«La tristeza es el río del tiempo»
Melanie Pérez Ortiz. Ojo de agua. Puerto Rico: La Impresora, 2024. 30 páginas
Ojo de agua es un poemario de una tristeza sosegada, de una poeta que ya ha mirado tanto al abismo que ya no le queda ni la incertidumbre.
“Acostumbrada a mirar abismos
sigo callada con mis cosas. Nada importa,
visto que ya han muerto todos los corales
y el mañana no es incierto sino
certeza de que está muriendo algo” (5)
En un presente en el cual cunde el pánico y el fatalismo, en donde la urgencia de tanta destrucción nos pone histéricos, acorralados, por un lado, por el precipicio del calentamiento global y por el otro, la bestia genocida del fascismo, se escribe este poemario que no tiembla, que acepta la tristeza pero no se rinde al miedo, que reconoce el peligro (lo mira a los ojos) pero no se acobarda, que sufre por lo perdido pero sin paralizarse, sin dejar de hacer, sin dejar de escuchar las canciones que trae la marea. Melanie Pérez Ortiz ha escrito un poemario sobre la valentía, aunque no creo que ese haya sido su objetivo.
Digamos que es un poemario post-apocalíptico (para usar el término que recién me compartía Ignacio Sánchez Prado), es decir, un poemario que ya sabe que el mundo se ha acabado, y que “mientras afuera se acaba el mundo” (24), todavía acá se juegan tensiones y sobreviviencias. Son poemas prosaicos, algunos hasta cuenteros, todos afincados en una tristeza tensa que se siente en la marea; “Construyo metáforas marinas / para decir que no puedo respirar” (15). El agua no es ni libertad, ni cárcel. Más bien es cómo el cúmulo de todos los llantos, de todas las catástrofes que pasan en otros lados y que ignoramos desde nuestra caverna individual. La voz poética a veces amenaza con zumbarse a esa agua de precipicio como en la portada. (El primer poema ya establece esa tensión tremenda). Cuando en un poema la voz poética recuerda “otro corazón despellejado que / persiste” (7) pienso en mí mismo, también escribiendo sobre la tristeza, también convencido de que la depresión es una enfermedad colectiva.
El punto más oscuro del poemario aparece en un poema titulado “Cara de agua” que comienza diciendo, “Una vez tuve un hijo / que estaba hecho de preguntas / y confiaba en mis respuestas” (26) y ya hacia el final nos cuenta que el hijo, “Un día salió al campo y se le perdió / la sonrisa” (26). Ese poema es uno de tres poemas casi perfectos en esta colección (de los otros dos hablaré ya pronto). La curiosidad y la sonrisa (de madre e hijo) ya perdidas para siempre, ambas caminan ahora por el mundo con “cara de agua, sin poder comunicarnos”. Es un golpe bajo este poema. Es duro y es cruel. Queda sólo ese movimiento autómata de quienes caminan cual fantasmas después del fin. ¿Pero por qué “cara de agua»? La intimidad perdida (en el poema conectado a la curiosidad del niño en sus preguntas) entre madre e hijo parece tener algo que ver con lo que pasa en el resto del mundo, con los dolores que trae la marea, como si el dolor fuera como el agua, una sustancia sin origen, siempre en movimiento, cambiando de envases, regándose.
¿Qué nos queda pues, después de estos finales tan contundentes? ¿Después de la tregua con el abismo? Hacia el final del poemario se confirma que hay canciones allá abajo, escondidas en el agua, que suman a más que lo que somos, o que por ahí ya es hora de sumarnos a ellas (he ahí la tensión, la tristeza tensa entre el solitario sufridor y el estruendo de la marea). ¿Qué nos queda?
«No queda más remedio que rugir
como el mar
para decir el descontento
por tanto jamaqueo involuntario».
La tristeza es una marea, su jamaqueo es involuntario, es decir, no es de nadie y no tenemos ningún control sobre ella, y su subir o bajar nos afecta a todes, todes sometidos a la gravedad de la luna que las manipula. Sólo queda rugir. Algo de esta idea vuelve en el poema “Arte poética”, poema que (nos) define la poesía como un proceso de fragmentación y composición, como la “zapata sobre la que se construyen / mundos” o el “pegamento que nos une”, y, en tanto, como la posibilidad de renovarlo todo. Lo más importante acá es este trabajo de la poesía como trabajo de reconstrucción colectiva ante el desastre, pero leyendo esto mi mente vuelve a aquel poema triste sobre el hijo que pierde su sonrisa. Veo la maternidad en este trabajo colectivo, y la maternidad no es para nada un tema central del poemario, no la veo acá como un tema, sino como una posición ante la catástrofe. Quizá no hay mejor forma de afrontarla como la de una madre que sufre el golpe, pero que sabe que no hay otra opción que seguir.
