Lorenzo García Vega y Margarita Pintado. Ping Pong Zuihitzu. Blog, 2010, 242 entradas. http://pingpongzuihitsu.blogspot.com/
En los últimos años Lorenzo García Vega se interesó por el formato virtual del web-log (blog). Cursiosamente, es un formato que se presta muy bien al tipo de escritura de Lorenzo, no sólo por su estilo de dividir muchos de sus libros en fragmentos breves, a veces inconexos, como entradas, sino por la temporalidad del blog, siempre en el presente, se lee el presente y se dirige al pasado cuando uno lee un blog de corrido, y eso pasa con la literatura de Lorenzo. Su primera aventura bloguera fue «Ping-pong Zuhitzu», un blog que es como una correspondencia entre Lorenzo y Margarita Pintado, para entonces una joven escritora que comenzaba su tesis doctoral sobre la obra de éste. Más tarde «La pata sobre el huevo», un blog de sueños, que empezó en febrero 2012 y duró hasta un mes antes de su muerte. Incluyo abajo una reseña que publiqué en El Roomate sobre Ping-pong Zuhitzu hace año y medio.
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Le propone Lorenzo García Vega (Jagüey Grande, Cuba 1926) a Margarita Pintado (Bayamón, Puerto Rico, 1981) en el “Mini-Prólogo” al proyecto que iniciaron en Mayo de 2010, Ping Pong Zuihitzu, un blog que continúa,
Me hablas de un blog. Te propongo un blog en el que participemos los dos. ¿Cómo? Podríamos intentar un zuihitsu en el que fuéramos relatando, a la manera de un diario en email, el relato de nuestra relación (una relación establecida por el motivo de una tesis, pero donde, lo que estaría, fuera el invento que haríamos, tú y yo, de nuestro pasado y de nosotros mismos, como dos personajes de generaciones distintas que tratan de encontrarse, inventándose).
Así empieza uno de los proyectos literarios más emocionantes que he leído en muchos años, y que es casi imposible de reseñar. Durante el primer mes, Ping pong, es una suerte de correspondencia que flirtea con la posibilidad de una novela que el lector sabe nunca tendrá lugar, un intercambio entre la tesitera y su objeto de tesis (envidia infinita de todo estudiante doctoral), pero de a poco se va convirtiendo en algo mucho más interesante y complejo. Los autores como que dejan de corresponderese, dejan, salvo excepciones, de escribirse el uno al otro y lo que domina es, ¿como llamarlo?, un registro de imágenes que se pasea entre ellos, casi como si fueran entes de universos paralelos, pero análogos. Es el registro, la enumeración de imágenes, sueños, recuerdos de dos magos de la literatura, que, a falta de otra mejor palabra, como que se mimetizan, y los lectores tenemos la oportunidad de ser testigos de lo que ellos son testigos. “El espacio como juego donde imperaría la utopía de la enumeración”, dice Lorenzo. No es literatura, yo diría. No es experimentación con los géneros literarios, sino pre-literatura, lo que sucede antes de que la literatura sea literatura, muy Macedonio, muy Gombrowicz. En las palabras de Margarita “Yo no narro, yo reporto lo que se deja ver desde este lugar, y son hojas, hojas, y más hojas, y podría escribir la palabra hojas mil veces y tú aún no podrías ver este desfile absurdo de otoño”. Tal vez, por este aspecto de un yo lírico que no explica, ni narra, sólo reporta y enumera es que desde las primeras entradas de este blog, los autores insisten en mencionar la hora precisa en que escriben, el sonido preciso que escuchan, la imagen precisa que ven desde la ventana.
Entonces, ¿cuál es el hilo que une todas estas entradas que conforman este blog? El lector lo encontrará bastante rápido. Esa “utopía” de le enumeración y el registro se une yo creo por las siguientes coordenadas: por un lado muchos paisajes y geografías, mucha meterología y muchos animales, y por el otro, el cuerpo. Ese es el registro metafórico del Ping pong, es decir, un registro que evidencia la interacción de lo que no es humano (la geografía, el clima, los animales) con el cuerpo, que en estos dos escritores, curiosamente, tampoco es humano, como si lo no humano y el cuerpo formara una planicie, inmanente, bidimensional, como una página blanca que, sin embargo, no está vacía. “Pero, ya se sabe, yo no sé dibujar. Todo lo que no he cumplido se volvió, por no haberlo sabido hacer, blanco.” (Lorenzo)
Dice Lorenzo: “Todo va retrocediendo. ¿Qué puede significar ahora volver?”
Dice Margarita: “retrocediendo está el aguacero de esta tarde que fue trompa de elefante, y tus manos, tan empobrecidas, reventando en silencio. tu cuello es una tortuga, retrocediendo (ya lo veo) bajo su caparazón, y tus ojos como de fuego, ahora reducidos a ceniza. te perteneces, se te nota. retrocedes con tanta naturalidad.”
