Jeff reseña a Junot Díaz (República Dominicana-New Jersey)

Junot Díaz, La breve y maravillosa historia de Oscar Wao, 2008, 368 págs
Junot Díaz es el autor de un libro de cuentos, Negocios, compuesto de cortos relatos de la vida de una familia dominicana emigrada a los Estados Unidos en los años 90.  Autobiográfico en su mayor parte—Díaz se trasladó de Santo Domingo a Nueva Jersey a los 7 años—el libro nos coloca dentro de la experiencia inmigrante con una economía y brutalidad narrativa que hace pensar en un Hemingway spanglishizado, fascinado por una violencia física y emocional que se registra sin parpadear, bofetada tras bofetada y puteo tras puteo, los mejores (o peores) puteos siendo en español, como corresponde.  A diferencia de los típicos libros sobre los “latinos” en Estados Unidos, Díaz no trabaja directamente el difícil proceso del traslado y aculturación sino que pasa indiscriminadamente entre el lado de allá y el lado de acá, como queriendo decir que el campo dominicano será distinto a los barrios urbanos de Nueva Jersey, pero la vida dominicana será siempre igual, llena de arrojo, de desconfianza, de golpes inútiles y pasiones a flor de piel.
En la primera novela de Díaz, La breve y maravillosa historia de Oscar Wao, que salió en inglés en 2007 tras once años de silencio artístico por parte del autor, estamos ante el mismo universo dominicano-americano de deseos frustrados y violencia inacabable, solo que ahora el escenario tiene un trasfondo histórico y mítico: la carnicería desatada por la Era de Trujillo, que se remite a su vez a una antigua maldición de la época de la conquista.  El heróe (pues la novela imita a ratos el vocabulario del género fantástico a lo Tolkien), Oscar Wao, llegó de niño a Nueva Jersey como el narrador de Negocios, pero Oscar es la antítesis del dominicano donjuanesco, un nerd al que le encanta la ciencia ficción, un virgen gordo que vuelve a Santo Domingo no para “encontrar sus raíces” sino para que le hagan un polvo, un clown desesperado que se mete sin darse con un policía mafioso que parece la encarnación actual de los agentes del Servicio de Inteligencia bajo Trujillo. La maldición, que no deja tranquilo a los dominicanos y que viene, como el español, a jodernos a todos, se llama fukú y debe pronunciarse en inglés como la frase “Fuck you”.  Con este guiño al lector que yo calificaría de metaliterario vulgar, ya empezamos a tener una idea de lo que hizo Díaz durante esos diez años de silencio.  Leyó bien a David Foster Wallace—y tiene las notas de pie para probarlo—leyó (y desconfió de) La fiesta del chivo de Vargas Llosa, la negativa indudable de este libro y un panorama realista del Trujillato al que Díaz trata de combatir, preguntándose con el narrador: ¿qué se parece más a los géneros fantásticos que la dictadura misma?  El duro realismo de Negocios ha dado lugar a un estilo más irónico, alucinado, distanciado.
Lo que queda del Díaz de Negocios es ese talento lingüístico que se empecina nada más que en redefinir el spanglish como la lengua poética de la contemporaneidad.  La voz de Yunior, el narrador y amigo de medio tiempo de Oscar, mezcla los caribeanismos con el slang más bajo del hip-hop con un lirismo repentino e inesperado, algo que se aprecia en su descripción de la diáspora dominicana, “from the richest jabao in Mao to the poorest guey in El Buey, from the oldest anciano sanmacorisano to the littlest carajito in San Francisco.”  La traducción al español, de la poeta cubana-americana Achy Obejas, es admirable, pero el libro es un artefacto multilinguistico, y a mi juicio sería mejor husmear el original que leer la novela entera en traducción (como lector gringo y rioplatófilo, muchos de los dominicanismos se me escapan). Oscar es el héroe, pero el verdadero protagonista es el lenguaje.  Cada idioma es un modo de ver, decía Borges, y como diría Oscar en su jerga de ciencia ficción, el spanglish de Díaz es el mejor de los modos posibles.

Jeff Lawrence (Utah-California-México-Amherst-Montevideo-Princeton, 1983) se resiste a escribir su propia biografía. Es uno de esos gringos raros, con un acento en español tan perfecto como ilocalizable, consumidore incontrolable de literatura, amante del Río de la Plata, y roommate consecutivo de dos puertorriqueños. En mañanas de resaca lo he visto leer a Pynchon, a Borges, a Piglia, a Faulkner, a Henry James, y siempre, siempre, a Bolaño. Escribe una tesis sobre el concepto de experiencia en narradores de las dos américas (entre ellos Walsh, Bolaño, Kerouac y Bukowski)  en el departamento de Literatura Comparada de la Universidad de Princeton.

5 comentarios sobre “Jeff reseña a Junot Díaz (República Dominicana-New Jersey)

  1. Gracias por reseñar una de las mejores novelas que he leído en mucho tiempo, Jeff.
    Coincido contigo en la valoración de que el lenguaje es lo más notable. En él se juegan todos esas tensiones de «traslado y aculturación», de encrucijada de caminos y lenguas, de una manera mucho más profunda, sutil e inteligente que cuando se los relega a una trama narrada en un lenguaje sin matices ni conflictos.

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