Luis Othoniel reseña el último poemario de Nicole Cecilia Delgado (Puerto Rico)

Nicole Cecilia Delgado. Periodo especial. Introducción de Jamila M. Ríos. Santurce, Puerto Rico: Ediciones Aguadulce/La Impresora, 2019. 127 págs.

“Esta mañana, una amiga que estimo
vino a verme;
va a comprarse un revólver”
Marigloria de Palma

  1. Terquedad y hartazgo

Este poemario comienza con este verso:

“He visto
las grandes mentes de mi generación irse a la mierda”

y termina con éste:

“Puerto Rico ha muerto. Emborráchame”

No poco de aullido de loba, de jauría llamando al junte, hay en el último poemario de Nicole Cecilia Delgado, con el alusivo título de Periodo especial. La indignación en estos poemas llega con más hartazgo que programa.

“El holograma de nuestro pensamiento revolucionario
se volvió luz de neón
beso de píxel”29

“yo tampoco encuentro mi sitio
en el performance de lo político” 115

La poeta nos dice que alguien le dice que la ferocidad del horror en nuestra crisis política es constante y “no debería / interrumpir el arte de ser necios / de noche cuando nos emborrachamos” (32).

Hace unos meses, en una reseña del último poemario de Mara Pastor, decíamos que estamos viviendo una terca insistencia en la poesía en estos tiempos desastrosos.

“Sólo sirve saber que caminé buscando algo.
Hemos trabajado como bestias
a cambio de nuestra ración de ocio.
Reprodujimos la especie y valores obsoletos.
Estamos intentando luchar contra la Naturaleza.
Pero, ¿qué aprendimos?
¿acaso sirve sembrar espinacas en los vertederos?
Alarga los brazos, me digo.
Que no se pudra la fruta insistente y terca.
Estoy ciega de ver el mangó caer y no hacer nada.” 92

Estos poemas de Nicole Cecilia Delgado nos dejan pidiendo un aprendizaje, unas ganas terribles de aprender a habitar el mundo de otra manera que no nos harte, y por momentos encontramos que la poesía está buscando aprender y enseñar al mismo tiempo, aprender a vivir, “saber vivir”. ¿Cómo se hace eso? En estos poemas la vida, en tanto algo dado, se parece demasiado a la muerte, a la nada. Entonces, nos vamos dando cuenta de que la vida no es algo que tenemos, sino una destreza a aprender, como quien aprende a comer o a chingar. La terquedad y el hartazgo que permean este libro hace que los poemas parezcan anti-poéticos, pero esto es un engaño. Esa anti-poesía de la voz poética tan encabroná es una superficie; el hartazgo, una máscara. Y nos vamos dando cuenta de que en la médula de lo que es la poesía, habita un profundo sentido de injusticia. Y es que aquellos que tienen un agudo sentido de injusticia se tambalean por caminos de soledad, titiritando por el mundo, perdidos, nómadas, buscando algo que se les escapa, frustrados y valientes, insisten en no dejar que el mangó se pierda, y su poesía se desnuda hasta su función vital, a su espesura.

  1. Hay que tomar el tiempo, hay que cuidarse

Hay un problema con el tiempo en estos poemas. “El tiempo dibuja miedo en las paredes,/ incisión vertical que se aparece”. Hay voces que son más lentas que otras. Está todo el mundo perdiendo el tiempo en el trabajo, en el ajetreo. “Me ahogo en el truco en la mierda en la vaina / en la jodienda. / Vivir se ha puesto demasiado complicado” (100). Pero a cada rato que el tiempo se acelera, y jode, alguna compañía emerge para desajustarnos de la velocidad que nos gobierna, para cuidarnos, como “las palabras de un amigo escritor que ha muerto. / Que todo va a estar bien, me dice. / Confía. / Cuídate y confía” (48). No estoy seguro de cómo interpretar estos poemas en los que algún acompañamiento, algún cuidado, reajusta el tiempo y nos hace respirar. La razón de mi duda es que en otros momentos la voz poética descree de todos esos cuidados colectivos que poetiza. Son pocos momentos pero son, en que la voz poética se vuelve incrédula o cínica o autodestructiva, y con un buena dosis de humor y otra de un pesimismo encantador, se cansa de los mismos cuidados que practica.

