Luis Othoniel reseña a Mar Gómez (España)

Mar Gómez Glez. Cambio de sentido. España: Paréntesis, 2010. 119 páginas

Pensemos en una complicada novela de intrigas que justo en el final, cuando estás apunto de conocer la clave que desarrolla todo el conflicto de la trama, te demuestra que la clave no importa, que las “casualidades tienen un papel mucho más importante que la voluntad”. Un thriller sicológico que empieza con un hombre en una celda siendo entrevistado por su psiquiatra y que termina con el paciente aclarando que toda la historia que ha contado a lo largo de la novela no es más que una reflexión sobre su vida que nada o poco tiene que ver con su crimen y su encierro, y que tranquilo te dice:

Hay años para ser vividos y otros en cambio para entender lo que se vive. Que no los hagan creer que hay que esperar a la vejez para reflexionar. Párense cuando lo necesiten. Es posible que de viejos sólo les apetezca babear y ver la tele”.

Es decir, imaginemos una novela de intrigas en la que la resolución al conflicto narrativo es una arbitrariedad azarosa y no una voluntad malvada, heroica o trágica. En la mayoría de los casos esto sería una novela tramposa que rompe las reglas del género con el que ha pactado, porque en el género de intrigas todo tiene que ser fatal, necesario y nada puede dejarse a lo azaroso y lo contingente. Cambio de sentido, la primera novela de Mar Gómez, comete esta trampa. Nos resuelve con una contingencia lo que nos vendía, a lo largo de la novela, como una fatalidad (omito spoilers). Y, sin embargo, debo advertir, en honor a la verdad, que soy un pésimo lector del género de intrigas porque me importan muy poco las tramas cuando leo novelas, y me preocupo más por las imágenes, y en el caso de Cambio de sentido, la imagen desplaza a la intriga, y se hace mucho más interesante que ésta. Mar Gomez nos regala una casualidad. Una mujer, una actriz, la hija de dos activistas ecologistas, representa en escena La hija del aire, tragedia de Calderón de la Barca que termina con la actriz convirtiéndose en alcatraz, sólo que en ésta representación la actriz se mueve como si sus alas estuvieran estancadas en petróleo, atrapadas en el mar, en vaticinio de su muerte. “Creíamos que se trataba de un homenaje de la compañía a la tragedia petrolera [el desastre ecológico del naufragio del petrolero Prestige en las costas del Cantábrico]”, y así la actriz, cuyo nombre siempre cambiante en la novela va de Null, a Semíramis a Andrea, se convierte, sin proponérselo en todo un símbolo del movimiento ambientalista y más aún, “el espíritu expansivo de nuestro tiempo”. Por supuesto que parte de la intriga de la novela es tratar de entender si la actriz realmente está comprometida con el desastre ecológico que le ha costado la vida miles de pájaros o si la «historia” de su tristeza tiene otro origen.

Y aquí hago a la novela mía. Sólo nos podemos conmover ante una catástrofe cuando está cerca o cuando la acercamos a nosotros. Lo catastrófico tiene que apelar tanto a nuestra humanidad como a nuestro presente para conmovernos. Pensemos en la extinción de los dinosaurios, la extinción de todo un mundo animal, como catástrofe. Difícilmente nos conmueve, y sin embargo, es una catástrofe que rentabilizamos todos los días. ¿No es el petróleo mismo la ruina y testigo de esa catástrofe natural? Lo que hace falta para que una tragedia lejana de nuestra humanidad y lejana de nuestro presente, nos conmueva, son historias que nos enlacen, narraciones que vinculen nuestro presente, humano, con ese pasado no-humano. Así, Cambio de sentido es una novela que despliega una curiosa anxiedad por unir muchas historias, desde los Asirios (la reina Semíramis )y los primeros relatos escritos en la historia del hombre (Gilgamesh incluido), a una catástrofe petrolera, desde la tragedia de Calderón hasta la historia de las migraciones de los alcatraces al norte de Francia en las costas de Bretaña, y ante todas las historias se impone la imagen de una mujer en su interrumpido devenir animal. Tal vez ése es el «espíritu expansivo de nuestra época», una anxiedad por expandir las historias hasta que lo unan todo, hasta contarlo todo, que nos unan y enlacen con lo no humano, y en ese sentido el uso que hace Mar Gómez del movimiento ecologista funciona mejor como metáfora que como política, en tanto el ecologismo más duro (el que ya no está interesado en la sobrevivencia del ser humano) es una manera de contar una historia desde un punto de vista no-humano, el relato de una catástrofe que sufre un otro que está fuera de nuestro radares de empatía y por medio de esa historia, hacerlo conmovedor. El probelma, por su puesto, es que las historias, unas encima de otras, nunca terminan de encajar, y seguimos contándolas una y otra vez para ver si finalmente logramos hacer que encajen y nos conmuevan, pero nunca terminamos de resolver la trama.

Tamaña idea tuvo Mar Gómez en su primera novela para hacer una novela de intrigas muy de género que está sostenida en ésta vertiginosa teoría literaria que es casi anti-tética a éste género que exige una resolución definitiva y fatal de todas las historias.  Así, los dejo con varias citas que creo que ilustran bien la relación entre esa ansiedad de hacer que las historias encajen y lo (no)humano.

Haces que encajen las piezas de una forma que me gustaría creerte (88) No me gustaba la gente que daba más importancia a las historias que a las personas (89) Las historias se colocan unas sobre otras, así somos. Así construimos nuestra propia existencia. Somos como los gatos -decía Ángel –. Los gatos domésticos no saben que son gatos, creen que son personas y que los gatos son otra cosa. Pero los gatos no tienen ni mitos, ni espejos, no se pueden contar su historia; nosotros sí. (90) Occidente es hijo de una zoofílica (108)

Luis Othoniel Rosa (Bayamón, 1985), está terminando una tesis doctoral en la Universidad de Princeton titulada Anarquismos literarios: Las políticas de la vanguardia en Macedonio y Borges. Su novela, Otra vez me alejo saldrá en los próximos meses en Entropía (Buenos Aires). Para El Roommate ha reseñado a Sergio Chejfec, Mara Pastor, Margarita Pintado, y Lorenzo García Vega, Romina Paula, e Isabel Cadenas Cañón.

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