La ambición de conversar con el abismo
Sebastián Martínez Daniell. Dos sherpas. Argentina: Editorial Entropía. 2018. 207 págs
Sebastián Martínez Daniell. Dos sherpas. España: Jekyll and Jill, 2022
Sebastián Martínez Daniell. Two Sherpas. Translated by Jennifer Croft. USA: Charco Press, (February) 2023.
Este libro de Sebastián Martínez Daniell es un reto a los lectores duros, porque nos fuerza a preguntarnos en serio, ¿por qué existe esta cosa que llamamos literatura? ¿Qué hace la ficción en el mundo? Es una novela que se desnuda para que podamos ver la materia literaria sin distracciones, sin engaños, sin verosimilitud, sin la maldita “escritura del yo”, novela que se burla aún de nuestra inclinación a encontrarle un programa político o ideológico a todo. No es una novela para entretenernos ni para aprender, aunque por momentos puede ser muy cómica y por otros destellea el trabajo de investigación histórica. Más bien es una novela para sufrir ante la forma literaria que amamos. Una novela terriblemente hermosa y problemática escrita con la ambición de conversar con el abismo.
Esta novela sostiene a lo largo de 207 páginas una misma escena congelada sin resolución. Dos sherpas observan desde el borde de un precipicio a su cliente inglés que se acaba de despeñar diez metros más abajo, indiferentes, preguntándose si se habrá muerto o no. Toda la novela transcurre en este instante tan alegórico como cómico y macabro. Cuatro otras líneas narrativas le van dando contexto a la escena, creando una sólida arquitectura narrativa cuya punta es una alegoría imprecisa. La primera línea narrativa es un flashback del sherpa viejo que un día vio a una mujer desconocida llorar en su trabajo. La segunda es el relato del sherpa joven quien en la escuela ensaya una obra teatral de Shakespeare (el Julio César). La tercera es la historia doble de los aventureros blancos que se lanzan a escalar el Everest en el nombre de alguna nostalgia imperial y a la misma vez la historia de los sherpas que tras tantas muertes por la necro-industria del turismo parece que se van organizando. La cuarta y última línea narrativa es una más científica o geológica, la que explora el fenómeno tan apasionante que es este pico del mundo en el monte Everest. Estas cuatro series narrativas están ahí tan sólo para darle poder a la escena alegórica que la novela insiste en sostener y no solucionar, la de los dos sherpas que miran en el abismo el cuerpo, ¿muerto?, del inglés, con indiferencia, preguntándose cómo proceder. La cita que copio abajo pertenece a la cuarta línea narrativa, la científica, pero también refiere a la imprecisa alegoría que se convierte en la pregunta central de la novela. Es una cita sobre ese micro-organismo tan interesante y resiliente que es el liquen.
“En su doble andamiaje de hongo y alga, Jano bifronte del orden botánico, alianza efectiva contra lo estéril, el liquen coloniza, reina en las altas cumbres. Pero es un rey sin súbditos: tiene soberanía, tiene territorio, pero su dominio se diluye en la vastedad de la abstracción mineral. Hay microorganismos, desde ya. Pero no hay mérito en someter a quien no puede derrocarnos. Dicen que hay líquenes que perviven suspendidos en el vacío cósmico. No hay por qué descreer. Pero el liquen quiere otra cosa. Su vanagloria no es la resiliencia, sino el expansionismo, el deseo imperial. Lo mismo podría decirse de los montañistas” (45)
Leí la primera edición argentina de esta novela de rabo a cabo en el 2018 en una larga estadía en mi país natal, en la colonia de Puerto Rico, en la casa de mis padres en las montañas de Bayamón. Un año antes, un mega-huracán potenciado por el calentamiento global y las políticas de austeridad impuestas por USA, le habían jodido la vida a mi comunidad. Mis viejos en la isla todavía no tenían electricidad y apenas había vuelto el servicio de agua. La isla rota, sin estado, sin servicios, sin hospitales, por unos 9 meses, ya recién volvía a recibir turistas. Volví a la isla a ayudar a mis viejos a reconstruir. Y en ese contexto, teniendo mil libros que leer me pongo a leer este libro. ¿Por qué este libro? No pude soltarlo y mientras leía no podía evitar volver a preguntarme, ¿por qué me pongo a