“Ya basta
de mujeres tristes
cargando en el ombligo
todo el desconsuelo”.

Estos cuatro versos, si bien se refieren al luto del huracán María, también podrían verse como un secreto tapaboca a muchos escritores contemporáneos que a veces idealizamos en nuestra literatura lo que en el feminismo anti-capitalista contemporáneo se ha llamado el trabajo de los cuidados. Esto es refrescante. Estamos en un momento en que el feminismo se nos presenta (correctamente en nuestro parecer) como el horizonte de posibilidad a los que deseamos construir o imaginar un mundo después del capitalismo. El feminismo es para nuestro siglo lo que el socialismo fue para el pasado: la proyección colectiva de unos deseos latentes contra la ubiquidad del capitalismo. No es casualidad, pues, que tantos escritores (tanto narradores como poetas) estemos al mismo tiempo tratando de crearle más y más estéticas al feminismo radical, como lo hicieran muchos de nuestros antecesores en el siglo pasado con el socialismo. Esto es inevitable, porque la literatura siempre busca los horizontes de posibilidad. Nicole Cecilia Delgado está con nosotres en esto, pero su literatura sabe reírse de sí misma, hartarse también de las idealizaciones y los lugares comunes que nos estamos creando, y la voz poética en más de una ocasión no se soporta a sí misma (“no me soporto”), y confiesa que aborrece las lecturas de poesía en un poema chistosísimo (que se titula “A mí me aburren las lecturas de poesía”), y no se hace ilusiones, porque nada más existe que la cresta de la ola, y el costo a pagar es todo.

“A TODA COSTA
Nada existe más allá
de la cresta de la ola

El resto es caída.

Y la voz, entrecortada,
que intenta cantar
a toda costa” 85

Y así, un libro que primero nos parece un poemario sobre la terquedad de la hermosura en nuestro horizonte político, es realmente sobre cómo vale la pena emborracharse sin miedo aunque nos maten, sobre cómo la valentía se parece a la borrachera, sobre darnos a respetar en nuestro derecho a la locura, como si ya no tuviéramos nada que perder, porque a veces mandarlo todo a la mierda tiene su lugar.

  1. La bruja y la nómada

fullsizeoutput_d26Son dos personajes conceptuales que comparten este agudo sentido de injusticia del que hablábamos mas arriba: la bruja y la nómada. La primera siembra la tierra con la paciencia de los años. La segunda abre caminos y nunca se está quieta. La una es tierra, la otra es movimiento. Periodo especial es un diálogo entre ambas. El encuentro de las mujeres que vuelven con las que nunca se han ido, y en el intercambio de conocimientos entre esos dos personajes nos jugamos la vida. Pero no es una relación equitativa en este libro. Son muchas más las voces que viajan, que se exilian, que vuelven, que le dan la vuelta a la isla (Aibonito, Vieques, Rincón, la Isla de Desecheo, Santurce, Mayagüez, Cabo Rojo), y sólo dos o tres voces de brujas que se quedan en la tierra, que cultivan los conocimientos en el tiempo (de las culturas dentro de un territorio) así como las otras cultivan los conocimientos en el espacio (de otras culturas fuera de nuestro territorio). La poeta hace un trabajo que nos parece impresionante en afincar a esos dos personajes, en encontrarlos y darle un mismo hilo, “de rumba a rumbo a derrumbe”. El cuidado del libro mismo mucho tiene de estos conocimientos: una introducción brillante y a la vez cuidadora de la poeta cubana Jamila Ríos, ciertos mementos escondidos en las páginas (un sticker, un boarding pass, un mapa), el maravilloso diseño de tapa de la artista mexicana Alina Kiliwa, y la custodia de la poeta Raquel Salas Rivera en el texto de la contratapa.

