[Nota del editor: Esta reseña, escrita en agosto, iba a ser publicada el sábado después del azote del Huracán María en Puerto Rico en Septiembre 20.]
‘Sin más esperanza que la pronta recuperación de lo que en verdad sentimos’
A propósito de Residente del lupus
Lo último, primero
Lo último sería que prohíban este libro en las escuelas. Que un ejército de empleados de mantenimiento pinte por sobre sus versos grafiteados en las paredes de cada plantel. Que expulsen a estudiantes por formar círculos de lectura subterráneos. Que para justificar la represión, la Secretaria de Educación cite, en conferencia de prensa, del informe policial detallando el número de ejemplares hallados en mochilas confiscadas durante la manifestación del pasado primero de mayo.
Lo último sería que la mala fama de este libro lo haga número uno en ventas. Que se agoten las librerías donde el libro ya estaba agotado. Que surjan libreros, hechos a mano, repartidos por toda la ciudad, con ejemplares gratuitos para el público lector. Que efectivos de la Policía de Puerto Rico se la pasen desmontando anaqueles entre Río Piedras y Santurce.
Lo último sería que los federales asuman jurisdicción. Que digan que el autor es primo político de Filiberto Ojeda Ríos y que le encanta hacer bombas con linternas de mano.[1] Que los círculos literarios locales se afanen por asilarlo, por azularlo, por lograr que pase desapercibido bajo el cielo, con su melena al viento. Que hacer poesía signifique ser cómplice. Que se es cómplice o se es agente. Que todos los llamados poetas en el país carguemos con linternas en las manos.
Información confiable
Residente del Lupus es el segundo libro de poemas de José Raúl González, Gallego. Fue publicado en el2006 por Isla Negra Editores. Su primer poemario, Barrunto (2000), es punto de partida para gran parte de la poesía puertorriqueña contemporánea—en particular, aquella llamada ‘urbana’ o de ‘performance’. Residente del Lupus es un chispi menos conocido, o menos leído, o la gente que habla de poesía en el país habla un chispi menos de él. La primera edición incluye un breve prólogo de Federico Irizarry Natal, y tiene un comentario de Irizelma Robles en la contraportada. Bajo el comentario aparecen cuatro fotos pequeñas del autor; más pequeñas que las fotos tamaño pasaporte. Con estas fotos, el autor jamás podría soñar con salir del país. Cumplen, por tanto, otra función. A mi ver, lo hacen lucir cercano.
Residente del Lupus está compuesto por 19 poemas. Como dato curioso, La Bodega sold dreams de
Miguel Piñero también tiene 19 poemas. No hay—que yo sepa—una sola referencia directa a Piñero en este libro. Sin embargo, la gente que habla de poesía en el país, cuando hablan de Gallego, a menudo lo comparan con Piñero. Miguel murió en el 1988, apenas un mes antes de que muriera Jean Michel Basquiat. El primero, del hígado. El segundo, de una sobredosis. Ambos murieron en la ciudad de Nueva York. Gallego nació en 1974. Según él, la poesía llegó a su vida a los veinte años en Nueva York. Llegó en la forma de un pedazo de madera incrustado en la cabeza, seguido por una visita al quirófano. Sobre escribir poesía, escribe Gallego: “es lo mismo/ que tener un overdose/ y no decírselo a nadie.”[2]
Un disparo, el primero
En su comentario de contraportada, Robles escribe: “[c]oncibo este libro como un disparo y una terapia, contra el poema malogrado y nuestra habitual prestancia para desconocer el sufrimiento.” Donna J. Haraway, en Staying with the Trouble, le hace eco a Irizelma—aun cuando seguramente desconoce la obra de Gallego—al catalogar el presente global como “times of…unprecedented looking away.”[3] Según Haraway, entre las tareas esenciales del hoy está aprender a estar verdaderamente presente para pensar/confrontar la destrucción del mundo y de la diversidad de seres que hacemos residencia en él. De ahí que un disparo y una terapia sean las imágenes perfectas para acercarnos a este libro. Ambas dependen de una intención específica—de un querer estar en el momento preciso ante la persona indicada— para alterar dramáticamente las condiciones de vida. La condiciones que enmarcan la poesía de Gallego son estas:
A los 29 años descubres
los paraísos no son permisos
que duran toda la vida
que odias el robo del mar
que amas el naufragio de los erizos
que la AMA es una amante impuntual
que el gobierno es un circo de tres pistas
que la ternura se muere de a diario
que nos empujan al desamor
para que escupamos lágrimas de animal herido
como los primeros intentos de un graffiti.[4]
Hoy día Gallego tiene 43 años. No obstante, sus descubrimientos se sostienen. Se repiten a diario en la forma de chamaquitos asesinados a tiros, de comunidades desplazadas, de acoso policial y persecución política. De la muerte del primo, del lupus de la madre, y de la cotidianidad de la abuela que los sobrevive y vela por la vida del poeta. La poesía entonces se reduce a hacer un inventario íntimo-colectivo donde el autor le hace culto a lo poco que tiene, hasta “vaciarse como un pez globo” para sentirse “terráqueo, escrito.”[5] Leo de su inventario:
Y mi abuela fumaba Winstons hasta que un día
le abrieron el pecho porque estaba lleno de humo.[…]
Y mi primo Charlie ya tiene seis años
de haber desaparecido del barrio,
nadie sabe a ciencia cierta su nuevo domicilio.[…]
Y las escuelas públicas no tienen libros,
ni directores, ni público que las defienda.[…]
Y no hay planes de construir una escuela de cine
ni se sueña el sueño donde se construye.[…]
Y hay deudas impagables
como también hay bares de putas
y carritos de papas asadas hipotecados.[6]
A ver. En estos tiempos de austeridad, de la renuencia gubernamental a definir y defender ‘servicios esenciales’ para la población, a quién/ a dónde se acude para terapia. ¿Cómo pagarla? ¿Cuántos disparos bastarían? ¿Contra quiénes? ¿Desde dónde? De momento, se me antoja mirar las fotos del autor al dorso de su libro como si sacadas de un afiche de ‘se busca’ en el tablón de anuncios del cuartel más cercano. Porque este es el tipo de cercanía que la poesía de Gallego provoca—la de un agite anunciado, la de una sublevación latente en los versos más brillantes y cortantes jamás escritos entre Santurce y Nueva York desde que Piñero murió. Y a pesar de que no hay en este libro referencia directa a Piñero, encuentro esta: “un muerto que se gobierna a sí mismo/ con la profundidad de sus palabras y resiste.”[7]
Un disparo, el segundo
Hay quien podría decir, sin mucho riesgo a equivocarse, que Barrunto es mejor libro. Que contrario a la apreciación de Irizelma, hay en Residente del Lupus al menos un par de poemas malogrados debido a lo trillado de sus imágenes o a causa del desinterés que la imprecisión en algunos de sus versos delata: “Soñé que en Hato Rey nevaba/ y los tecatos se morían/ de algo más frío que la muerte.”[8] Que hay, por otro lado, poemas verdaderamente brillantes atados a finales demasiado fáciles, lamentables. La última estrofa de Requelio #54, por ejemplo, lee así: “Y créame que no la enterré,/ que no le tiré tierra encima:/ sólo estas palabras/ y alguno que otro silencio.” Yo lo leo y sospecho que las últimas dos líneas son añadiduras del editor. Aunque lo cierto es que los poemas que compusieron este libro en el 2006 eran ya clásicos de las noches de micrófono abierto allá para el 2002-2003, cuando el poeta buscaba hacer su cuento un chispi más largo y estiraba el poema para ocupar más tiempo al micrófono. Aun así, uno siempre quería que Gallego se quedara más tiempo leyendo. Uno estaba siempre más que dispuesto a escuchar, semana tras semana, el mismo cuento:
Cuenta el poema
que una noche
miles de cangrejos invadieron
el apartamento de una mujer divorciada
que trabajaba de enfermera
en un hospital de Hato Rey,
que el calor y la amenaza de una guerra futura
los sorprendió durmiendo.