leer la novela alegórica sobre los sherpas en el Himalaya escrita por un argentino que nunca ha viajado al Tibet? Mi isla es bella, en todo su caos y precariedad de 5 siglos de colonialismo despiadado, mi isla es tremendamente bella. Sólo la afean los turistas, una palabra inventada que usamos para no ofender a los colonizadores. Y allí estoy yo leyendo esta novela de Sebastián Martínez Daniell, quien además de ser un escritor que admiro mucho, a quién le reseñé en este medio su segunda novela (ver acá), también es mi amigo. Pero la verdad es que ni mi amistad con él, ni su obvio talento literario, justifican que esté leyendo ese libro en ese contexto. ¿Qué podría realmente saber este argentino sobre los pueblos colonizados que están forzados a canjear la belleza natural de sus territorios por ese nuevo eufemismo que es el turismo? Por más investigación que haya hecho, por más que se haya esforzado en traducir el contexto nepalí a su propia realidad histórica en su país (vapuleado por dictaduras de derechas y en perpetua crisis neoliberal), el autor de esta novela sabe que realmente no sabe. El mismo autor se sabe un turista en su propia trama. Y ahí es que está la magia en esta novela. Por eso fue que no la pude soltar. Porque yo estaba tan sobrecogido con la realidad insoportable de mi colonia que…. respiro…. no es escape lo que estamos buscando en la literatura, es perspectiva.
Apostar por la ficción, por el artificio literario, por la invención de una voz literaria singular frente al desmadre que es la realidad apocalíptica en la que estamos todes sumidxs. He aquí un escritor valiente que más que resistir a lo que nos piden los mercados literarios, se deja llevar por lo que le pide su propia poética, por lo que los proyectos literarios nos exigen una vez estamos metidos en ellos. Es como si la novela hubiera tomado a su autor por años, lo hubiera poseído, y decidió ella, no el autor, cuál sería su forma. A veces valientes no son los que se resisten, sino los que se dejan llevar. Los valientes, o los locos, porque algo de loco hay que tener para dejarnos seducir por esta forma.
“El océano en retirada. Un orbe recubierto por agua, que lentamente se escurre y deja la tierra desnuda. Expuesta a la mirada del Creador. Un mundo de anegación que se normaliza. Un planeta emergente que está saliendo a respirar: ballena de inmersiones de media eternidad. El eco del diluvio bíblico y la prevalencia del agua como castigo ya prescrito. Una esfera totalmente acuática, en la que los minerales disueltos van creando solidaridades hasta conformar lo sólido. Un mundo donde lo firme ha tenido que abrirse paso a través de lo eones. Lo seco como conquista del tiempo. No ya de dónde vino el agua primigenia, pero sí, al menos, hacia dónde escurre. ¿Dónde está todo ese mar que cubría los Pirineos, los Andes y el mismísimo Himalaya en el que dos sherpas se asoman a un peñasco?” (62)
Cuatro años después, y un par de fines de mundo, ahora, preparándome a viajar a Buenos Aires en julio 12 del 2022, vuelvo sobre mis notas de Dos sherpas. Ha salido una nueva edición en España (Jekyll and Jill, 2022) y pronto saldrá la traducción al inglés en Charco Press (UK y USA). Me cuentan a finale del 2023 saldrá otra traducción, ahora al portugués en Brasil. Leyendo mis notas me animo y vuelvo a darle una lectura en diagonal al libro completo. La fascinación con la que leí la novela hace 4 años en mi isla colonia vuelve. Todavía me cuesta explicarla, pero acá escribo esta reseña para intentar precisarlo. Hay “dos sherpas que están asomados al abismo”, dos espectadores de la decadencia estúpida de los colonizadores/turistas. “Creo que se movió” le dice un sherpa al otro, pero no se ha movido el muerto. Hay una escena alegórica que, contrario a las ficciones de nuestros tiempos se resiste a darle fijeza a su alegoría. Hay también un escritor de novelas que está convencido de que su arte tiene algo que decirle al mundo, a pesar de que lo que dice, se resiste a decir, se resiste a explicar lo que dice por 207 páginas, algo que dice mucho y largo sin terminar de decir. Y sin decir dice tanto, sobre nuestro mundo, sobre lo que los pocos lectores dirían, sobre lo que no se puede decir.