Los dejamos, así, con un poema largo (nuestro favorito) que nos parece que muestra este afincamiento entre la bruja y la nómada, entre el trabajo que nos ocupa y la espesura que nos habita, no sin antes decir lo siguiente. Leer este poemario, entre la ternura y la fiereza, se sintió como responder a un aullido que esperábamos con ansias. Un libro que protesta y se burla de la precariedad del presente, que se indigna, que nos demanda un cambio de vida, a la vez que nos invita al goce. Gracias, Nicole, por llamar.

CONVERSACIÓN CON NORYSELL MASSANET

Detrás de la ciudad entre otras cosas siembra hojas de varios tipos de orégano, hace pan a la leña,
enrolla cigarrillos,
hierve cuatro huevos y cuela dos
tazas de café.

La tala está crecida.
La perra chiquita tuvo un accidente pero se está curando.
Teófilo me devolvió a Fidelia
, dice no sé cómo
voy a mudar las cabras.

Cabo Rojo le palpita en la mirada. Se ve cruzando la isla a pie
con su rebaño.

¿Y a ti cómo te trata el país?, me mira y me pregunta.

Hace meses que no nos vemos.
Hay inteligencia en las renuncias voluntarias. Buscando simplicidad se nos complica la vida; con el tiempo el tiempo no se siente igual.

Sentadas en el piso de la terraza,
tanta cosa importante por hablar
entre nosotras.
Jueves por la tarde nublada de verano,
no hay más resistencia ni más lucha posible.

Sentadas en el piso de la terraza vemos crecer el bambú.

Procedo a contarle cosas de mis pobres matas.

Ella piensa en el futuro todavía, más allá del gobierno y más acá de teorías conspiracionistas,
su forma de hacer revolución es contundente.

Pesticida y colmena
no son metáfora en esta casa.

Confieso llorar de rabia en la oficina de patentes municipales;
por más en contra que estoy
de la Junta de Control Fiscal,

yo tampoco encuentro mi sitio en el performance de lo político.

Sin tiempo para preámbulos cordiales ni manifestaciones pacíficas,
nos ocupa el trabajo
y nos habita la espesura.

En las manos reverbera el pulso:

no es el país es la tierra no es el país es la tierra

no es el país es la tierra no es el país es
la amistad.

 

Luis Othoniel Rosa (Puerto Rico, 1985) es autor de las novelas Otra vez me alejo (Argentina: Entropía, 2012; Puerto Rico: Isla Negra, 2013) y Caja de fractales (Argentina: Entropía, 2017; Puerto Rico: La Secta de los Perros, 2018), y del libro académico Comienzos para una estética anarquista: Borges con Macedonio (Chile: Cuarto Propio, 2016). Estudió en la Universidad de Puerto Rico, Río Piedras y tiene un doctorado por la Universidad de Princeton. Actualmente enseña en la Universidad de Nebraska en Lincoln. Para El Roommate ha reseñado libros de Michelle ClaytonRaúl AnteloLorenzo García VegaMargarita PintadoRafael Acevedo,  Mar Gómez,  Isabel Cadenas Cañón,  Romina Paula,  Mara Pastor, Julio Meza Díaz,  Sergio ChejfecBalam RodrigoJuan Carlos Quiñones (Bruno Soreno)Sebastián Martínez Daniell, Colectivo Simbiosis Cultural y Colectivo Situaciones,  Margarita Pintado (¡otra vez!), Ricardo Piglia  , Francisco ÁngelesJulio PrietoJulio Ramos, Federico Galende, Julio Prieto  (¡otra vez!), Áurea María SotomayorNoel Black,  Marta Aponte Alsina , Naomi Klein, y Mara Pastor (otra vez)

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