Otra constante es que siempre, parece una novela que comienza, siempre a punto de empezar, pero no empieza, como por ejemplo, por el mes de noviembre, García Vega, el viejo de 84 años, le dice Margarita “Nunca llegaré a escribir la novela sobre los viejos que viven en el Home de los viejos.” Dice Margarita “La cojera, preguntándome en secreto, por el alma de los viejos. Yo no sé, pero a veces siento, que terminaré escribiendo la historia de unos muchachos arrugados en un Home.” Dice Lorenzo: ““Todos los viejos son minimalistas”, acaba diciendo la última frase de este Capítulo.” Pre-literatura, imágenes por empezar, entre el “viejo” y la “muchacha”, aunque para ser honestos, el lenguaje de Lorenzo no es el de un viejo, es demasiado lúdico, demasiado intempestivo, la escritura de Lorenzo es escritura de joven. Pero el cuerpo no, el cuerpo de Lorenzo padece, y se hace muy presente en sus entradas, su cuerpo como que no es suyo. Somos, con él, testigos de sus enfermedades, y de vez en cuando nos encontramos con pasajes aterradores como el siguiente.
“Es que el Infierno – prostíbulo donde no se siente nada, se inventa cuando ya no existe el Deseo. Sería, entonces, como la casa de prostitución que suelen visitar los muertos.”
O el siguiente, en el que Lorenzo, cita de una carta que le envía su amigo, y crítico Jorge Luis Arcos.
” ‘Paso horas y horas viendo documentales sobre el Universo, o sobre los universos paralelos, y nada me reconforta más que esto. Que no haya sentido o que el sentido se escape incansablemente.’ Quisiera que el miedo, que siempre me ha acompañado, me dejara en paz, para poder experimentar lo que dice Arcos. Pero yo siempre he vivido achicharrado con mis obsesiones.”
Pero claro, lo que creo que Lorenzo no sabe es que con este Ping pong, ya tiene su universo paralelo con Margarita. Los reportes de su cuerpo aquejado que apenas puede sostener sus “obsesiones achicharradas”, se evaporan en pasajes como éste “Margarita, para la Tesis, con el Advisor es importante discutir esto: Una obsesión a conseguir.” Y así, la enumeración, el registro de obsesiones de Lorenzo, es un cuerpo que comparte, en el otro cuerpo de ese Ping pong, el cuerpo de Margarita, la tesitera que después de todo, es eso, ella es la testigo de Lorenzo, la que nos reporta y enumera sus obsesiones a conseguir. Blog de la pre-literatura, de la obsesión elusiva que antecede a la literatura y que se tiene que conseguir y reconseguir, retrocediendo, literatura que retrocede al cuerpo, y del cuerpo al animal, y del animal a la geografía, y que retrocediendo se encuentra, de pronto, con otro cuerpo, y se renueva. Qué envidia, Lorenzo y Margarita.
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Y, pues como siempre, los dejo con una cita, larga, que consiste de las últimas tres entradas del blog, tres entradas que aparecieron después de yo escribir esta reseña. La primera (que es la última, recordemos la inversión temporal del blog) es de Margarita y las otras dos de Lorenzo. Y mejor que leerlas abajo, les dejo el link del blog pingponguero. Disfruten.
Sunday, March 20, 2011
Llevo demasiados días dándole vueltas al cierre del blog. Lorenzo no. Él es más práctico para estos asuntos. Simplemente, recogió su bolita y se marchó. Hay demasiados proyectos esperándole.
Hace algunas semanas me quedé en casa de Lorenzo y de Marta. Aparecieron también, y casi como por arte de magia, Sean (el Manning de Fierro y de Texas), y Pedro, amigo del ping-pong, y de Lorenzo, y a quien debemos la foto con el papagayo.
El tiempo en Playa Albina pasa. El tiempo en casa de Lorenzo se detiene.
Maúllan los gatos, ella sirve vino blanco, él prepara el café. Nos sabemos testigos. Hablamos por fuera, reímos por dentro.
Una tarde hablamos del tren, del sonido del tren, del impacto que el sonido de un tren había tenido en la memoria de un niño del campo cubano. Ella lo miró y dijo algo de un trauma. Parece que ella no recuerda el mismo tren. Entonces hubo una pequeña discusión en torno al color del tren. Yo le tuve que confesar que en mi niñez no hubo ningún tren. Él no sabe, él no puede imaginar niñez sin tren, sin el miedo del tren, sin la vibración del suelo y el retumbe de las paredes. Yo creo que se desilusionó ante mi falta de trenes.
