material, y no sólo colaboraciones altruistas espontáneas y esporádicas, está ya bastante generalizado. Pero incluso si hay gente en los movimientos que cree que Internet y la conectividad digital van a solucionar todos nuestros problemas, quizás la persistencia y el aumento de la precariedad y la violencia estructural (desahucios, miseria laboral, desmantelamiento de lo público, etc, etc) se encargan ya por si mismos de elaborar la crítica más contundente a esas posiciones idealistas.

El análisis del ciberfetichismo como una ideología legitimadora del consumismo que hace Rendueles me sigue pareciendo importantísimo, pero no sé si lo es tanto para la gente que va a leer el libro con simpatía, con ganas de hacer algo juntos. Pensar y escribir es como cocinar. Rendueles nos hace un guiso suculento, es extremadamente generoso. Pero no sé si al hacer el guiso ha pensado mucho en la gente que probablemente se iba a acercar a probarlo. Me sorprendió no encontrar en el texto citas de gente que está diciendo cosas muy parecidas desde muy cerquita (sobre ética de los cuidados o sobre financiarización neoliberal, por ejemplo). Es una pena, porque me parece que si el argumento sobre el ciberfetichismo hubiera ocupado menos espacio y energía, probablemente las conversaciones en torno al libro hubieran sido más interesantes.

No sé, quizás desde lejos es difícil ver estas cosas con claridad, y van mis disculpas por adelantado en ese sentido. Quizás todo esto lo digo porque estoy lejos: soy uno de los miles que viven fuera de Xpain pero intentan no sólo estar “conectados” sino “comprometidos”, en el sentido de Rendueles, con los procesos de transformación política de allí (de una forma que a veces solo puede consistir en comprometerse con otros similares aquí). En cualquier caso, desde aquí lo que veo en Sociofobia es una oportunidad estupenda para pensar, como hace Rendueles, en cómo podemos librarnos de ese consumismo que nos hace seguir sometiéndonos a “expertos” y a políticos en los que ya no creemos. Algo que, y creo que él lo admitiría, implica dejar de querer ser nosotros mismos “expertos” autoritarios o autoridades intelectuales para los demás. Esto es bien difícil. Me parece que en los entornos políticos de los que podrían surgir las instituciones postcapitalistas tienden a reaparecer constantemente, y más aún según se intensifica la ansiedad electoral, dinámicas competitivas y autoritarias, que llevan a concentrar tanto legitimidades como odios exagerados en individuos concretos. Cuando se trata de pensar y escribir, estas dinámicas parecen multiplicarse, como si todos tuviéramos muchas ganas de admirar el talento excepcional de unos pocos y de acomplejarnos mucho todos los demás. Estoy de acuerdo con Rendueles: necesitamos instituciones concretas que hagan justicia a nuestra interdependencia, también en cuanto seres intelectualmente interdependientes.

(me parece que el anti-elitismo que fomenta a veces la construcción de arquitecturas descentralizadas en Internet, combinado con normas sociales que exijan compromiso, podrían se buenos andamiajes para instituciones abiertas a cualquiera que cuiden y reconozcan la interdependencia intelectual, pero esto ya lo dejo para otra vez :-) ).

Luis Moreno Caballud (Barcelona, 1976) es un participante en el movimiento 15M y en Occupy Wall Street, y profesor de literatura y cultura contemporánea española en Upenn (Philadelphia). Investiga sobre las transformaciones culturales producidas por la implantación del capitalismo neoliberal en España. Publicó una novela y varios cuentos, y comparte su investigación en Culturas de Cualquiera. Para El Roommate ha reseñado a Silvia Nanclares y a Ricardo Piglia.

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