Sayak Valencia. Capitalismo gore. Madrid: Melusina, 2010. 240 pgs.
«Los narcos. El machismo. Silicone Land. Whores-Barbie´s Factory. Armas de alto calibre riéndose a carcajadas. This is Tijuana…El primer y el tercer mundo. La frontera. El Infierno…You can get whatever you can pay…Ciudad de negocios. Niñas vírgenes for sale» (13-15)
La corriente de ideas en “Spanglish”, palabras e imágenes chocantes se van intensificando para despertar una sensación quasiapocalíptica. Cuando empiezo a leer la introducción del “libro-ensayo” Capitalismo gore, de la filósofa, crítica, activista feminista y performera tijuanense Sayak Valencia, en mi mente se mezclan letras de canciones de Manu Chao – como su famosa “Welcome to Tijuana” – con las voces de raperas feministas como Ana Tijoux, Caye Cayejera o Rebeca Lane. Con la impresión sobrecogedora que crean las imágenes en la portada y en los capítulos iniciales, “Advertencia/Warning” e “Introducción”, Valencia no busca escandalizar al lector. Más bien prepara el campo temático que luego desarrolla en la parte principal, concisa e informativa. El libro termina con una sección titulada “The very beginning”, un testimonio de la realidad gore, que retoma el estilo surrealista de las primeras páginas.
Valencia no pretende enseñarnos que todos, con distinto grado de conciencia, participemos en un sistema “postcolonial in extremis”, construido a través del hiperconsumismo (y la frustración) sostenido por el crimen organizado, la violencia hacia el ser humano y por el (narco)-dinero. Otros teóricos y teóricas han estudiado el conflicto entre la organización neoliberal de la sociedad y la vida humana. Sayak se refiere a Judith Butler, y es muy probable que podría dialogar también con Silvia Federici sobre este tema desde la postura feminista. Pero también es interesante leer algunas observaciones de García Canclini sobre la globalización y la cultura de consumo en Latinoamérica de las últimas décadas junto a Sayak como una base amplia en cuyos huecos encajan algunas ideas radicales de la mexicana.
Valencia está consciente del surgimiento de diálogos que buscan una salida de la amenaza representada por el discurso capitalista para la sostenibilidad de la vida. Sin embargo, llega a la conclusión de que para hacer frente a la “dimensión sistemáticamente descontrolada y contradictoria del proyecto neoliberal” que llama capitalismo gore (19), las salidas que proponen los “nuevos movimientos” no han desarrollado un discurso apropiado.
Valencia expone la realidad gore cruda, tal como es, analizando los procesos cruciales para el funcionamiento de la lógicas mercantiles y políticas neoliberales (legales e ilegales): frente a esta realidad ultraviolenta es nuestra responsabilidad reflexionar sobre estos procesos (¿quién dice que la ética ha pasado de moda?), y desarrollar un nuevo tipo de discurso, de perspectiva, y de organización social relevantes para enfrentar la lógica neoliberal. Y, efectivamente, Valencia propone herramientas discursivas para hacer frente al capitalismo radicalizado desde la perspectiva transfeminista y transhumanista. La autora emplea un lenguaje que le permite denunciar las relaciones de explotación entre el Primer Mundo y el Tercer Mundo (preferencia terminológica de la autora) y las estrategias que desarrolla este segundo bajo las lógicas globalizadoras del capitalismo.
La respuesta ante este mando ético por parte de los desfavorecidos, es un cuestionamiento: ¿No Dañar?, y una aseveración: no recibir más daño, o participar del daño como ejecutores y ya no (sólo) como víctimas. (78)
Capitalismo gore maneja una terminología llena de neologismos, superlativos e híbridos. Con “híbrido” me refiero a algunos términos prestados de otros ámbitos artísticos y literarios y adaptados a un contexto específico, como el término “gore”, procedente de la cinematografía, que representa la violencia extrema; o “endriago”, monstruo o personaje que toma prestado del Amadís de Gaula para referirse a los monstruosos “empresarios del crimen”. Con estos últimos y con los neologismos del campo del terror (narco-/necropolítica, biomercado, necro-/narcoempoderamiento, ultraviolencia, sobreespecialización en el crimen, etc.) Valencia desarrolla un estilo original y coherente y, en mi opinión, el único discurso eficaz y apropiado para acercarnos críticamente a este contexto, que ella ve como un “estado de emergencia”.