“Todo lo que acostumbramos a llamar vida es, en verdad, síntoma. Las acciones, los pensamientos, las interpretaciones, los diálogos, los soliloquios, los dolores… no son más que proyecciones, emergentes, cuños sobre la superficie cognosible. Síntomas. Lo real está en el fuera de campo, permea desde un más allá aberrante. Es inaccesible. Y nosotros nos vamos conformando con lo perceptible nomás. Un poco al modo de los astrónomos que infieren la presencia del invisible agujero negro sólo por sus efectos gravitacionales. Lo real está ausente: apenas sí vemos sus consecuencias” (94)
Los dejo al final de esta reseña con otra cita larga más, una cita más narrativa que las anteriores. Es una cita de la línea narrativa que es un flashback a la juventud del sherpa viejo que un día en un kiosko en la playa se percata que la mujer que atiende el kiosko está llorando y no sabe qué decirle. Es una escena que vuelve a lo largo de la novela y que contiene una clave para entender la arquitectura conceptual del libro. ¿Qué hacemos ante el llanto de los otros? ¿Cómo nos conectamos con el sufrimiento en otras latitudes? ¿Qué podemos decir de aquello de lo que no sabemos nada? (Y la respuesta no es el silencio de Wittgenstein. No “se le puede llamar silencio al ruido ensordecedor del viento” en el Himalaya). Decía al comienzo de esta reseña que la ambición de esta novela es conversar con el abismo. Añado para terminar que en esta novela, el abismo es el dolor de los desconocidos, el dolor de aquellos de quienes no sabemos nada. Para esto también sirve la literatura, para crear el lenguaje que se acerque al dolor de los otros, aunque sea allá en el Himalaya, el dolor más remoto.
“El sherpa viejo piensa que no sabe nada. En serio, se pregunta: ¿qué podía hacer él? Estaba fuerte el sol en la playa. El mar debe estar tibio ahora, esta noche. Regulador de temperaturas. Como el llanto. ¿No es regulador de temperaturas también el llanto? ¿Y si cambia el rumbo hacia la playa y se mete al mar ahora, que no debe haber nadie? Pero llorar así: era linda, ella, la cajera. Llorando y todo. ¿O era linda porque estaba llorando? Pero después el frío, nadie que le alcance la toalla, piensa. Hay viento además. Al lado del mar siempre hay viento. Mejor al hotel. Postre y leer algo, quedarse dormido. ¿Tendría que haberle dicho algo?, se pregunta. ¿Y si lo tomaba mal? Ducharse. Unas cucharadas del postre primero y ducharse después. Quizá dejar unas cucharadas más para cuando salga de la ducha.” (131)
Luis Othoniel Rosa (Bayamón, Puerto Rico, 1985) es el autor de las novelas Otra vez me alejo (Argentina: Enropía 2012; Puerto Rico: Isla Negra, 2013) y Caja de fractales (Argentina: Entropía, 2017; Puerto Rico: La Secta de los Perros, 2018). La última fue traducida al inglés como Down with Gargamel! por el poeta Noel Black (USA: Argos Books, 2020). También es autor del estudio Comienzos para una estética anarquista: Borges con Macedonio (Chile: Cuarto Propio, 2016; Argentina: Corregidor, 2020). Estudió en la Universidad de Puerto Rico y se doctoró en Princeton. Es catedrático asociado de Estudios Étnicos y Literatura Latinoamericana en la Universidad de Nebraska. Para El Roommate ha reseñado libros de Michelle Clayton, Raúl Antelo, Lorenzo García Vega, Margarita Pintado, Rafael Acevedo, Mar Gómez, Isabel Cadenas Cañón, Romina Paula, Mara Pastor, Julio Meza Díaz, Sergio Chejfec, Balam Rodrigo, Juan Carlos Quiñones (Bruno Soreno), Sebastián Martínez Daniell,Colectivo Simbiosis Cultural y Colectivo Situaciones, Margarita Pintado (¡otra vez!), Ricardo Piglia , Francisco Ángeles, Julio Prieto, Julio Ramos,Federico Galende, Julio Prieto (¡otra vez!), Áurea María Sotomayor, Noel Black, Marta Aponte Alsina (varios que se pueden encontrar en este Dossier), Naomi Klein, Mara Pastor (otra vez), Nicole Cecilia Delgado, Cristina Rivera Garza, Carlos Fonseca, Luis Moreno Caballud, Margarita Pintado, Raquel Salas Rivera y Joy Castro.
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