Pablo de Cuba Soria. Inestable. Miami: Editorial Silueta, 2011. 100 págs
Casi nunca verifico mi caja de correos. Anuncios publicitarios, cupones de descuento, ofertas de tarjeta de crédito, cuentas a pagar. Nada que valga la pena realmente. Pero hoy me despierto (tarde) y mientras me tomo un café me entero (vía facebook) que una muchacha en Atlanta lee un libro inestable en compañía de un gato (que supongo) igualmente inestable. Bajo hacia mi caja de correo. En medio al papeleo de siempre, el paquete que (me) esperaba: Inestable, último poemario de Pablo de Cuba Soria (que de Cuba no lo es sólo en el apellido). Confieso, con alguna vergüenza, que el envío del libro lo solicité yo misma, tras haberme chocado con una reseña recién publicada por José Prats Sariol en el Diario de Cuba. O casi eso. Al autor tuve el placer de conocer el año pasado, aquí mismo, en Texas, en una conferencia que más que una conferencia fue un encuentro de poetas y de poesía. La muchacha, por cierto, también estaba presente. El gato no.
Abro el paquete, diviso la portada. Negro sobre lo pajizo. O tal vez al revés. Olas que se hacen telas que podrían ser partituras musicales. O olas de sonido. Todo muy elegante. “Para Ingrid Robyn, estos poemas que ‘perdieron’ su centro”, dice la dedicatoria. Inmediatamente pienso en Sarduy, el de las nuevas inestabilidades, de la retombée de la elipse kepleriana sobre las elipsis de la poesía, el Sarduy del descentramiento, del Big-Bang. Hace algún tiempo estuve leyendo a Sarduy con intensidad. Hace algún tiempo dejé de leer a Sarduy, sin nunca haberlo dejado del todo. Abro el libro.
Empiezo por el último poema, “Inestable”. Ars poetica de la buena, en forma-contenido. Versos largos, vertiginosos, donde una palabra precipita la otra, donde cada sílaba alimenta una aliteración, donde cada fonema parece impulsar el mismo poema, donde la ausencia de mayúsculas y puntos finales, la proliferación y los (incontables) anacolutos, obliga al lector a comulgar con “el tono lingual que se ancla en amarradero de nervios” que le imprime a sus poemas Pablo de Cuba.
Vuelvo al inicio del poemario. El libro está dividido en tres partes, ordenadas bajo el criterio cronológico (¿cronológico, realmente?): “País sin gramática [2005-2007]”, “Gago mundo [2007-2009]” y “Significante [2010]”. La primera se compone exclusivamente de poemas en prosa, en los que el autor (des)dibuja la gramática de un país inexistente en el que (destrozos de) lecturas y (abundantes) referencias a la música desfilan al lado de fantasmas y recuerdos isleños (una isla-ciudad que no siempre es Cuba), sin olvidar la “pronunciada ceguera/gaguera” de la vieja izquierda. La segunda y tercera secciones se componen de poemas en verso, prevaleciendo los versos largos y (siempre) entrecortados. La segunda de esas secciones, centrada en el yo de un poeta (gago) y su entorno (¿tartamudo?), tal vez sea la más rica de Inestable. En la última sección prevalecen los poemas de carácter meta-lingüístico (que a la verdad atraviesa toda la obra), resaltándose el trabajo con la disposición de los versos en el blanco de la página.
Hay algo de Sarduy en esos poemas, por supuesto, quizás más el Sarduy de textos tempranos como La Playa (“te acuerdas?”), que el de Big-Bang. Pero los que componen Inestable no son poemas sarduyanos. Huellas de José Kozer (autor de la contraportada del libro), reducido tal vez el catálogo de árboles y de cuerpos (pero preservados un flamboyán y un par de tetas). Acaso algo de Juan Goytisolo también, su gesto traicionero frente a la nación-idioma, su corporificación de la escritura. Pero mientras más me adentro en el libro (nacionalismos aparte), más recuerdo a Haroldo de Campos, el de las Galáxias y la cibernética, de la poesía (en prosa) concreta y los versos harmónicos, de los vagueos/divagueos por ciudades que no son ciudades sino (pretensos) recuerdos (imágenes) hechos históricos (de palabras). Haroldo de Campos que también está en Sarduy, y que antes estuvo en Joyce, en Pound, en Cummings, citados por el mismo Pablo de Cuba. “He resultado una mala copia de obras silentes que enfermaron los ojos de abuela por los años veinte”, dice el poeta.
Pero no hace falta hacer un recorrido de toda esa “tradición musical”, neobarroca si se quiere, para apreciar los poemas que componen Inestable. Y es que Inestable es, de por si, un gran poemario, poemario cuya gran estrella (sun set aside) es ante todo la palabra, el sonido: “inestable engranaje de cadencias y silabas”, “ordenanse folios en derivación de la materia o / por derivación los sonidos del índice chasqueado”. Eso, es Inestable.
Me abstengo, tal vez por incompetencia, tal vez por no haber tenido todavía el tiempo de digerir bien la lectura de este “invento de gagoparlantes”, de hacer un inventario más detenido de los temas (imágenes) que recoge el poemario (los poemas, “guayaba indigesta” de “países sin lengua”, son difíciles, deleitosamente difíciles). Inestable, al final, no es tanto la vida (o el recuerdo), como el lenguaje (las palabras); descentrado (aislado) no es tanto el poeta (“qué es exactamente un país que no existe y crees gagueada sus palabras – una gramática de frases cortadas coartada a que ellos tu aislamiento entendieran, tu carencia de perfil para grandes empeños”) como esos poemas cuyo referente casi se pierde en un desfile de palabras (fonemas) que parecen bailar a su propio son, “razón de ruidos en descomposición de centros” divagando (gagueando) en un ritmo ininterrupto (tartamudo) que, me parece, es el gran logro de esta obra.
“Gramática de un país inexistente”. Cierro el libro recién abierto (ya tan garabateado), y pienso: “Esto, está cabrón”.
Post scriptum: en lo que concluyo esta reseña me meto otra vez en facebook. El autor juega Pacman. 111630 puntos, buen score. Regreso a mi preadolescencia en un país inexistente con/sin gramática, cuando me pedían para escribir ensayos argumentativos y yo me salía con piececitas de pretensa poesía en prosa (o prosa poética pretenciosa) atiborradas de juegos de palabras. Me pregunto a qué horas Pablo, el de Cuba, gagueará sus poemas.
Ingrid Robyn (São Paulo, 1981) es estudiante de doctorado en el Departamento de Portugués y Español de la Universidad de Texas, Austin. Actualmente, se dedica a la escritura de una tesis provisionalmente titulada Rostros del reverso: José Lezama Lima en la encrucijada vanguardista, y una novelita paródico-policiaca que jamás llegará a publicarse. En su tiempo libre se dedica a la bloguería, además de coleccionar cajitas de madera y gatos callejeros.
Sagacidad y extrañamiento ante sus propias apreciaciones, precisas referencias y sobre todo «concretistas» sugerencias en las que no había pensado y tiene razón… Excelente recensión, digna de «Inestable». Felicitaciones a Ingrid y éxitos en su tesis sobre Lezama.
José Prats Sariol
Muchísimas gracias! He tratado en lo que pude de no restringirme e reproducir sus palabras. En cuanto a las referencias, cada uno se las inventa conforme su archivo de lecturas. Y al final de día, el logro es todo de Pablo. Bello poemario.
Saludos,
Ingrid
Great sshare