Tijuana, la ciudad “postmortermna”, personifica las contradicciones y perversidades de las dinámicas entre el “Este lado y el Otro lado”, no solamente en el caso de la frotnera mexico-estadounidense, sino al nivel global. Se trata de una ciudad donde el criterio absoluto de valor, incluso el valor de la vida humana, es la ganancia, y donde las herramientas de empoderamiento no se interpretan dentro de los mismos límites morales que han funcionado hasta los años noventa. No es suficiente utilizar las mismas estrategias filosóficas y lingüísticas para hablar de Tijuana. Capitalismo gore, a pesar de mantener al lector en un estado de paranoia, lo despide con cinco ideas principales y claras, que reflejan los cinco capítulos teóricos centrales.
1. El capitalismo se ha establecido globalmente y crecido de una manera descontrolada, extrema y deshumanizante. Los valores éticos y vitales se han redefinido según las lógicas mercantiles neoliberales que tienen como un único principio generar ganancias y acumular poder. El dinero y el poder, consecuentemente, se convierten en las únicas referencias de estatus e identidad. En la sociedad hiperconsumista, la mafia se considera un nuevo tipo de empresario (cuidado, hablamos de un nuevo tipo de piratas, más que de la “Old School Mafia”, cuyas técnicas de ejercer poder hoy ya han pasado de moda). Las drogas presentan una mercancía extremadamente rentable. La circulación del narco-dinero, entre los lugares de producción, tránsito y consumo, encarna la lógica neoliberal. El narcotráfico se convierte en la empresa crucial para el funcionamiento del Estado Mexicano. El Estado-nación pierde el control y su capacidad de generar el sentido de pertenencia, y cede al Mercado-nación.
2. La globalización en el mundo en vías de desarrollo se refleja en una desintegración al nivel de la comunidad, de la organización política, laboral y la carencia de recursos. Esta situación precaria lleva a los individuos afectados a participar del crimen, y redefine la concepción de trabajo, normalizando la violencia como una opción válida y hasta deseable. Surge una nueva clase social “criminal global” o el “proletariado gore”, ya que las clases más desposeídas pierden su capacidad de mantener relaciones de solidaridad y pertenencia. El valor del cuerpo humano (la mano de obra, el tráfico de mujeres, niños/as u órganos) se mide en términos de mercancía, y los cuerpos mutilados y sacrificados se convierten en el medio de comunicación entre carteles y pandillas.
3. La lógica de la ganancia está estrechamente vinculada a la cuestión de la identidad nacional mexicana patriarcal. Valencia explica que la masculinidad juega el papel importante para la auto-identificación de los hombres, y está en el centro de las relaciones sociales. La pérdida de oportunidades laborales presenta una amenaza a la virilidad. El miedo de fallar en su papel de proveedor económico justifica la participación del hombre en el crimen.
4. Los medios de comunicación y la industria del entretenimiento se benefician de la violencia. La televisión sirve las imágenes carniceras con los tres platos diarios de frijoles y la violencia gore se infiltra en nuestra vida a través del cine, la música y los videojuegos. Al glorificar de esta manera las entidades criminales no sólo se normaliza la violencia, sino que se refuerza esta identidad en los consumidores tanto primermundistas como tercermundistas.
5. Finalmente, Valencia propone la organización de todos los sujetos subalternos o minoritarios en una alianza concebida como transfeminismo, un pensamiento que redefine las ideas de distintos feminismos e incluye también a todos los individuos al margen de la hegemonía capitalista patriarcal. Valencia apunta la fragilidad y descentralización de estas estructuras y precisamente en las fracturas ve una oportunidad para repensar el capitalismo y para aportar un nuevo discurso transfeminista junto con prácticas más sostenibles. La revolución de Valencia no se halla en la guerra, sino que busca una vía alternativa de (co-)existir como seres humanos que nos aleje del sistema aplastante, heteropatriarcal e hipercosumista. Esto puede ser posible con tal de que se deconstruya la hegemonía patriarcal y se creen identidades nuevas que permitan una perspectiva pluralista, posiblemente la que proporcionan movimientos progresistas como el movimiento queer.