Los cangrejos no mediaron palabras,
se propagaron como el Virus invisible
de no saber a qué atenerse.…Cuenta el poema
cómo la mujer divorciada, hecha una fiera,
logró llegar hasta la habitación de sus hijos
para ponerlos a salvo,
cómo atravesó el mar de cangrejos
como si atravesara todos los veranos
que había vivido,
como si cruzara esa línea invisible
donde el amor es un clima impredecible, desajustado.[9]
Si bien Barrunto es mejor libro, Residente del Lupus, hoy día en Puerto Rico, es una lectura mucho más urgente. Este libro ‘urge’ en el sentido que le da Haraway al término, y explica: “I name these things urgencies rather than emergencies because the latter word connotes something approaching apocalypse and its mythologies. Urgencies have other temporalities, and these times are ours.”[10] Para disparar y para sanar. Para imaginarle notorias historias de resistencia a libritos de 19 poemas que jamás de los jamases serían prohibidos en nuestras escuelas porque apenas se sueña el sueño donde se asigna el libro en nuestras escuelas. Aun así, sus lectoras existen, como también existen las mochilas confiscadas en protestas y el espacio que encierra cada mochila cargada por quienes se lanzan a la calle a causa de una deuda impagable, a confrontar “un gobierno que olvidó/ que el paraíso era parecido a la isla.”[11] Es tiempo pues de soñar este sueño, de establecer nuestra residencia en él para estar verdaderamente presentes en el tiempo y espacio en que vivimos.
La manera más hermosa de estar presente es el “estoy contigo” de Gallego en Santurce “donde los políticos han creado un plan/ para repoblar la ciudad/ con nuevas unidades de vivienda/ que comienzan en los 183,000 dólares.”[12] Este plan existe, por supuesto. Y no solo en Santurce. Y por cifras absurdamente más altas que esa. Y ver una cifra así hoy día en Santurce—en cualquier parte del país— es lo mismo que tener un overdose y no tener a quién decírselo. Parte de la vida bajo la crisis es esto: no tener a quién decirle ni con quién estar, sentir que hay un plan diseñado en tu contra y no saber cómo apalabrarlo, a dónde ir a denunciarlo. Residente del Lupus llega pues a las manos de sus lectoras como esa misiva escrita hace más de una década atrás por alguien que se atrevió a soñar el sueño donde nos urgía recibirla.
Lo primero, último
Escribo este ensayo como una carta de amor para el autor que me enamoró de la idea de descubrir la poesía a los veinte años, o de no morir antes de tiempo, o de habitar el país poéticamente; quiero decir, valientemente. Hay una cita de Basquiat que recoge mi sentir en torno a la obra y la ‘figura’ de Gallego. Dice así: “I feel like a citizen It’s time to go and come back a drifter.”[13] La primera vez que escuché a Gallego leer un poema al micrófono fue la tercera ocasión en que acudí a un open mic para escucharlo. Las primeras dos veces no llegó. Algo de mí pensaba entonces—y aún piensa—que él desaparecía por rachas porque le era necesario desacostumbrarse de las normas del mundo para nunca desconsiderar a quienes habitaban—y sufrían—el mundo. Gracias a él, aprendí que todo acercamiento a la poesía conlleva la búsqueda de una persona, o de sus huesos, o de los cuentos y recuerdos que otros tengan de ella. Quiero decir, que gracias a él aprendí que la poesía tiene en común con el amor ser el amor también.
Tengo la costumbre de leer Barrunto y Residente del lupus al menos una vez al año para rendirle culto a lo mucho que tengo de él. Todo lo que tengo de Gallego cabe en mi mochila. Y si bien mis primos políticos tienen vínculos con la clase política del país, su poesía me orienta hacia otras formas de hacer política. A ver. ¿En qué manos mi linterna de mano?
Guillermo Rebollo-Gil (San Juan, 1979). Autor de los poemarios Veinte, Teoría de Conspiración, Sobre la Destrucción, Sospechar de la Euforia, Flores nacidas de la astucia y Poetry is Silly, entre otros. Entre sus libros de ensayos y crónicas se encuentran Última llamada y Amigos en todas partes: En defensa de los agitadores. Para El Roommate también ha reseñado a Kevin González, a Juan Carlos Quiñones (Bruno Soreno), y a Rafael Acevedo.
Bibliografía
Basquiat, Jean Michel (2015). The Notebooks. Princeton: Princeton University Press.
González, José Raúl (2006). Residente del lupus. San Juan: Isla Negra Editores.
Haraway, Donna J. (2016). Staying with the trouble: Making kin in the Chthulucene. Durham: Duke University Press.
[1] Sin título, 33-34.
[2] Y Latina, 17.
[3] Staying with the trouble, 35.
[4] La estación hostil, 56.
[5] De mining of de landscape 1
[6] Y Latina, 17-18.
[7] El muerto del río Sena, 42.
[8] El grito, 36.
[9] Residente del lupus, 25-26
[10] Staying with the Trouble, 37.
[11] Vieques 1, 32.
[12] Estoy contigo en Santurce…, 51.
[13] The Notebooks.
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