Una noche llegamos tarde a la cena, y para compensar, nos dio con hablar de poetas suicidas. Ellos se entusiasmaron, y comenzaron a recordar con lujo de detalles los modos en que cada uno había decidido quitarse la vida. Un poco macabro el tema, pero tanta risa. Ahora el nombre «Eunice Odio» me sabe a Playa Albina.
Un día Lorenzo, en medio del café, se fue al cuarto y trajo el diario en donde anota sus sueños. Hablamos de técnicas de retención de sueños. Lorenzo recomienda no moverse, no abrir los ojos de inmediato: hacerse el muerto, eso dice, para que el sueño no se desintegre con nuestro movimiento. Lorenzo me preguntó tres veces que cuando terminaba la tesis. Pronto Lorenzo, pronto.
Dos noches vimos telenovelas juntos. «Alguien te mira», se llamaba. A Lorenzo le gustaba. Era un poco violenta. Cuchillos, asesinos, fantasmas, un psicópata que, insistía Marta, se parecía mucho a Sean.
Alguien te mira, Lorenzo. No sé si te dije, no sé si lo sabes, pero alguien te mira.
Qué difícil resumir. Una tarde nos sentamos, Lorenzo y yo. Hablamos, cómo no, de Lezama, de Cuba, de Orígenes. Era por la tarde y la luz cambiaba. No sé, era como un desplomarse de la luz sobre sus ojos azules, sobre el sofá, sobre algunas partes del suelo. En el comedor Marta y Sean hablaban del pasado, ojeaban un album, creo. Pero esto yo no lo sé. Esto me lo invento un poco.
Entonces, en medio de un recuerdo difícl, yo le dije que la luz se había puesto bonita. Él dijo que sí, dijo que a esa hora la luz le recordaba un verso de Lezama: «la luz es el único animal visible que emana de lo invisible.» Cito mal y de memoria.
La luz en sus ojos, la luz dibujando una línea recta en mis rodillas, la luz llegando hasta el comedor, iluminándolos a ellos. Supe que no lo olvidaría. Fue como ser testigo del propio recordar. Fue ver un gesto, un silencio, un temblor de manos y saber que ya nada puede ser igual.
Y el advisor dijo en un email que se quedaba con la Cuba de Lorenzo, esa que lleva cargada en la mirada. Esa que insiste en homenajear una estéril circunstancia, adornándola con la cresta de un papagayo. Dejándolo que hable.
Pidiéndole que sea él quien diga la última palabra.
Margarita Pintado
postdata: Lorenzo, gracias por jugar.
Wednesday, February 23, 2011
La Era Imaginaria y unos Monstruos de Raúl Sentenat
Algo así como ese cuentecito de las eras imaginarias. ¿Cómo fue? Cuando llegué a Miami, conocí a un artista joven que me mostró unos monstruos. Yo supe, entonces, que no sólo aquello procedía del no paisaje donde acababa de instalarme (el no-paisaje donde ha habido hasta una colchoneta tirada en un solar yermo), sino que aquello inauguraba una era imaginaria del tamaño de una cajita: LA PLAYA ALBINA.

Después, comencé a contar los años de Orígenes y, no sólo se la dediqué a Raúl sino que, como siempre me pasa, se me trabucaron algunos datos, y hasta le atribuí a Raúl Sentenat algún dicho, y alguna cosa de la cual él no era el responsable
Pero lo hecho hecho. Y yo nunca he dejado de admirar a Raúl Sentenat, el amigo artista que, junto con una Era Imaginaria de mala muerte: la Playa Albina, me entregó unos monstruos.
Lorenzo García Vega
Tuesday, February 22, 2011
FLORIPONDIO CON PAPEL NONSENSE
La tarde continúa. Y hace rato que yo me debería de haber suicidado.

Al finalizar lo débil – la débil tormenta, por ejemplo- , ¿qué es lo que en realidad comienza?
Hay pájaros parados sobre una pierna, Una pierna que trata de imitar al Cielo. Pero no hay, ni debe haber, ningún registro para la Luna. ¿Estamos de acuerdo? (Pensando en esa culebra que simula el agua).
Colaborando -¡qué absurdo!- a la inaparición de un ramo que no existe. ¡Listos para no vivir!
Lorenzo García Vega
Luis Othoniel Rosa (Bayamón, 1985), tiene un doctorado por la Princeton University en literatura latinoamericana. Escribe un libro titulado Para una vanguardia anarquista: Borges con Macedonio. Su novela, Otra vez me alejo, (Buenos Aires:Entropía 2012), narra la relación entre la marihuana y la academia. Actualmente enseña en Duke University. En El Roommate ha reseñado a los autores Michelle Clayton, Raúl Antelo, Rafael Acevedo, Mar Gómez, Isabel Cadenas Cañón, Romina Paula, Mara Pastor, Julio Meza Díaz, Sergio Chejfec y Balam Rodrigo.
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