Un lector novicio en este campo filosófico-literario es capaz, a través de este libro, de entrar a niveles profundos en la temática de la violencia, la globalización del mundo bajo la lógica neoliberal, el crimen organizado y los distintos feminismos. Capitalismo gore es una oportunidad para familiarizarnos, por un lado, con otras teorías y observaciones formuladas por varios teórico/as reconocido/as (podríamos tomar este trabajo como una fuente excelente de referencias para un estudio más enfocado en el área) y, por el otro, con abundantes ejemplos casi tangibles de estas realidades. El arte de Valencia se encuentra en relacionar ambos en un trabajo equilibrado que nunca falla en sostener su tesis. Esto no quiere decir que uno no tenga que hacer un esfuerzo mental para seguir el texto, que en sí es bastante teórico, pero la intención de la autora tampoco es hacer pura academia (¡y de ninguna manera venderlo como un melodrama barato!). Más bien utiliza el campo académico para abrir un nuevo espacio para defender la sostenibilidad de la vida frente a la necropolítica hegemónica.
En Capitalismo gore, Valencia aclara los procesos backstage, evidencia ejemplos concretos y entrelaza lógicamente uno con el otro y todos con la tesis principal. Asimismo, Valencia plantea múltiples preguntas, tanto las pragmáticas como las ontológicas y morales, así que los lectores nos podemos dedicar a reflexionar sobre las realidades patológicas que nos rodean y repensar nuestro papel en este “ecosistema del sistema” desde la responsabilidad colectiva. Aunque los argumentos parezcan repetitivos, de cada página uno se puede llevar algo: ya sea una revelación de relaciones ocultas, de datos paralizantes, o una síntesis brutalmente des-engañosa. El mercado pide sacrificios, la violencia y la muerte se han hecho omnipresentes de tal manera que el ciudadano está forzado a negociarlas constantemente. Un concierto de la banda Molotov o la película Traffic pueden crear, de manera superficial, una impresión similar al mensaje de Valencia. No obstante, insisto en que la ventana que abre la autora a la realidad gore ofrece otro nivel de experiencia, informativa en su lógica implacable, y propone un discurso capaz de defender su lugar en el siglo XXI, el “post-siglo” de la violencia.
Parece que, de alguna manera, el subconsciente en distintas comunidades está despertando para entender que la globalización organizada radicalmente por la lógica neoliberal no puede sostener a la sociedad sin sacrificios enormes (e intolerables), sin un ataque a la vida. Las narraciones subalternas de la globalización en el arte independiente de las estructuras del mercado de pop-culture reflejan este llamado a abandonar el discurso machista, como lo hace Sayak Valencia en Capitalismo gore. Las metáforas que aporta el arte paralelo o subalterno, como opina por ejemplo Canclini, son las pocas expresiones culturales que mantienen la capacidad de representar la experiencia de la globalización como la viven los sujetos marginalizados – opresiva, caótica, y dolorosa -, y subvertir así la versión glorificadora del proyecto neoliberal como les conviene a las elites. Aunque apenas están surgiendo las armas discursivas para hacer frente a la dictadura del mercado neoliberal, tomando como ejemplo el rap feminista o el rock de Centroamérica y poniéndome los lentes transfeministas para leer estas narrativas, me puedo imaginar que la realización de una retórica subversiva y la invención de nuevas subjetividades latinoamericanas que busca Valencia están al alcance.
La radicalidad de la violencia nos sitúa en el filo, en la transmutación de una época que exige que revisemos nuestros conceptos clásicos, que sacudamos las teorías y actualicemos. Lo encarnizado del capitalismo gore no deja más salidas que la creación de nuevos sujetos políticos para el feminismo, es decir, «un devenir mujer entendido como ruptura con el modo de funcionamiento de la sociedad actual», que logre tejer alianzas con otros devenires minoritarios y se proponga en respuesta a «un modo falocrático de producción de la subjetividad – modo de producción que tiene en la acumulación de capital su único principio de organización» y en el cual se ancla el devenir endriago y el capitalismo gore. (175)
Martina Barinova (Prerov, República Checa, 1990). Estudia su maestría en University of Nebraska-Lincoln, donde está enseñando como teaching assistant. Espera graduarse en 2017 con una tesis de máster sobre El rock nicaragüense como un espacio para crear subjetividades disidentes en el sistema neoliberal.
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