Otro poema perfecto es el último. La cajita de música de la voz poética (objeto de lo íntimo, de lo contenido, de lo privado) está rota. Pero de pronto llegan las canciones del mar, las que no están contenidas en la cajita individual, las que son colectivas (“La canción que hicimos juntos existe” 29), las que no precisan de mecanismos para existir. El último verso del poemario parece afirmar esa canción “que zumba para siempre”.
No me convence sin embargo esta salida al final, esta arenga sobre la eternidad de las canciones. Casi siento que la voz poética misma no está convencida, pero ya no quiere ser cruel con las lectoras, así que nos tira un precario salvavidas. Termino entonces con lo que me parece el mejor poema del libro que incluyo abajo completo, y que también sucede que es el primer poema. Esto es un problema, ¿no?, que el mejor poema de un poemario sea el primero. Le tensión que se logra acá (entre el precipicio marino y la pantera) no se resuelve por más que queramos con esas “canciones piratas” del último poema. El autor del precioso arte de portada, contraportada, y otras dos páginas claves, es Xavier Valcárcel y su arte también está basado en ese primer poema. La edición al cuidado de La Impresora (Amanda Hernández y Nicole Cecilia Delgado), como de costumbre, es una lindura.
Vuelvo a leer ese primer poema y pienso, pues, que ahí estamos todos, en esa tregua frágil entre violencias. Creo que ahí, en el final de ese primer poema, Melanie Pérez Ortiz ha logrado nombrar algo del espíritu colectivo de este momento histórico.
Al borde del despeñadero
Delante de ti hay un abismo.
Abajo, un rabioso mar.
Te giras y le das la espalda.
Delante de ti hay una
Pantera. Te acosa contra
El precipicio. Hace frío.
La pantera y tú se miran
a los ojos.
Ya sientes en
el cuerpo el vértigo
de la caída libre
sin saber imaginar el golpe
contra el agua helada.
Te observa el animal
y esperas que haga algo
con sus músculos tensos.
Entiende que pre prefieres volar a
Alimentar su furia.
La pantera saborea tu miedo
y exhala controladamente.
Achica los ojos.
Te sostiene la mirada.
Se da la vuelta y camina.
Te parecebe haber escuchado
en susurro
la palabra
tregua. (p.3-4)
[*Gracias a Martina Barinoca por sus ediciones de esta reseña]
Luis Othoniel Rosa (Bayamón, Puerto Rico, 1985) es autor de las novelas Otra vez me alejo (2012), Caja de fractales ( 2017), y Down with Gargamel! (2020). Es también el autor del poemario bilingüe, Sadness, the Fury / Triste la furia (2025), del libro artesanal (también bilingüe)Calima (2023) , y del libro académico Comienzos para una estética anarquista: Borges con Macedonio (2016; 2020). Su larga novela utópica, El gato en el remolino / Animal Spiral saldrá en el 2026 en Charco Press. Estudió en la Universidad de Puerto Rico y de doctoró en Princeton. Es el editor de El Roommate: Colectivo de Lectores y colabora con The LOUDREADERS Trade School. Es professor de estudios latinoamericanos en la University of Nebraska-Lincoln. Para El Roommate ha reseñado a los siguientes autores: Michelle Clayton, Raúl Antelo, Lorenzo García Vega, Margarita Pintado, Rafael Acevedo, Mar Gómez, Isabel Cadenas Cañón, Romina Paula, Mara Pastor, Julio Meza Díaz, Sergio Chejfec, Balam Rodrigo, Juan Carlos Quiñones (Bruno Soreno), Sebastián Martínez Daniell,Colectivo Simbiosis Cultural y Colectivo Situaciones, Margarita Pintado (¡otra vez!), Ricardo Piglia , Francisco Ángeles, Julio Prieto, Julio Ramos,Federico Galende, Julio Prieto (¡otra vez!), Áurea María Sotomayor, Noel Black, Marta Aponte Alsina (varios que se pueden encontrar en este Dossier), Naomi Klein, Mara Pastor (otra vez), Nicole Cecilia Delgado, Cristina Rivera Garza, Carlos Fonseca, Luis Moreno Caballud, Margarita Pintado, Raquel Salas Rivera , Joy Castro , Sebastián Martinez Daniell, Jeff Lawrence, Julio Ramos (otra vez), e Ida Vitale.

