Mayra Santos Febres. Mujeres violentas. Puerto Rico: Ediciones Alayubia. 2023. 128 páginas.
Para sobrevivir en el caribe, las mujeres deben cultivar, si se puede, cierto exceso de testosterona, estar listas para ser la cabeza del hogar y asumir las riendas de la familia, la calle, el negocio, el país. Quienes crecimos en los pueblos del mar hemos conocido su poderoso matriarcado. Hemos visto, por ejemplo, que del mismo cuerpo sale el golpe y sale el abrazo. Son muchos los hijos sin padre, pero a nadie le falta madre, hermana, abuela, tía, madrina. Claro que no hay que romantizar la entereza del mal llamado “sexo débil”. Ante el abandono del estado, la comunidad, la familia, y la pareja, la mujer desarrolla una poderosa coraza física y psicológica que la convierte en alguien capaz de eliminar, si se lo propone, al más peligroso de sus oponentes.
Es sobre esa premisa, sobre esa fuerza creadora y destructora que es, que puede llegar a ser, una mujer, que se construyen los potentes relatos del libro Mujeres violentas, de la escritora puertorriqueña Mayra Santos Febres. Desde el título, simple y contundente, anticipamos la intensidad de estos once cuentos que exploran el espinoso lugar de la mujer dentro de una sociedad violenta que se ensaña particularmente con el cuerpo, ambición y deseo femenino. Con una escritura cruda, íntima y sensual, el paisaje caribeño aparece en todo su esplendor y en toda su decadencia de la mano de una de sus autoras más celebradas, quien regresa al tema del cuerpo y el género con la inteligencia y el desparpajo de siempre, logrando capturar el drama y la contradicción de ser una mujer supuestamente libre.
A lo largo de toda su obra, Santos Febres ha problematizado, potencializado y politizado lo femenino, poniendo de relieve las relaciones entre erotismo y poder, así como las distintas negociaciones en las que incurre el ser dentro del contexto colonial. Alejada de todo facilismo y con la capacidad reflexiva que la distingue, la autora se impone en estas páginas con una fuerza tan violenta como la de sus personajes. Y es un alivio leer a una veterana de las letras que no le teme a lo feo, lo vulgar, lo visceral, una narradora a quien no le importa llenarse las manos de sangre o de mierda para mover a sus lectores.
En el cuento “El exilio de los asesinos”, acompañamos a una hija enfrentada a su nuevo rol de cuidadora:
“Se volvió a cagar encima. Yo le levanto las piernas que ya son dos palillos […] Yo la limpio como si limpiara a un bebé. Ya estoy entrenada, pienso, por si algún día recupero fuerzas y me lanzo a tener un hijo” (21).
Las protagonistas de estos cuentos son mujeres oprimidas, despreciadas y abusadas que han aprendido a oprimir, a despreciar y a abusar:
«La madre, con el labio ensangrentado, mira el reloj. Ya se hace tarde y la hija no llega […] Cuando la ve entrar por la puerta, espera a que ella le dé la espalda. Allí le descarga el primer correazo. A ese le sigue otro y otro […] La madre mira a su hija sufrir, sufre con ella, pero no puede parar la descarga de su brazo. Han sido sólo unos minutos de tardanza. En realidad, su hija no ha hecho nada malo. Pero su brazo piensa lo contrario. Su brazo piensa que lo que lleva en la sangre sí ha faltado y por eso debe recibir cruel castigo» (30-31).
Entre los personajes de estos cuentos cabe destacar a la mujer de actitud impasible que fuma “Malboros macho” mientras se abre paso en su bote para esparcir las cenizas de su padre en alta mar; la hija que sacrifica su vida cuidando a la madre que la rechaza, mientras ensalza desde el lecho al hijo ausente (preso, drogadicto); la madre que espera correa en mano la llegada de la hija, en quien descargará toda su ira, todo el odio acumulado por ser mujer y parir otra mujer tan imperfecta como ella; la fotógrafa profesional que retrata espeluznantes escenas de crímenes sin que le tiemble el lente –ella también eventual víctima de la ola criminal que le da de comer y a la que se ha habituado—; una mujer apodada “La Zurda” que decide asesinar a su amante al descubrir que éste ha dejado de temerle; y otra a quien llaman “La Pastora,” dueña de un punto de drogas. Todas temerarias amazonas, todas infinitamente solas.
Si bien a lo largo de su obra narrativa la autora se ha dedicado a la creación de personajes femeninos fuertes, en esta colección en particular se destaca la soledad de la mujer, su irremediable autonomía, el hecho de que no necesita de la protección, la atención o la aprobación de un hombre. No es que no haya espacio para el amor o la ternura, pero las condiciones de vida, las circunstancias que rodean a estos seres exigen una fortaleza, una independencia, una valentía y una practicidad usualmente asociadas a lo masculino. Nos enfrentamos a piezas difíciles centradas en sentimientos igualmente difíciles, pero harto comunes: el odio, el resentimiento, la culpa, los deseos desmedidos o perversos (tóxicos), la frustración y la sed de venganza.
Implacable y valiente en su abordaje de lo femenino, categoría que complica y humaniza magistralmente, Mayra Santos Febres nos entrega este archivo de mujeres —devoradoras de hombres, asesinas, madres abusadoras, hijas hartas de tener que limpiar la mierda de sus madres, empleadas competentes sin un futuro claro, — en donde nos reconocemos sin mayor dificultad.
Margarita Pintado Burgos (1981, Puerto Rico), es autora de los poemarios Ficción de venado (La secta de los perros, 2012; 2024), Una muchacha que se parece a mí (ICP, 2016; Alayubia, 2024), ganador del premio del Instituto de Cultura Puertorriqueña, Simultánea, la marea (Casa vacía, 2022) y Ojo en Celo/ Eye in Heat (University of Arizona Press, 2024), premio Ambroggio otorgado por The Academy of American Poets. En el 2022 recibió la beca Letras Boricuas, de la fundación Mellon. Escribió, junto al legendario escritor cubano Lorenzo García Vega la “novela bloguera” Ping-Pong Zuihitzu (2010-2011). Pintado Burgos obtuvo su doctorado en español en la universidad de Emory y es profesora universitaria de lengua, literatura y escritura creativa en San Diego, California. Para El Roommate editó el Dossier Lorenzo García Vega y ha reseñado a Cristina Pérez Díaz, a Chloé S. Georas, a Glendalys Marrero, a Marta Aponte Alsina, a Rita Indiana Hernández, a Eduardo Lalo, a Rafael Acevedo, a Antonio José Ponte y a Luis Negrón
